Soñé que estaba perdido

1. No todo lo que está roto es irreparable

Un grito rompió el silencio de la noche en la morada de los Mo, los jóvenes discípulos de la secta GusuLan acudieron al mismo sitio al que el resto de los sirvientes de la casa se dirigían con sus linternas de papel tintineando al avanzar.

Abriéndose paso entre los aterrados y curiosos habitantes de la casa, Lan SiZhui se encontró con una escena que no esperaba en lo absoluto. No muy lejos de una de las esquinas del patio este, estaba un grupo de lacayos gritando y agrediendo a una persona hecha ovillo en el suelo. Sea por las maldiciones y groserías de los agresores, los sollozos de la señora Mo o el cotilleo de el resto de los espectadores, ninguno de los discípulos podía escuchar si el agredido se defendía verbalmente o no.

Antes de que pudieran pedir explicaciones a las acciones violentas, su atención se vio acaparada por el cuerpo sobre el que la señora de la casa no dejaba de llorar. Lograron distinguir las ropas que habían visto llevar a Mo ZiYuan, el joven amo de la casa, en un cuerpo carente de vida y esencia. Con la piel pálida y gris pegada a los huesos y una expresión de terror en el rostro, era evidente para Lan SiZhui que no había sido una muerte natural.

—¡Hey, ya basta! —Lan JingYi no logró contenerse más, adelantándosele como siempre que era necesario priorizar entre la imprudencia y el recato. Se metió entre los furiosos hombres hasta alejarlos un poco de la pobre víctima que yacía temblando sin dejar de cubrir su cabeza con los brazos.

—¡No! ¡Acaben con ese asesino! —gritó la señora de la casa al mismo tiempo que abrazaba el cuerpo de su hijo—. ¡Mo XuanYu no debiste volver! Maldito lunático asesino ¿por qué tenías que dañar así a A-Yuan?

—Su hijo, señora Mo, no fue asesinado por algo humano —le habló lentamente Lan SiZhui, examinando de más cerca el cadáver—. Este tipo de muerte solo puede ser causada por algún espíritu maligno.

Lan JingYi regresó a su lado, también para revisar lo que pudieran encontrar sobre la verdadera muerte del joven amo; mientras el resto permanecía rodeando al desafortunado.— Por favor, déjeme atender sus heridas —pidió suavemente uno de ellos, posando su mano en el hombro del chico. Este negó con la cabeza, bajando lentamente los brazos antes de levantarse, aún rechazando la ayuda del joven de prendas blancas.

Una vez de pie, sacudió sus ropas oscuras a pesar de que las marcas de las suelas de los zapatos que lo habían pateado no pudieron ser eliminadas. La luz de los faroles del patio no era suficiente para determinar las heridas en su rostro, excepto por la sangre que se limpió de su labio roto. Sin embargo pudieron ver sus facciones delicadas y ojos grandes que acentuaban su apariencia inocente.

Lo siguieron cuando caminó, tímidamente, hacia los otros chicos que se encontraban extrayendo una porción de tela negra de entre las ropas del cuerpo sin vida. Se trataba de una de las banderas que colocaron durante el día en el patio oeste para atraer los cadáveres vivientes, donde los concentraron para eliminarlos, cual fue la petición que los llevó a ese lugar. No había duda de que el terrible desenlace del joven Mo fue originado a partir de eso, tal como se lo querían dar a entender a la adolorida señora.

—¡Entonces todo es su culpa! ¿Cómo es que no fueron capaces de proteger a un niño como A-Yuan?

El resto de los presentes guardaron silencio mientras la señora Mo lanzaba maldiciones injustificadas contra ellos, quienes se mantuvieron en silencio, bajando la cabeza y apretando los puños con impotencia, impedidos por las enseñanzas de su secta en responder a las acusaciones.

—Mo ZiYuan tenía diecisiete años ¿cómo puede considerarlo aún un niño? —De la nada, todo el miedo y timidez del maltratado chico se transformó en una máscara de rencor, todos se quedaron tan sorprendidos del cambio, que ninguno se atrevió a hablar—. ¿Con qué derecho le reclama algo así a estos cultivadores que ni son sus sirvientes ni recibirán pago alguno por su labor?