🎻🎻

1.8K 23 0
                                    

Y ahora parece que el león está bueno. Todas revolucionadas en el colegio, las de quinto por lo menos. De nuestro curso y unas del curso de Simón que vinieron a preguntar por él. Justo está bueno el chico que me escribió a mí y yo no le contesto. Obvio que él me escribió porque soy la única que se acercó a hablarle, de la única que tenía el número de teléfono. Por eso. Pero igual.

A mí me había parecido como cualquier otro chico. Hasta muy flaco. Bueno, no, no como cualquier otro. Es el nuevo y lo distinto. Tiene que ser eso. Porque es común y corriente. Tiene onda. Es eso. Como se viste, el pelo, la cara angulosa, que es alto. Y sí, bueno está.

Cuando salí del colegio estaba en la puerta hablando con una de las compañeras de Simón que vino a preguntar por él. Pasé a unos metros de ellos, él pisaba un skate con uno de los pies y lo sostenía contra su pierna con una mano. Ni lo miré cuando pase cerca. Y creo que él ni me vió. Y ahí me va a quedar de recuerdo su mensaje: Rafaela, estaría necesitando algo, como recuerdo del día que pude hacer algo distinto y terminé haciendo lo mismo de siempre.

La realidad es que no le contesté porque no me creo, no me puedo creer, que este chico pueda querer hablar conmigo, que le pueda interesar. Ni pensar que pueda gustar de mí, eso ni es posible en mi cabeza. O que en vez de mirarla Rosario el primer día me haya mirado a mí. Eso pareció. Pero no es posible. Ese tipo de chico jamás se fijaría en alguien como yo, ese es el tipo de chico que no me registra. Bueno, ese y todos los demás, pero ese es del tipo que jamas me va registrar.

Me quedé tildada mirando el whasap, pensando que podía escribirle algo como para intentar reconectar, retomar el impulso que había tenido, pero no puedo dejar de pensar para qué y después qué. Aparte seguramente él esta todavía charlando con la compañera de Simón.

Solamente le conté Rosario lo doy mensaje de León. Su cara. Entre que me quiere matar, le da bronca y está resignada. Se paró para salir en el recreo y apuntó con su dedo a mi cabeza.

—El problema está acá, ¿Sabés? No son los kilos que vos pensás. Dejate de joder, Rafaela.

Sí, se calentó. No sé ni para que le conté. Como mucho le iba a contestar un mensaje, él me iba a escribir una pavada y ya. Ahí iba a quedar.

O no. Y jamás me voy a enterar.

Me quedé checando el celular cada tanto. Como si fuera a pasar algo. Como si de repente fuera a sonar.

Intermitente RafaelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora