VII

1.3K 145 134
                                    

Beso tras beso, caricia tras caricia, el calor del ambiente incrementa y me encuentro a mí mismo cediendo nuevamente ante sus encantos; disfrutando de su tacto, disfrutando de sus labios que abrazan los míos con fiereza, disfrutando de su voz y de las palabras altisonantes que entona. Disfrutando de él.

No tengo tiempo para pensar, tan solo puedo sentir. Sentir y dejarme llevar. Sentir y disfrutar. Sentir y complacer.

Mis uñas se entierran en su espalda, dejando delgadas líneas escarlatas, en las que después se formarán costras, dejándole saber cuán desesperado estoy por aferrarme a algo, porque siento que en cualquier momento saldré disparado hacia las estrellas. Sé que después tendré que disculparme, pero ahora, ahora tan solo quiero ser consciente de lo que está ocurriendo, ahora tan solo quiero que este hombre me bese y con ello, me envuelva aún más en el placer.

Sus manos son grandes, ásperas y cálidas; tan cálidas, que logran hacer que cada parte de mi piel arda en llamas con su simple contacto, y eso, eso me fascina.

Lentamente recorre mis brazos, desde las muñecas, hasta los hombros, con cada centímetro que toca va nublando mi mente que ya creía perdida, los jadeos no se hacen esperar y a pesar de que acabamos de corrernos, el beso que me proporciona en la nuca, me indica que una nueva ronda acaba de comenzar.

Mis gritos de placer llenan la habitación, acompañados de sus gruñidos y leves jadeos que me indican, lo está pasando tan bien como yo.

Su mano derecha viaja con lentitud a mi entrepierna, haciéndome gritar cuando presiona la cabeza de mi miembro, fuerte y sin delicadeza. Giro mi rostro para reclamarle por su acción, pero al quedar de frente, las palabras se evaporan de mi mente y tan solo puedo gemir al sentir sus labios sobre los míos, devorándolos con fiereza.

Nuevamente me coloca contra la cama y las embestidas toman mayor impulso, puedo sentirlo, llegando cada vez más y más profundo; mi mundo entero da vueltas y me doy cuenta de cuánto lo necesito, de la adicción que me he generado a sus labios, de la adicción que me puedo generar, a él.

Esto está mal, una parte de mí lo sabe y me advierte, pero no puedo luchar, soy incapaz de hacer otra cosa que no sea disfrutar, así que me limito a cerrar los ojos, para así poder ceder totalmente al placer.

—Bésame —suplico utilizando toda mi cordura en poder pronunciar correctamente cada letra—, bésame —repito—, bésame...

Lo noto acercarse con una sonrisa orgullosa en su rostro, gozando de tenerme a sus pies, disfrutando de saber que es él quien me provoca.

—Estamos para servir —burla terminando con la distancia entre nosotros.

La luz inunda mi vista y siento cómo todo lo que me rodea pierde color, firmeza y desaparece dejando siluetas borrosas de lo que eran.

—Al fin despiertas, ¿ya te sientes mejor? —escucho que alguien me pregunta desde la lejanía.

— ¿Qué? —mis párpados se contraen, antes de que comience a abrirlos nuevamente, permitiéndome así conocer las imágenes del entorno que me rodea.

Lo primero que me encuentro es con el oficial Penavos, sentado frente a mí con una bandeja de comida, al parecer recién preparada, mientras me observa atento y con una amable sonrisa surcando sus labios.

— ¿Qué es esto? —pregunto aún adormilado mirando a los alimentos, comenzando a degustarlos antes de siquiera probarlos.

—Tu desayuno —responde con tono animoso—. Supuse que tendrías hambre al despertar, así que te preparé algo...

—Oh, vaya, muchas gracias —digo sintiendo el rubor inundando mis mejillas—. No tenía que molestarse...

Por primera vez en este rato que llevamos hablando, me fijo que la única prenda que trae puesta, son sus boxers negros, dejando totalmente expuestos sus muy bien trabajados pectorales, bíceps y demás musculaturas de las cuales no puedo quitar la vista.

Hug me, Mr. PoliceWhere stories live. Discover now