14. El huésped.

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POV Natalia.

Marta se mantenía frente a mí en silencio, el único sonido que hacía que aquella tensión fuese un poco más fácil de sobrellevar era el tintineo que la cuchara provocaba contra la taza de café.

"¿Desde cuando lo sabes?" Rompió ella el silencio, clavando sus ojos en los míos. Tragué saliva mientras juntaba mis manos por debajo de la mesa, nerviosa.

"Hace unos días, cuando me desmayé en el hospital dónde llevamos a Alba" Confesé.

"Joder..." Habló ella colocando sus manos en la boca, acariciando su rostro nerviosa. "Mierda" Dijo bajando sus manos de nuevo al café.

"Lo bueno es que sólo lo sabe Sabela y ella no va a decir nada" Marta me miró, amenazante.

"¡Pero no puedes acudir a la cárcel a trabajar así, Natalia!" Suspiré llevando mis manos a mi pelo, peinándolo nerviosa.

"¿Y qué quieres que haga?" Pregunté. Ella se mantuvo en silencio, tampoco encontraba solución.

"¿Seguirás adelante?" Preguntó de nuevo. Bufé encogiéndome de hombros. "¿Quién e-"

"¿Te acuerdas del mejor amigo de Alba?" Corté su pregunta. Ella asintió.

"Bien pues, hace casi un mes y medio antes incluso de entrar a trabajar en la cárcel, nos encontramos de fiesta" Suspiré.

"Y pasó" Acabó Marta.

"Sí, pasó. Pero somos amigos y de echo después de aquello lo hablamos, entre nosotros sólo hay colegueo."

"Tienes que decirlo" Habló Marta. "No vas a poder esconderlo dentro de ocho meses" Continuó ella para después hacer un silencio, ninguna de las dos hablaba.

"Creo que voy a abortar" Rompí el silencio. Ella clavó sus ojos en los míos. "Marta, no puedo quedarme embarazada. Nunca he querido hijos, soy un desastre y... no, no soy capaz de esto" Dije señalándome la barriga dónde supuestamente se estaba empezando a formar una vida.

Marta buscó mi mano por encima de la mesa y me la cogió. Suspiré viendo como nuestras manos se entrelazaban.

"Natalia, hagas lo que hagas te voy a apoyar. Tomes la decisión que tomes, ¿de acuerdo?" Dijo ella. Asentí apretando mi labio mientras por culpa del agobio y estrés sentía las ganas de llorar acudir a mí.

Marta lo notó e hizo un puchero, levantándose de su sitio y acercándose a mí. Me dio un abrazo mientras yo dejaba caer algunas lágrimas.

"Gracias" Hablé contra su cuerpo.

"No tienes que tener miedo, Nata" Dijo ella, provocando que yo asintiese mientras me retiraba las lágrimas.

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No estaba.

Se había marchado, sin decir nada. Sin dar explicación alguna, sin ningún tipo de arrepentimiento o intención de despedirse.

No sabía qué me dolía más.

El corazón, mis sentimientos, sentir como si de pronto la existencia de Alba hubiese sido un invento de mi subconsciente. Efímero.

No sabía ni entendía el por qué, ¿por qué había hecho aquello?.

Pero no podía preguntarle tampoco.

Me pasaba los días llorando, escuchaba algunas veces llegar a Andrés hasta la puerta de Alba y pegar algunos golpes. Pero él también sabía de su marcha.

Un día golpeó mi puerta.

No iba a abrirle, muchos de nuestros problemas tenían origen en justo la persona que estaba tras mi puerta y yo más que nadie sabía sobre la historia de Alba y él.

Pero estaba ciega. Ciega por no parar de llorar, ciega por mis lágrimas y mi dolor de cabeza constante.

Abrí, viéndolo ahí. Sin hacer nada, con una litrona a medio beber de cerveza en una de sus manos.

Me miró a los ojos y pudo ver seguramente mis ojeras y la rojez que tenía.

Fue entonces cuando Andrés empezó a llorar, dejando caer su litrona al suelo.

"Se ha ido" Emitió. Bufé sintiendo aquel nudo de nuevo en mi garganta.

"Sí. Se ha ido" Confirmé con la voz rota.

Él apretó los labios siendo un mar de lágrimas y de nuevo se acercó a la puerta de Alba, que quedaba justo delante de nosotros.

"¡Hija de puta!" Gritó golpeando su puerta con rabia, descargando todo su dolor. "¡Joder!" Dijo él. Suspiré observándolo mientras dejaba caer alguna lágrima y posteriormente cerré la puerta de mi casa.

Me dejé romper de nuevo mientras caminaba hacia la habitación. Mi cama aún olía a ella, sus cosas seguían repartidas por mi casa y, la llave de su piso seguía inerte en mi mesita.

Hacía once días atrás que se había ido, después de un día normal. Entre risas, complicidades, caricias. Aquella noche hicimos el amor y más tarde nos pusimos una película disney. Hasta que me dormí.

Si hubiese sabido que al despertar, ella no estaría. No me hubiese dormido nunca.

Llamaron a mi puerta de nuevo y bufé pensando que se trataría de Andrés. Acudí decidida a echarlo de la finca hasta que al abrir me encontré con alguien a quién no había visto nunca.

"Hola" Saludó él, con una sonrisa triste.

"¿Hola?" Contesté confundida.

"Soy el mejor amigo de Alba, Joan encantado" Ofreció su mano y yo la acepté estrechándola con la mía. "Hay algo que deberías saber" Comunicó.

"Pasa" Dije abriéndole mi puerta.

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Sabela no iba a decir nada, cosa que agradecía. Llegado el momento si decidía seguir con aquello, me las apañaría.

Hoy nos tocaba patrulla conjunta a ella y a mí por los pasillos. Solía ser calmado así que íbamos en silencio, observando a cada una de las presas hacer su día.

Hasta que Maria Villar se interpuso en nuestra marcha.

"¿Interna?" Dijo Sabela queriendo explicaciones de por qué Maria había hecho aquello. Pero Maria sólo me miraba a mí.

"Quiero ir con Alba" Habló mirándome fijamente.

"Interna, no pu-" Empecé viéndome interrumpida por ella.

"Vale, ¿Que tengo que hacer para que me llevéis a enfermería, abrirme la cabeza?" Preguntó totalmente decidida.

"¡Interna!" Gritó Sabela cuando Maria ya se estaba acercando a uno de los pilares para autodañarse. "Puedes ir" Suspiró viendo como Maria sonreía victoriosa, acercándose de nuevo. "Lacunza, llévatela" Ordenó. Amplié los ojos mientras negaba.

"¿Yo?" Dije en desacuerdo.

"Tengo que hacer cosas por aquí, tu tienes el horario tranquilo" Se excusó. "Adiós" Dijo despidiéndose rápidamente para posteriormente desaparecer de nuestra vista.

Maria Villar y yo nos quedamos allí, quietas observando como Sabela se iba y posteriormente ambas giramos la cabeza observándonos.

"Venga, vamos" Dije cortando aquel silencio.

Maria Villar sonrío mientras levantaba las manos y se encaminó conmigo hacia el otro módulo.

No sabía si eran las hormonas revolucionadas o que aquel día estaba sensible, pero yo también quería hablar con Alba.

NefelibataWhere stories live. Discover now