Capitulo II La mentira

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Tal como lo predijo y su corazón lo temía. Al cruzar el jardín estaba Valentine, reía, sujetado de la mano de Sylphid, no quería mal interpretar la situación y se quedó un rato parado, viéndolo solamente, tan atentó como un jurado de cine a la obra en cuestión, analizando y tratando de adivinar el porqué de esa escena,  que significaba y como reperticuria al resto de la trama.

Fue hasta un momento después que el caballero rubio se hizo parte de la trama, al ser notado por Valentine, en ese segundo el temor de radamanthys se hizo verdadero y real. Esa  fría mirada se clavó tal cual estaca en su corazón, que lloraba el nombre Valentine.

-Vale... -dijo con el valor que su lastimado corazón le daba, se acercó a él, con ojos de enamorado-

- Señor  wyvern - contestó en forma alegre, poco formal pero completamente impersonal, tal como lo había temido- veo que la invitación, llegó a su destino, es una suerte inmensa y reconfortante tenerlo aquí. Pero no me deje como un mal anfitrión y tome asiento, por favor ¿Dónde están mis modales? -chasco los dedos y un mayordomo acudió a él- traiga a nuestro invitado, una silla y algo de tomar, debe estar muy sediento.

Cada palabra, cada frío trato, cada gesto de fría amabilidad, hacia retorcerse el alma de Radamanthys en cólera a él mismo.
Aunque sus labios querían llamar su atención al pronunciar su nombre, la vergüenza y la pena se lo impedían.
Quería su atención, necesitaba exigirla, pero ¿Tenía derecho a caso? La respuesta era obvia, así que, no tuvo más opción que sumirse a la situación.

El mayordomo trajo con sigo una silla y una bebida, Radamanthys no tuvo más opción que aceptarla, aunque esa bebida era de su especial desagrado.

Valentine, después de almenos una hora, se vio desocupado, la organización del evento en la mansión de sus padres fue más difícil de lo que pensó, el tiempo era su enemigo igual que su propia ansiedad y el atropello de la presencia de Radamanthys empeoraba todo. Pero ahora era tiempo de saludar a los invitados, en especial al que llegó primero.

El tragó le duró toda la hora, y comenzaba a pensar que Valentine, solo se hacía el ocupado para evitarlo, una parte de él perdió toda la esperanza de hablar, así que se puso de pie y dejó el vaso en el suelo.

- Una enorme disculpa señor wyvern - detuvo su andar por la melodiosa voz de su anfitrión - es solo que no esperaba su presencia tan pronto, me temo que me haya en las peores circunstancias a la que un anfitrión puede estar sometido, le he hecho perder su tiempo y le pido una disculpa.

- Vale ya deja de hablar así -se volteó para verlo, aunque poco le duraría la vista sobre el de cabello rosa, pues la vergüenza le hizo desviarla-

- ... -se mantenía amable y ajeno al sentir de Radamanthys, o almenos eso aparentaba- ¿Disculpe?

- Qué dejes ya tu actuación de anfitrión, que dejes de trátame como un desconocido, porfavor Vale, tenemos que hablar.

-Claro que hablaremos, Señor Wyvern, déjeme decirle que su aportación a esta causa será la más noble de todas - omitió todo lo demás - su aportación salvará al hospital, a los enfermos y a sus familias, además de que su popularidad en la bolsa de valores subirá, muy pronto recuperará su inversión.

Valentine seguía hablando, Radamanthys perdió toda la atención él sus palabras, y se centró en sus labios, recordando cómo esos rojos y carnoso labio habían recorrido su cuerpo tantas veces, tantas veces los había lamido, mordió, besado, como los había devorado la primera vez que los probó, y su sabor, ¡Oh por los dioses! Ese sabor lo volvía loco y adicto, siempre quería más, jamás hallaba saciedad en ellos, esos labios...

- (que bien besan esos labios)

Sus palabras iban acompañadas de su manos, que se ponían temblorosas y torpes.Él sabía que no era la explicación o los errores que cometía, tanto en la pronunciación como en la información, producto del nerviosismo que tenía, si no la presencia de Radamantys el culpable de su estado.

Con la misma moneda Where stories live. Discover now