El barco metálico abandonado

1 0 0
                                    

Apolo continuo diciendo: -"También me acuerdo de una historia, que dicen que algunos atardeceres crecen un tipo de flores en el desierto, no se sabe cómo ni porque, pero crean un increíble paisaje que sería lo último que viese alguien, pues no sobreviviría a la noche.

También se habla de tormentas de arena que en realidad son las cenizas de pueblos anteriores del desierto, y que matan a todos los que se cruzan con esta tormenta, que carga con los espíritus de mil almas vengativas.

También de los cosechadores, cuando una persona está en las ultimas puede ver espejismos tan fuertes como la mismísima parca acercándose a él con una gran guadaña, ser paralizado, ver cómo te corta el cuello y estar desangrándote mientras ella tortura tu cuerpo."-

Entre historia y historia llegamos hasta aquella cosa, pues fácilmente medía 20 metros, parecía una nave estrellada, tenia forma de barco sin velas y redondo. Echamos un vistazo por fuera, incluso gritamos por si había alguien dentro pero nada, no tuvimos respuesta, pero entonces Cupido sin querer toco algo que no debía, y abrió una compuerta de embarque, estaba todo oscuro, a Aphrodita le daba muy mala sensación, presentía que adentro había algo maligno, sin embargo entramos, estaríamos a salvo del calor ya que hacia fresco dentro. Lo primero que pudimos ver es que había chatarra, armas, armaduras, marionetas de madera, de metal, y otras cosas muy bizarras, casi a oscuras, con telaraña y polvo por todas partes, de verdad parecía que llevaba mucho tiempo abandonado, era muy largo y también se dividía en habitaciones de igual forma que el resto, pude darme cuenta que en el centro de cada extremo, había unas escaleras que ascenderían a pisos superiores, pero entonces Artemis investigando se le cayó algo, una especie de figura de metal, que al caerse se le encendieron unos ojos rojos, que creó un ruido, el ruido que hizo provoco una reacción en cadena a los demás objetos, que también tenían unos ojos rojos o una luz roja, que nos empezaban a atacar, y se abalanzaban hacia nosotros.

Sacamos nuestras armas y nos los empezábamos aquitar de encima, habían de todos los tamaños, pequeños y hasta más grandes queuna persona. Yo quien fue el único que se había percatado de las escaleras lesordene que huyéramos por ellas, hacia arriba, pero esto seguía en la siguiente planta.Los pequeños saltaban hacia nosotros, y los evitábamos golpeándolos, como haciaAtena con su báculo o Poseidón, y los grandes dando puñetazos y con filos, losparábamos con las espadas, como yo, Apolo o Hefesto con su hacha.

Hermes, Heraldo del lagoWhere stories live. Discover now