Martia- friends

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Friends should sleep in other beds.
And friends shouldn't kiss me like you do.
And I know that there's a limit to everything.
But my friends won't love me like you.

*

Marta Sango tenía dieciocho años cuando despertó abrazada al cuerpo de María Villar, de veintisiete. La puerta de la habitación estaba abierta, y por ella ingresaba a todo volumen el Canon de Johann Pachelbel que antes solía escuchar para relajarse y dentro de Operación Triunfo había aprendido a odiar. Nunca era bueno poner de tono de alarma una canción que te gusta, ya que luego de unos días te haría despertar de mal humor. Pero era imposible que la morena despertara siquiera con un poco de enojo, si lo hacía sobre el pecho de la rubia, que se levantó sobresaltada y casi la lanza fuera de la cama cuando el volumen de aquella canción aumentó.

-Joder, tío, otra vez.- Se quejó, cubriéndose la cabeza con la almohada y buscando a tientas a Marta, para abrazarla por la cintura nuevamente.

Marta rió, acariciándole el brazo por un momento. Pronto la habitación quedó vacía, excepto por ellas dos.

La noche anterior, cuando la morena estaba a punto de conciliar el sueño y transportarse a aquel mundo sin reglas de coherencia donde vivía cuando dormía, sintió cómo alguien le  tocaba el hombro. Se dio vuelta en la cama, y vio que se trataba de la rubia que le aceleraba el pulso desde la primera semana de concurso, durante la que habían cantado juntas. Y sintió que le generaba el mismo efecto en ese momento, a pesar de estar casi dormida, aunque hubiera pasado tiempo del inicio del certamen. Quizás a causa de que hubiera pasado tiempo, ya que en diversas ocasiones en ese período, María la había buscado constantemente, la había abrazado con fuerza, la había mirado fijamente a los ojos con la intensidad que caracterizaba su mirada, y la había besado justo como lo hizo apenas Marta tuvo la intención de preguntarle qué pasaba, acostándose en su cama.

La más joven suspiró ante el contacto, sintiendo librarse en su interior la batalla que ya era tan habitual como su taquicardia, cada vez que percibía los labios de María sobre los suyos. Ambas tenían un novio esperándolas fuera. Según anécdotas contadas por la rubia, quizás su relación fuera un poco liberal. Pero la suya no lo era.

Aunque tampoco era tan pasional. Ni los ojos de su novio la desnudaban desde la distancia como lo hacían los de María cada vez que estaban solas. La rubia sabía jugar perfectamente, y eso atraía a la morena, que era bastante inexperta en ese aspecto. Y la confundía a partes iguales, porque si bien María había besado a otras personas manteniendo la relación con su novio, y Marta estaba convencida de que para la rubia no era más que alguien con quien pasar un buen rato a la noche, dudaba que a esas otras personas las mirara con tanta dulzura como a ella cuando abría los ojos. Como lo hizo aquella noche, al separarse del beso. O cuando Marta contaba una historia, gesticulando con su rostro y sus manos. O en ese mismo momento, tras despertar.

Marta suspiró, levantándose de la cama y saliendo de la habitación.

Estaba desayunando y conversando con Famous sobre lo que había soñado cuando sintió el perfume de María peligrosamente cerca. La rubia la abrazó por la espalda y dejó un beso en su mejilla antes de sentarse en la cabecera de la mesa y desayunar, dispuesta a escuchar su historia. Pero mirándola, olvidó por donde iba.

-¿Y entonces, Marta?- Preguntó Famous, llevándose una cucharada de yogurt a la boca mirándola atentamente.

Se les había hecho costumbre hablar de los sueños de la malagueña, y ella los contaba con gusto, excepto algunas veces que tuvo que fingir no recordarlos con las mejillas coloradas por tener a la protagonista sentada en la misma mesa.

-Ostras. ¿En dónde nos habíamos quedado?- Preguntó, entrecerrando los ojos.

-Pues dijiste algo de que llamó Johnny o algo así.

oneshots ot2018Where stories live. Discover now