Capítulo 14

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El dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional.

Buda

Stuart se mordió el labio inferior mientras tocaba su mejilla golpeada, recordando el beso que le había robado al dueño de casa. Quiso sentirse mal por lo que había hecho, pero no podía, aún sentía el sabor de sus labios, el propio latido de su corazón, su aroma...

Necesitaba hablar con alguien, con algún amigo, pero en París no tenía a nadie y en esa casa estaba peor que un prisionero, el motivo de su desvarío durmiendo en una habitación no muy lejana de él.

Quizá podía enviarle una carta a Murdoc, pero como expresar en palabras el tormento que estaba sintiendo, como decirle en unas cuantas líneas que había llegado a París con la esperanza de encontrar a su esposa y se había terminado sintiendo atraído por un hombre.

Pero es que Blais le recordaba tanto a Olive, era como ver a su esposa tan salvaje e indomable como la recordaba, aunque el rostro de ella se hubiese difuminado en su memoria con el paso de los años.

Agradeció que Meadows le hubiese traído unas botellas de brandy, así podría adormecer su mente y poder llorar tranquilamente por la pérdida de Olive y los sentimientos que en él despertaba Blais.

Tal vez ebrio podría recordar a su mujer.

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Blais tragó de un sorbo el contenido de la copa que sostenía, cubriéndose la boca mientras sus ojos se arrugaban.

La botella de aguardiente que tenía escondida de la vista de todos en su habitación ya estaba casi vacía, mientras un par de botella de coñac esperaban su turno para ser bebidas.

- ¿Qué demonios estas haciendo? – En su apuro por olvidar lo que había ocurrido entre él y el lord inglés había olvidado cerrar la puerta y también las rondas de Honoré para asegurarse que estuviese bien.

- Me besó. – Atinó a contestar, alcanzando la botella para beber directamente de ella.

- No lo hagas. – Sintió como su primo luchaba contra él para quitarle el aguardiente, Blais apretando los dientes con rabia. – Sabes que Antón te prohibió beber alcohol.

- ¡Me importa una mierda! ¿Qué no entiendes? ¡Ese hijo de puta me besó! – Dijo entre lágrimas de rabia, sus mejillas sonrojándose por la embriaguez y la ira.

- ¿Quién?

- Stuart, él...él me...- Hizo un gesto antes de tirar con fuerza su copa al suelo, esta explotando en una lluvia de vidrio por el suelo. - ¿Por qué? ¿Acaso no he sido lo suficientemente claro con él? Lo odio, lo odio tanto. – Espetó con los dientes apretados.

- ¿Descubrió tu secreto, prima mía? – La botella resbaló de las manos del más pequeño.

- N-no. – Tartamudeó. – N-no lo cre-creo.

- Entonces, hasta vestida de hombre le llamas la atención.

- ¡No! Él es un traidor, me prometió amor y...- Blais se ahogó con sus propias lágrimas, sintiéndose frágil.

- Enana...- Honoré envolvió al hombre de ojos verdes entre sus brazos, besándole el pelo, comprendiendo levemente había cometido un error al traer al conde de vuelta a la vida de su prima, no era solo el orgullo lo que Stuart había lastimado, había herido el alma de la mujer, había dado un golpe al frágil corazón que soñaba con historias de amor y la había obligado a asumir un papel que si bien le daba la libertad que no le daba su propio género, se había convertido en una forma de enterrar los recuerdos que alguna vez podría haber atesorado con cariño, pero que en ese preciso momento la estaban atormentando.

- Quiero que soluciones el problema que hay en Périgord a más tardar el martes, la próxima semana debes partir con Jolié y con quien ella quiera llevar a mi castillo allá.

- Pero...

- Te llevarás también a Lord Pot, no lo quiero aquí.

- ¿Y la duquesa?

- Los estará esperando allá con una sorpresa para el conde. – Dijo, tratando de calmarse.

- Noodle, no es bueno para...

- Haz lo que te digo. – Escupió con rabia. – Hazlo porque solo así mi corazón va a sanar.

- Lo que tú digas. – Susurró, apretando su agarre a la mujer vestida de hombre, agradeciendo internamente sentir como se tranquilizaba después de sus palabras. – Ahora ve a descansar.

- No, quédate un poco más así. – Pidió, mirándolo de forma suplicante mientras nuevas lágrimas salían de sus ojos.

Honoré asintió, por esa noche, él sería su paño de lágrimas.

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Antón sonrió mientras leía una vieja versión de Las penas del joven Werther, releyendo concienzudamente la escena del suicido del protagonista, frunciendo el ceño por décima vez al leer cuanto tiempo le había tomado morir al joven y como su amada sufría por él.

¿Acaso el amor te llevaba a la desesperación? ¿El no tener a la persona amada era tan terrible? Miró el objeto que usaba como separador de hojas, acariciando con la yema de sus dedos el rostro redondo e infantil de la bonita muchacha que daba una pequeña sonrisa en la imagen.

Él quería estar vivo para cuando ella se dignara a volver, quería abrazarla y decirle todas las cosas que con el tiempo fue ocultando en su corazón, pero, por sobre todas las cosas, quería verla feliz.

Le preocupó haberla visto tan débil y algo en su interior le dijo que era culpa de ese sujeto que había llegado a vivir a su casa.

Sonrió con ternura al ver la nota escrita detrás del daguerrotipo.

- Amor omnia vincit. – Leyó en voz baja.

La niña que había conocido cuando era pequeño en la casa de la patrona de su padre se había convertido en una hermosa mujer y él daría todo para que ella fuese feliz, aunque se ocultara detrás de ropa masculina, aunque ese brillo pícaro que la había acompañado desde su juventud hubiese abandonado sus ojos, aunque se hubiese tardado más de la mitad de su vida en comprender que la amaba.

Ella era la luz de su mundo, ella era la personificación de todo lo que había sobre la faz de la tierra.

Ella era Noodle.

Le daba su vida sin que ella lo pidiese para vencer todos los fantasmas que se levantaban en su espíritu, porque el amor todo lo vence.

Saint Honoré (Fanfic)حيث تعيش القصص. اكتشف الآن