Capítulo 35 ✅

283 25 0
                                    


Me mantenía acostado en mi cama, cómo había pasado en toda la noche, no he dejado de meditar en lo que había ocurrido ayer. Solo llegué a una conclusión básica: La indiferencia de Ian me hacía más daño de lo que me gustaría reconocer. 

Solté todo el aire y rasqué mi rostro intentado borrar la expresión de cansancio de mi cara. No quiero ni verme al espejo, debo estar horrible.  Pensé en salir a tomar algo con cualquier persona que se me cruce por la cabeza, no me gusta estar sola pensando en todo. No quiero darle más vueltas al tema o me volveré loca. 

Acerqué mi cuerpo al armario y saqué la primera ropa que vi en mi armario: un vaquero, una camiseta básica y mis bambas; era lo más rápido que mis manos pudieron agarrar. 

Me armé de valor y me vi en el espejo; y efectivamente, era un desastre, mi cara se notaba exhausta.

Salí por la puerta, caminando por el pasillo hasta la cocina de abajo, que se encontraba vacía, como casi todas las mañanas; abrí el refrigerador, pero no había nada que pudiera animarme y eso me hundió más. 

Iré al centro comercial por un batido.

Intenté contactar con Lex, pero no contestaba el teléfono, le mandé varios mensajes y nada. Si tengo que esperar a que responda, me encontrará en un bolita en el suelo ahogada por mis propias lágrimas.

Seguro que seguía con aquel chico de la fiesta en la playa.

Debería empezar a recordar los rasgos faciales de ese muchacho por si acaso tengo que ir a declarar o me viene a interrogar la policía.

***

Fue una larga caminata hasta el centro comercial del centro. No me apetecía conducir el coche hasta allí y luego tener que volver. Además no había visto a ninguno de mis hermanos por la casa. 

Todo el centro comercial estaba lleno de personas; al ser fin de semana había muchos adolescentes como yo por los alrededores. Eso me hacía sentirme más sola de lo que ya me sentía.

Fui directa al puesto de batidos, pedí mi batido de tres frutas: Fresa, plátano y mango. Mi preferido. El que siempre pido cuando estoy triste. Y cuando estoy feliz... Siempre lo pido.

Al entregarle al dependiente el dinero con una propina quise pasear por el resto del recinto, haciendo tiempo hasta la hora de comer. 

Este plan no está funcionando, porque he salido de mi casa para no pensar en el estúpido de Ian y ahora mismo quiero llorar mientras sorbo mi batido y veo una pareja agarrados del brazo.

Paseé por el escaparate de un montón de tiendas de muchas cosas diferentes, pero finalmente es siempre lo mismo de siempre. Nada me llamaba la atención. Eso me amargaba. 

Saqué el teléfono haciendo más amenos este momento y de paso perder de vista a todas las personas que se cruzaban conmigo y que estaban felices. Fruncí mi ceño al ver las llamas perdidas de mi padre

Esto era para terminar de hundirme. Si es algo importante volverá a llamar, porque no pienso devolverle la llamada.

Divisé la esquina en uno de los puestos que se encontraba apartado del resto. Parecía un negocio humildad y para nada extravagante. Me acerqué con mi mano en el bolsillo y en la otra mi batido. Un escaparate lleno de libros apareció ante mí. Parecía una tienda de libros de segunda mano, los precios eran extremadamente bajos.

Voy a echar un pequeño vistazo.

Nada más poner un pie dentro de esa tienda, sentí algo en mi interior que me decía que ese era mi lugar. Estaba cómoda con él y podría estar viendo cada una de las estarías y recorrer toda la tienda y me sentiría bien.

VENUSWhere stories live. Discover now