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Mi recomendación al mundo es que disfruten del juego; que desarrollen su amor por el juego

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Mi recomendación al mundo es que disfruten del juego; que desarrollen su amor por el juego.


—¡Listo! —Exclamó Kendall, volteándome al espejo.

Sonreí al ver mi reflejo. Kendall había hecho un maravilloso trabajo con el maquillaje y la ropa. Oficialmente me veía como una adolescente de veintitantos años lista para quitarle el freno a mis hormonas.

—Eres un genio, Kends —agradecí.

Ella rió.

—Amiga, yo no hice nada, tu cuerpo y cara hicieron todo por mí. Bells, te ves ardiente.

Y eso era cierto. Llevaba un pantalón de cuero negro que resaltaba bien mi trasero, botas altas, camisa azul pegada que hacia maravillas con mis senos y mi cabello negro suelto. Y, aunque las clases de boxeo sí habían servido para algo para mí, mi mejor amiga no se quedaba atrás. Su cabello negro corto y su increíble don para saber vestirse le habían hecho parecer una modelo.

—Tú no quedas atrás, Kendall —dije—. Eres hermosa.

Ella se sonrojó. Uno de los efectos colaterales, como Kendall lo llamaba, era que se sonrojaba por todo con cualquiera que le diera un halago. Ella pensaba que la hacía parecer fácil con los hombres y eso le disgustaba. Aunque, a decir verdad, Kendall nunca ha sido fácil con nadie. La chica era dura e independiente. Por eso era mi mejor amiga.

—Bueno, ya. Hora de irnos —dijo ella.

Salté del asiento de la peinadora y me di un último vistazo cuerpo completo. Justo en ese momento, mi celular sonó.

—¿Kendall puedes ver de quién es? —Ella estaba más cerca de la cama.

Frunció el ceño y me pasó mi celular. Número desconocido. Estaba reacia a contestar pero aun así lo hice.

—¿Sí? —Contesté.

—¿Estás lista? —Preguntó Zach al otro lado de la línea.

—¿Cómo rayos conseguiste mi número telefónico? —Inquirí exasperada.

—Un hombre nunca revela sus secretos —respondió.

—Eso es lo que no debe hacer un mago, idiota —repliqué.

—¿Estás lista o tengo que pasar por ti más tarde? —Cambió de tema.

—Voy bajando —dije y colgué.

—¿Zacharias? —Preguntó Kendall.

—Por desgracia —murmuré.

Mi amiga soltó una carcajada y yo la miré mal.

—Deja de mirarme así y vámonos de una buena vez —dijo, arrastrándome hasta la puerta de mi piso.

Esperó a que le pasara llave a la habitación y volvió a tomarme por la muñeca.

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