Parte 10. Yo

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Hoy es el primer día tras mi renacimiento en el que voy a acudir al instituto. El fin de semana he podido esquivar los comentarios de los padres de Vera ―mis padres― alegando que estaba cansada o que me dolía la cabeza. Todavía no sé cómo se supone que debo actuar con este cuerpo nuevo ni qué espera de mí la gente. Aunque no es algo que me preocupe demasiado.

Bajo al salón en el momento en el que mi padre me llama para desayunar.

―¿Aún estás sin vestir? ―me pregunta. Me observo medio atolondrada porque no soy capaz de creerme que al fin haya conseguido volver al mundo de los vivos. Llevo el pijama puesto y el pelo enredado. Ni siquiera me he desmaquillado por lo que parte del khol se expande por mis párpados dándome un aspecto dudoso.

―Ya, bueno... Tengo tiempo ―respondo sin muchas ganas, mientras me sirvo un bol de cereales de arroz con chocolate.

Mi madre me mira extrañada.

―¿Desde cuándo tomas los cereales de tu hermana?

―¿Qué? ―espeto con la boca llena―. Me gustan.

―Nunca te han gustado. Llevan mucho azúcar.

―Tonterías...

Tomo otra gran cucharada ante la curiosa mirada de mis padres. Tal vez a ti, Vera, no te gustasen los cereales híper azucarados, pero a mí, sí.

―Como te has levantado tan tarde, apenas va a darte tiempo de salir a correr antes de ir al instituto.

―No pensaba ir a correr.

―Vas a correr todos los días desde hace dos años, Vera... ¿Estás segura de que te encuentras bien? No te reconozco.

Claro. Porque no soy la misma persona. Nada de correr ni de cereales integrales. Yo soy diferente por mucho que mi cuerpo sea el mismo que el de vuestra hija. Maldita sea, supongo que me llevará un tiempo hasta que acepten mi cambio de actitud, porque, ¿sabes qué, Vera? No pienso actuar como si fuera tú. No pienso ir de niña buena y mimada porque soy incapaz de hacer un papel por el resto de mi vida. Que espero que sea larga, como comprenderás.

Me largo de la cocina en cuanto puedo porque tus padres no dejan de hacerme preguntas incómodas para las que no tengo respuesta y me visto con tu ropa. Me queda genial, la verdad. Es cómoda y sexy pero sin ser soez. Tenías buen gusto, Vera, y eso me alegra.

Me marcho al instituto y entonces los veo. Ellos siguen ahí, impasibles. Me observan al caminar, desde las esquinas. Me miran porque saben lo que he hecho y sienten curiosidad. No puedo echárselo en cara y bueno, algo me dice que no voy a librarme del mundo de los muertos jamás. Tendré que aprender a vivir con ello.

Grata sorpresa es llegar al instituto y toparme en uno de los pasillos con Leah. Bueno, quiero decir con su cuerpo. Ella me mira, y yo le devuelvo el gesto. Sonreímos, porque no le guardo rencor. Supongo que yo en su lugar hubiera hecho lo mismo, y puede que en algún momento nos necesitemos la una a la otra.

Camino entre los pasillos recorriendo las aulas sin detenerme en ninguna en especial, porque seamos sinceras, no he venido hasta aquí por las clases. Ni por tus amigas. Algunos de tus compañeros me llaman por tu nombre pero mi cerebro aún no ha aprendido que debo girarme y prestar atención cuando lo hacen.

Me concentro en mis pasos, en el peso de los libros entre mis brazos, en la luz que se filtra por las ventanas y que daña mis ojos de reencarnada, y entonces le veo. Me apresuro un poco, finjo estar distraída mirando cualquier bobada que apuntaste en tus libretas y cuando al fin lo dejan solo, me choco con él deliberadamente.

―Oh, vaya, lo siento. Qué torpe soy.

Nos agachamos a la vez y nuestras manos se rozan cuando recogemos las libretas y los papeles sueltos que he dejado caer a propósito.

―Tranquilo. Es que iba distraída.

Levanto la vista y nuestros ojos se encuentran por primera vez en este mundo.

Él es un caballero, Vera. Si te quedas observando desde allá arriba estoy segura de que lo apreciarás igual que yo.

―¿Te conozco de algo? ―me dice, con una sonrisa forzada que emerge de un rostro cansado por el duelo de su amigo.

Yo niego con un gesto y me retiro el pelo de la cara, procurando parecer inocente.

―Soy Vera ―me presento tendiéndole la mano, que él aprieta sin vacilar.

―Encantado, Vera. Yo soy Lucas.

Oh, Lucas, siempre tan ingenuo.

Sé exactamente quién eres. Ahora es mi turno de mostrarte quién soy yo.

FIN


Erika desde el más allá (Completa)Where stories live. Discover now