Capítulo XXV

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El carraspeo de garganta de Rantaro Kiyama, hizo que ambos bladers se separaran, lentamente, del abrazo.

Ligeramente sonrojada, fue secando sus lágrimas, mientras que, con su otra mano, sostenía los pedazos que quedaban de su compañero. Era la segunda vez en su vida en que su Beyblade terminaba destrozado.

—¿Y ahora como competirá _____ con un Bey hecho trizas?— preguntó Audaz a la vez en que se cruzaba de brazos y miraba al resto.

Y los dos más pequeños de allí se pusieron a pensar.

—¡Ya sé!— chasqueó sus dedos el de cabellera azul, con la idea en mente. Y prosiguió —, le podemos pedir a Raúl que lo arregle. ¡Quedará como nuevo!— exclamó entusiasta.

—No es mala idea— dijo con una sonrisa de oreja a oreja Cuza Ackerman, mientras que su ave reposaba sobre su cabeza.

—Con cuerdo— habló el mejor blader.

Cuando todos estuvieron de acuerdo con ello, voltearon a ver a la castaña clara en espera de su respuesta. Ésta tenía una expresión de pensativa. Iba a ser la primera vez en que alguien, que no era el reparador de su abuelo, Kenny, repararía a Longinus. No era que no confiara en el entrenador de BC Sol, era cosa de simple costumbre.

Alzó su cabeza dibujando una pequeña sonrisa al mismo tiempo en que asentía con la cabeza, aceptando la idea. Todos sonrieron ante ello.

[...]

A los pocos minutos de todo eso, ya se encontraban todos caminando a donde se encontraba esa parte del equipo.

La mirada seria de la muchacha estaba plantada en el suelo, mientras que de vez en cuando, sus pies avanzando interrumpían su campo de visión. El rubio con un mechón de cabello rojo, se percató de lo que le ocurría algo, no había dicho ninguna sola palabra desde que le había agradecido de haberle devuelto su Beyblade. Y era obvio, eso le afectaba demasiado, no podía imaginar que eso le pasará a Fafnir.

Disimuladamente, se acercaba más a la de ojos marrones claros, sin que ella se percatara de eso, y menos el resto que iba delante suyo.

—No borres tu sonrisa, todo estará bien— una pequeña mueca positiva, se dibujó en los labios de Free de la Hoya, a la vez en que sus ojos se dirigían al rostro de la chica.

Ésta, giró su cabeza para quedar viendolo. Sintió como su corazón se aceleró un poco al ver los ojos marrones del muchacho. Comenzaba a sentir un poco de calor en su rostro, provocando que sonriera tontamente, volviendo a ver el suelo.

Lentamente, él fue dirigiendo su mano a la de ella, para tomarla con delicadeza. Pero todo acto fue interrumpido al escuchar como el niño de cabellera anaranjada, gritaba el nombre de la blader.

Nadie se percató de lo que iba hacer el rey del Beyblade, para su suerte.

Rápidamente, Kitt López corrió hasta ellos, diciendo cosas que no tenían coherencia. En sus ojos, se notaba un brillo que nunca habían visto en él; era como de ansiedad.

Al no saber cómo comunicarse con ellos sin tartamudear ni nada de eso, jaló de uno de los brazos de la joven Umari, a la que tanto buscaba, para dirigirla al interior del lugar con rapidez. Al no saber que hacer, los chicos corrieron detrás de ellos, excepto Free que iba algo confuso caminando.

Por la desesperación del niño, no tomaron el ascensor; subieron casi corriendo las escaleras, mientras que de vez en cuando la mayor le decía al pequeño que tuviera cuidado. Al llegar al piso en el que la mayoría del equipo se quedaba, se tranquilizó un poco.

—¿Qué pasa, Kitt? ¿Está todo bien?— interrogó agachándose un poco a la altura del nombrado, algo preocupada por su repentina actitud.

Él no respondió, tenía la respiración agitada de haber corrido. La tomó nuevamente de la mano para llevarla al trote hasta la puerta de la habitación de Christina.

Llamó por esta y, casi al instante, le dieron el paso de ingresar, pero con calma, todo lo contrario a como se encontraba el de ojos verdes.

Al hacerlo, tardemente, _____ Umari, se percató de quién estaba allí sentado en uno de los sillones del cuarto. Inconcientemente, dejó caer las piezas rotas de su Beyblade. No esperaba llevarse una sorpresa así.

Luego, las demás figuras de los que la acompañaban pasaron por la puerta. En la cara de Rantaro y Valt, una sonrisa surcó sus labios, mientras que en la de Cuza, la sorpresa se adueñaba.

Felizmente, los dos primeros saludaron al recién llegado con su pintoresca sonrisa. Y, aproximadamente al minuto, el mejor blader del mundo, apareció. También estaba impresionado por lo que se encontraba observando.

—Abuelo...— balbuceó la chica desconcertada.

El mayor, alzó una de sus cejas por como lo había llamado.

—No me digas abuelo. Dime Tyson.

Y eso era. Tyson Granger estaba en esa habitación.

LO SIGO SINTIENDO |Free de la Hoya y tú|Where stories live. Discover now