drowned

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Drowned

15 de febrero

Aquella noche fue una de las peores de toda mi vida.

Soñé toda la noche con un chico de cabellos oscuros. Me sonreía, me enamoraba, y luego se alejaba de mí para siempre.

Me desperté alrededor de cinco veces. Cada vez me despertaba con aquella mirada de odio tatuada en mi memoria, y cada vez me costaba dormirme aún más que la vez anterior. A la tercera vez, no pude aguantar más el frío y fui hasta el placar a taparme con al menos dos mantas más.

La mañana amaneció fría, al igual que toda la noche lo había estado. Afuera nevaba, al igual que todos los últimos días. Según Jake, una tormenta de nieve se había instalado en el noreste de nuestro país, y pasarían varios días más hasta que se alejara. Las temperaturas rompían récords, y yo intentaba confortarme rodeándome con mantas.

Cuando me desperté, sin embargo, estaba recibiendo calor. Abrí los ojos de a poco, para intentar acostumbrarme a la luz de una estufa a leña frente a mí. Fruncí el ceño.

—No puede ser que haya viajado por las sombras dormida —pensé entre susurros. Automáticamente llevé mi mano hasta el lugar que solía ocupar mi anillo, sin encontrarlo allí—. Ni siquiera estoy segura de poder hacerlo todavía.

—Yo te traje, Samantha.

Abrí los ojos grandes y me quedé quieta. Las mantas que había intentado quitar de mi alrededor se quedaron en la mitad de mi cuerpo. Lentamente, me volteé para encontrar a una niña sentada sobre la cama de Nico, a unos metros de distancia. Las sábanas negras contrastaban con su abrigo blanco. Parecía tener unos doce años, pero sus ojos decían otra cosa.

— ¿Puedo saber quién es?

Alzó una ceja.

—Tu amigo sabría responder esa pregunta —Junté mis labios en una fina línea y esperé a que prosiguiera—. Soy Hestia, diosa del hogar, entre muchas otras cosas. Estoy segura de que Nico Di Angelo te ha hablado de mí.

Asentí.

—Mire, él no está. Y yo preferiría volver a mi cabaña, así que...

—No volverás ahora mismo. Si te hubieras quedado ahí, probablemente ya estarías en la enfermería. ¿Por qué no prendes la calefacción allí?

Elevé los hombros y le resté importancia.

—Estaba bien allí.

—Sí —dijo, un poco divertida—. Bien.

No contesté, pero volví a envolver mi cuerpo con las mantas.

— ¿Qué necesita?

—En realidad, nada. Pero te encuentras muy mal, y me pareció que podrías necesitar un poco de apoyo especial.

Fruncí el ceño.

—No entiendo.

—Estás hundiéndote, Sam, incluso si hasta ahora nadar no ha sido un problema para ti. El chico ese te dejó, sí, pero no puedes dejar que eso te destruya. ¿Acaso él parecía destruido?

—No —murmuré—, pero lo estaba. Le sale muy bien actuar.

Se encogió de hombros.

—Deberías hacer lo mismo. Ese chico no es la única familia que tienes, y lo sabes. Espera unos días más. Llora todo lo que quieras. Pero luego levántate. Vístete, date una ducha, sal a flote. No puedes vivir encerrada para siempre. Hay muchas personas que ahora mismo no pueden dormir por la noche por ti —explicó con una voz dulce y calma—. Ahora mismo son las cuatro de la mañana en San Francisco. Percy Jackson se despertó hace tres minutos, y está mirando al techo desde entonces, dudando en si llamarte o no —Bajé la mirada a mis manos, sin tener nada con qué jugar entre ellas—. Jake Dawson está haciendo todo lo posible por escaparse del Campamento Júpiter desde hace días. Incluso contando con la ayuda de tu hermano, sus esfuerzos no dan resultados. Constantemente hay campistas con la misión de vigilarlo para evitar su fuga. El chico ha tenido dos ataques muy fuertes en estos últimos meses. No pueden permitirle irse así como así. Está bajo observación —Hizo una pausa, pero continuó—. Leo Valdez ya se enteró de tu situación —Alcé la mirada con la boca abierta, decidida a preguntar quién le había dicho. Me interrumpió antes de que pudiera empezar siquiera—. Antes de que preguntes, fue Austin —Negué con la cabeza y miré hacia otro lado. Era un clásico. Ese chico podía ser más chusma que yo a veces—. Sabía que no iba a poder estar a tu lado, y pensó que quizá Valdez pudiera ocupar su lugar. El hijo de Hefesto ha estado encerrado en su búnquer esta última semana intentando terminar un proyecto en el que sus hermanos y él están trabajando. Quirón ya mandó a alguien a avisarle, ante la insistencia de Austin. No falta mucho para que vaya a buscarte a tu cabaña.

—No quiero verlo.

—Lo necesitas. Todos necesitamos a alguien, y ese alguien siempre cambia mucho a lo largo de nuestras vidas. Tú has tenido la suerte de mantener esa persona por varios años. Quizá sea hora de que lo reemplaces.

Solté una carcajada sin gracia.

—No es como si pudiera.

—Todo lleva tiempo, niña. ¿Acaso no pensaste que sería imposible ser tan cercana a tu amigo, y sin embargo lo lograste? Cree en ti misma. Eres capaz de mucho sin la ayuda de los demás, pero no hace mal obtener ayuda de vez en cuando.

La miré a los ojos varios segundos, sin despegar mi mirada de aquellos puntos de colores cambiantes. Asentí.

—Lo voy a intentar.

Me dedicó una sonrisa.

—Te recomiendo pasar aquí el día, al menos hasta mañana. Te vas a congelar en tu cabaña —Dudé, pero volví a mover mi cabeza de arriba abajo—. Leo Valdez ya despertó, y sabe que estás aquí. Vendrá enseguida.

how we grew;; di angelo [ES]Where stories live. Discover now