17. Noche de insomnio

131 9 2
                                    

No pude dormir en toda la noche, tenía un fuerte dolor en el pecho todavía, además mi mente se preguntaba a cada rato por qué mis verdaderos papás me dejaron al cuidado de los García. Alrededor de las 4 de la madrugada decidí levantarme, agarré mi loro de peluche y me puse a mirar el cielo con él, a la vez que manteníamos una conversación en mi cabeza.

-Che Gabriel, me pregunto qué será de la vida de mis viejos, a la vez... ¿qué será los llevó a darme en adopción?

-No tenés ningún recuerdo de ellos, por más mínimo que sea, ¿verdad?

-No recuerdo absolutamente nada.

-Entonces podrías considerar la opción de preguntarle a doña Carla, puede que ella te dé respuestas a lo sucedido.

Me alejé de la ventana y me dirigí a la cocina, tal vez comiendo algo pueda lograr tener sueño y dormir. Tal como me esperaba, la heladera seguía vacía, así que suspiré y volví a mi pieza. Me acosté boca arriba y me quedé mirando el techo, pensando en tantas cosas y a la vez en ninguna... cuando repentinamente sentí la vibración del celular de Clara.

Al revisar el mensaje que me mandó noté que era un audio, pero cuando lo comencé a escuchar sólo era puro silencio, así que supuse que lo mandó dormida por accidente. Reí un poco, apuesto a que tal vez se ve tierna dormida. Comencé a imaginar mi futuro junto a ella si mi vida fuera como en las películas, ¿me casaría con ella? ¿Tendríamos hijos? ¿Cuántos? ¿Dónde viviríamos?

Cuando quise darme cuenta ya era de día y los García estaban por irse, no pude pegar un ojo en toda la noche, y estoy seguro de que hoy estaría más cansado que de costumbre. Alrededor de las 12 del mediodía me puse a buscar en los estantes algo para comer, pero encontré solamente algunas latas de paté.

-Es mejor que nada... -pensé mientras suspiraba.

Estaba por prepararme un poco de pan con paté cuando escuché el característico golpe de puerta de Clara, dejé todo así nomás y corrí a abrirle. Estaba con una caja en la mano, algo agitada y con una gran sonrisa. La dejé pasar y fue directo a la mesa sin decir palabra alguna, dejó la caja, sacó de ahí un celular y me lo entregó con mucho entusiasmo. La miré sorprendido y muy sonrojado, la abracé con fuerza y ella no tardó en responder haciendo lo mismo. Después de algunos minutos me separé de ella lentamente, pero antes de que pudiera intentar revisar las cosas que tenía el celular me agarró de la remera y me besó, tal como la primera vez.

Está de más decir que tuve la misma hermosa sensación que el día de aquel primer beso.


Entre silencios y aromasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora