LA NIÑATA DELINCUENTE

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Nunca había visto un día tan malo como este en Barcelona. La gente corre hasta encontrar un lugar en el que cubrirse de la abundante lluvia, mientras lucha contra el viento que parece empeñado en dar la vuelta a sus paraguas. Los árboles se mueven de tal manera que parece que en cualquier momento van a arrancar sus raíces de la tierra. Suspiro y bebo un trago de mi taza de café humeante, mirando por la empañada ventana de mi despacho en comisaría.

Llevo cinco horas encerrada en estas cuatro pareces y no ha sucedido nada que merezca la pena. Cuando el comisario me comunicó que sería la nueva inspectora de la comisaría pensé que mí día a día iba a ser algo más emocionante. No lo sé, tal vez algún asesino en serie al que haya que investigar siguiendo sus patrones, o desenmascarar un cartel de sicarios. Supongo que mi afición a las series y novelas policiacas desde pequeña me puso las expectativas demasiado altas. La realidad es que solo se me presentan casos que podría resolver un niño de diez años si se lo propusiera, y hoy ni eso. No es que yo desee el mal a nadie, pero la rutina que suponen los papeleos y organizaciones dentro de la comisaría me tiene harta.

La rutina me tiene harta, en mi vida en general. Es un problema que me reconcome la conciencia a diario. Me cuesta un esfuerzo sobrenatural salir de la cama cada mañana para volver aquí, supongo que tendrá que ver el hecho de que este es el sueño de mi padre, y no el mío. Lo he hablado con la psicóloga, con el psiquiatra y con mis amigos. Lo único que he logrado es una receta para comprar antidepresivos y pastillas para dormir bien. Lo demás no ayuda nada. Mi compañera y amiga Julia siempre insiste en que me coja la baja si estoy mal, pero yo pienso que encerrarme en casa sería peor. Por lo menos tuve el valor de dejar a mi ex y tengo algo de tranquilidad cuando llego a casa.

Decido salir de mi despacho en busca de algún compañero que pueda alegrarme un poco.

Llego hasta la amplia sala llena de escritorios y ordenadores en la que trabajan algunos de mis compañeros. Veo que Sabela está tecleando algo en su ordenador y me acerco, sentándome ligeramente sobre su mesa.

- ¿Algo interesante?

- Que va, una pelea en un bar cutre y un robo de bolso en las ramblas.

- ¿Un robo de bolso?

- Sí

- ¿Y tienen al ladrón?

- Sí, están de camino. Estoy intentando descargarme su historial pero con esta mierda de tiempo la señal no para de caerse.

- ¿Es uno de los chicos de Los Rumanos? – pregunto interesada.

Los que llamamos "Los Rumanos" son una mafia dedicada a traer chavales de Rumanía para distribuirlos por el metro y los puntos turísticos más concurridos de Barcelona. Son muchos y roban carteras, bolsos y objetos personales como móviles o cámaras para después llevárselos a sus jefes y quedarse con una mínima parte de lo que consiguen. Todo apunta a que Fernando Diez es uno de los cabecillas de todo esto, pero debido a la falta de pruebas no tenemos permitido arrestarlo. Tener a uno de los chavales por aquí siempre es bueno para poder sacarle algo de información, aunque rara vez suelen hablar. Cuando alguno lo ha hecho de más, ha acabado ciego, cojo o muerto.

- Lo dudo, Natalia Lacunza no tiene mucha pinta de ser nombre de rumano.

Vuelvo a suspirar decepcionada. El reloj aún marca las 16.20, lo que quiere decir que solo llevo 20 minutos aquí desde que volví de mi descanso para comer y parece que hayan pasado horas.

- Mira, ahí entra la ladrona – llama mi atención Sabela señalando hacia la puerta.

Julia y Miki entran agarrando por los brazos a una chica bastante alta que viste una sudadera negra un par de tallas más grandes que la suya. Tiene la capucha puesta, lo que me imposibilita ver su cara. Sus brazos están unidos por unas esposas en la parte delantera de su cuerpo. La dirigen hasta una de las mesas en la que procederán a tomar su declaración. Al sentarse lo primero que hace es levantar las manos al aire y decir algo. No consigo oírla desde aquí, pero por sus gestos parece que pide que le quiten las esposas. Obviamente no lo consigue. Cuando sus manos se alzan la manga de su sudadera cae dejando al descubierto un tatuaje que me resulta demasiado familiar.

 FLASHBACK      

Me empuja contra la pared del baño y su mano tatuada baja por mi abdomen y consigue colarse por dentro de mi pantalón.

- Qué mojada estás rubita – dice en mi oído consiguiendo que la música de la discoteca quede completamente en segundo plano.

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Tras el intento fallido con las esposas, sacude su cabeza hasta dejar caer la capucha de su sudadera. La veo de perfil, pero su inconfundible corta y negra melena me confirma que es la chica del viernes pasado.

- Vamos, no me jodas – digo entre dientes, ante lo que Sabela frunce el ceño – ¿tienes ya el historial?

- Sí, justo acaba de descargarse.

Sabela gira la pantalla del ordenador y me acerco para poder ver con claridad lo que me enseña. Lo primero que aparece es una foto de carnet con sus datos personales a lado. Al leer su edad los ojos se me abren como platos. Robo el ratón de la mano de Sabela y bajo la ruleta para poder ver la lista de antecedentes por delitos leves que tiene Natalia. No son precisamente pocos.

- La quiero en media hora en la sala de interrogatorio.

- ¿Para qué vas a interrogarla? Solo es una niñata delincuente.

- Tu hazlo – ordeno antes de girarme y volver a mi despacho.

ANTES DE MORIRME \\ AlbaliaWhere stories live. Discover now