Diario de Expedición ― II. El Abismo de las Arañas (Parte 2)

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III

Esa pequeña aracne solicitó que la dejáramos sola en sus aposentos mientras consumía el cristal y evolucionaba, para que el proceso concluya, no debería de demorar más de una noche. Mientras tanto, nosotros fuimos conducidos a otro espacio, para poder descansar.

―¿Por qué no terminamos con ella de inmediato? ―me pregunta Gezthat molesto―. Ya nos podríamos haber ido de aquí.

―¿Crees que sea necesario incrementar la fuerza de combate de Babel con debiluchas como ellas? ―ignorando a Gezthat, Naevys me pregunta.

―Puede ser útil, aunque lo más importante es la información que puedo obtener de ellas.

―Hablaron sobre que alguien más había venido de Argatnél, aunque por lo que lo hace sonar, el tiempo es lejano, sino es una entidad superior a los dioses como nuestro señor o una raza de gran longevidad como la mía, lo más seguro es que ya esté muerto.

―Vale la pena intentarlo.

―Se hará de tal manera ―responde finalmente Naevys―. Aun así, ten cuidado, en nuestro estado actual sólo podemos especular sobre el poder de alguien, no podemos tener la certeza del mismo, puede darte una sorpresa.

―Lo sé.

―Sabes, en este lugar no hay nada para nosotros, no dormiremos aquí, suspendidos sobre una telaraña.

En ese momento Naevys abre un portal.

―Regresaremos mañana.

Lo traspasa siendo seguida por Gezthat, pero yo debo de permanecer aquí.

IV

A todo esto, ¿cuál era el nombre de la reina? Sinceramente, no recuerdo que lo haya dicho, pero no es importante tampoco saberlo. Sólo estoy haciendo todo este espectáculo para conseguir información en este mundo. Al menos eso es lo que quiero creer, pero muy dentro de mí tengo un sentimiento de incomodidad. ¿Añoranza, quizá?

Yo fui creada dentro de Babel, para mí no hubo nada antes ni nada después, Tegnadiel me dio la vida y me enseñó a valerme por mí misma, me entrenó, volviéndome quién soy ahora. Esto mismo es lo que me hace ser una entidad extraña entre las de mi tipo. Una especie de memoria racial hace que tenga ciertas actitudes propias de las aracne, pero no comparto muchas de ellas. Las conozco, sí, aunque gran parte por las expediciones que hacíamos en las que nos encontrábamos a las de nuestro tipo. Hay dos ejemplos principales de ello, aunque yo también prefiero lugares oscuros, vivir en una cueva no sería uno de mis ideales. Mi habitación dentro de Babel carece de cama, pero muchas de las cosas que puedes encontrar en una habitación humana se encuentran ahí, y eso me gusta. En este lugar, es difícil ver la diferencia entre un área común y los aposentos de alguien, más allá de los de la susodicha reina. Otro aspecto racial muy importante es la cocina. Mi raza no entiende el concepto de cocinar, sólo de consumir. Aunque no es algo de lo que me jacte, a mí me gusta cocinar, aunque para el único que lo hago es para Tegnadiel.

En fin, todas estas reflexiones no van a ningún lado. No tardan en regresar Gezthat y Naevys, también el duelo está a punto de comenzar. Ver a Naevys y a Gezthat cruzar por el portal que acaban de abrir confirma mis suposiciones.

―¿Ya es hora? ―me pregunta Gezthat con su misma cara de molestia―. ¿Acaso era necesario que regresara? ―añade.

―Lo es ―respondo de inmediato―. La reina está pensando que se los podrá comer a ambos si me gana, si no los ve a los dos desde el inicio, le hará pensar que los ayudé a escapar por la noche.

―Deja de quejarte Gezt ―interviene Nae―, desde el primer día que nos pusieron a trabajar juntos como un gremio te la has pasado quejando. No actuabas así cuando estabas con La Orden.

¿Y qué voy a hacer con tantos seguidores en otro mundo? ― Volumen II en EdiciónWhere stories live. Discover now