Capítulo 11.

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Amon estacionó frente a mí edificio, yo me bajé de inmediato sin decir más nada, pero me paré en el portal, cuando escuché su voz a mis espaldas.

—Pasaré por ti mañana. —Dijo, y luego arrancó el auto sin esperar una respuesta.

Me quedé con la boca abierta, pero la cerré de inmediato. Me giré de nuevo al portal y entré, cuando llegué a mi pequeño hueco, luego de bañarme y asegurarme de que todo estaba bien cerrado, me tiré en mi cama. Sí, había estado en Garoha. Sí, tenía todo claro. Excepto una cosa; ¿Qué pinto yo en todo este asunto?.

Lo que Amon me había dicho al momento de entrar al portal me había dejado aturdida: "No puedo matar a un ser de mí misma raza" ¿Qué quiso decir con eso? Además, camino a casa, también dijo algo similar: "No cualquier ser puede cruzar ese portal" , eso dejó más que con fundido a mi pequeño cerebro, ya mañana tendría que ir a la Uni otra vez, y no tenía ni las más mínimas ganas de ir. Aún no eran las 9:00 p.m. Tenía tiempo de divagar un rato, pero aún así, a pesar de que ya ve habían aclarado varias cosas, seguía teniendo dudas.

Hades.

Ese era otro tema que me tenía terriblemente mal, me sentía la peor persona del planeta, aunque, el también lo era ¿No?

Luego de divagar unas horas más, cerré los ojos y perdí la conciencia.

Cuando desperté fue a causa de la alarma chillona y desesperante que resonaba contra las 4 paredes de la pieza. Me levanté sin ganas y me di una ducha con agua caliente, buscando relajarme. Me puse unos vaqueros negros con una camiseta de rayas y unas zapatillas sencillas, ni si quiera tenía hambre. Caminaba a la parada del autobús cuando recordé que Amon pasaría por mi. Me di una palmada mental cuando ví su auto negro estacionarse frente a mí. Abrió la puerta, esperando a que yo subiera, no tenía muchas opciones.

Entré a regañadientes al auto, y tiré la puerta sin pena. Íbamos en silencio, hasta que recordé todo lo que pasó la noche anterior.

—¿Cómo está Adonis? —Pregunté intentando sonar amable.

Pero cómo cosa obvia, con él no se puede ser amable.

—¿Porqué te importa?

—Pienso que lo trataste demasiado mal...

—¿Y? Tampoco es como si tú opinión cambiara mi forma de ser. —Dijo, cortando el tema.

—¿Para qué me recoges si serás grosero? Detén el auto y déjame en la siguiente esquina. Caminaré. —Musité, molesta.

—¿Porqué lo haría?

—¡Porque no te soporto! ¡Eres un jodido bipolar! Un momento estás bien conmigo e incluso te ofreces a llevarme a la Universidad, me llevas a conocer Garoha y demás, y ahora eres grosero otra vez. —Dije, soltando todo lo que tenía retenido.

Ladeó su cabeza, pero no dijo nada, tampoco se detuvo hasta que llegamos al estacionamiento de la Uni. Yo me bajé, como niña malcriada. Aunque, yo también había actuado con cierta bipolaridad... Pero no tanto como él. Caminé hasta mi casillero en busca de libros, y de mi horario. Debía ir al salón de Artes... Sí, ese salón en donde me encontré con la cosa que pensé que era parte de la supuesta broma de los Grier, pero, si todo era verdad, la cosa también era real. En esta ocasión sí estaba abierta el aula, y escuchaba cosas moverse de un lado a otro, me paré con cierto temor en el borde de la puerta, y pude divisar una melena rubia moverse de un lado a otro, dueña de un cuerpo ciertamente atlético. El chico se paró de golpe, y giró su cabeza a la puerta, nunca lo había visto, supongo que es porque soy relativamente nueva, aún así, no logré reconocerlo.

—Oh, hola. Estoy... Acomodando todo para la clase. —Sonrió— Hoy es mi turno.

Sonreí con incomodidad.

Pasé al salón, mirando a todos lados, no había nadie a excepción de nosotros. Me giré para irme, pero su carrasposa y algo escalofriante voz me detuvo.

—¿Porqué te vas? ¿Te da miedo quedarte a solas conmigo? —Sonó algo cínico lo que dijo, sin embargo, me volví hacia él, dejando mi mochila en una de las sillas, y soltando una carcajada.

—¿Como dices? ¿Porqué tendría miedo? Sólo quería asomarme a ver si alguien más venía. —Reí, intentando no sonar tan hipócrita. Me senté en una silla y saqué mi cuaderno, haciendo garabatos para apaciguar el miedo, o bien, la incomodidad que su presencia me hacía.

—Ah, yo solo decía. Normalmente las chicas aquí se asustan con mi presencia. —Rió— No entiendo porqué.

Yo, intentando sonar amigable, pregunté.

—¿Llevas tiempo estudiando aquí? Nunca te había visto.

—Por supuesto. ¿No has oído hablar sobre mi? —Una sonrisa se formó en sus labios.

—No... —Reí con nerviosismo— ¿Cómo te llamas?

—Athen —Respondió— Y tú te llamas Avery, ¿No?

—Ajá. —Respondí, mis mejillas dolieron por sonreír.

—Oh, creo que no tendremos clases de Arte. —Hizo un puchero falso— Qué lástima.

—Cierto. —Me levanté y tomé todas mis cosas— Iré a mi próxima clase.

—¿Porqué tanta prisa? Podríamos comer algo en la cafetería...

—Ah, no. Muchas gracias, pero tengo que ir a preguntar algo en enfermería.

—No estás enferma.

—No es por eso. —Le corté— Es por asuntos más personales.

—Nos vemos, Avery. —Sonrió, pero a mí parecer, su sonrisa macabra no era para nada atractiva. Si bien es cierto que sus ojos y cabello son guapos, al igual que él, su sonrisa y su extraña actitud es lo que menos me cuadra, y tan solo lo conozco recién.

A penas di unos pasos, miré hacia atrás para asegurarme que no me seguía.

El resto de las clases la pasé sola, no me volví a encontrar con Athen, por suerte. Los Grier tampoco aparecieron en todo el día, y es extraño pues, Amon me trajo y estoy más que segura que él venía conmigo. Caminé hasta mi edificio, con la sensación de que me seguían o me miraban, estaba demasiado paranoica. No tenía mucho que hacer, así que quise llamar a Destiny para saber de ella, pero no contestó. Mamá, debía hablar con ella para saber si había llegado bien de su viaje, y como si la fuese invocado, me entró una llamada de ella.

—¿Hola? ¿Mamá?

Avery, llamé para avisarte que ya no irás más a citas con la Doctora Miller. —Dijo, siendo demasiado directa.

—¿Qué? ¿Porqué? —Pregunté confundida, acomodándome en el sofá.

Porque no, Avery. Ya he conseguido otra doctora que te atienda. Es todo, no aceptaré un no como respuesta. A partir de mañana irás con ella. En la isla te dejé una tarjeta con su número telefónico y la dirección. Adiós. —Y cortó.

¿Qué demonios?

Me levanté de un salto, ¿Había venido a casa? ¿En qué momento? Busqué en la isla la tarjeta, y efectivamente, estaba tendida sobre el mármol.

Doctora Eira, psiquiatra.

Calle Spengfild, Mashville. Edificio A.

Arrastré la tarjeta conmigo hasta el sofá, ¿Porqué ese cambio tan drástico? Ni si quiera me preguntó cómo estaba. O si estaba de acuerdo. Sólo entró a mí edificio, dejó la tarjeta, y el resto quedó a mi suerte. Perfecto. Súper genial. Pasaré el fin de semana en un psiquiatra. Y muy a parte de eso, la Doctora Miller tenía mi caso más que bien atendido, eso sin contar que tenía la leve sospecha de que era madre de Hades... Aunque de ser así, lo hubiese recordado.

Me tiré en la cama al caer la noche, con el tema de la nueva Doctora perturbandome la mente.

ASMODEUS © [S.S #02].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora