Diario de Expedición ― I. Un arduo entrenamiento (Parte I)

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Mientras ejercen sus misiones, algunos de mis compañeros han encontrado información interesante, alguna de ella no lo es por sí mismo, pero presiento que en un futuro podrá ser importante tenerla, de ahí que la anécdota del reporte de Sharog llamó tanto mi atención.

Adrie Elicarl, Cronista de Babel


Los orcos empuñamos nuestra primera arma aún antes de aprender a caminar, en ese punto es sólo un juego, una pequeña arma ceremonial sin filo. No lo entendemos, pero crecer al lado de esa arma nos llena de gozo. Con el paso de los meses, se vuelve casi una extremidad más. Armas bárbaras, así las llaman los foráneos, aquellos que no entienden al clan, pero, para nosotros, son las armas más bellas que podríamos pedir. De hecho, los clanes orcos de Argatnél no comenzaron a usar la espada hasta un par de décadas antes de mi nacimiento. Claro está, todo esto lo sé por los conocimientos raciales que poseo. Yo no fui criada en ese ambiente, yo fui creada por Tegnadiel y, desde mi nacimiento, estuve dentro de Babel.

¿Por qué razón pienso esto ahora? Quizá por el hecho de que estoy entrenando a este grupo de soldados, los cuales, a pesar de estar entrenados, no dejan de recordarme a aquellos pequeños niños orcos que están aprendido a usar su primera arma. No lo digo por menospreciarlos, ya que son grandes guerreros, el simple hecho de renunciar a todo su entrenamiento y a la idea que tenían de llevar un combate por aprender nuevas herramientas que los hagan más fuertes lo demuestra.

En esta ocasión estamos dentro de las partes más profundas del bosque, cercanas a las montañas que sirve de frontera al Valle Prohibido, donde frecuentemente aparecen criaturas juzgadas por los locales como peligrosas. Mi compañía es el líder de la guardia personal de Augusto von Domad, el capitán Matheus Rekhon, y diez de sus hombres de extrema confianza. Matheus no es originario de estas tierras, pero ha llegado a sentir una gran admiración por su señor, llevándolo a no poder concebir la idea de servir a alguien más. Yo no puedo evitar sentir admiración por hombres como él, en mi caso yo no tuve que renunciar a nada, yo nací dentro de Babel y para mí fue natural desde el primer momento servir a Tegnadiel, pero el caso de Matheus es diferente, él tenía una vida lejos de aquí, pero al conocer a su ahora señor, dejó todo eso de lado por servirlo. No conozco más detalles al respecto, ya que Matheus habla relativamente poco de su pasado, pero con saber eso basta para hacerme una idea del tipo de persona que es.

El entrenamiento de esta ocasión se enfocará en supervivencia. Matheus y sus hombres van poco preparados para un viaje de este tipo y tendrán que proveerse de la mayoría de las cosas por su cuenta. Yo no intervendré, a menos que sea completamente necesario, sólo observaré y daré consejos esporádicos. Todos los presentes fueron voluntarios que, aun sabiendo las condiciones extremas sobre las que estarían por varios días, decidieron participar para fortalecerse.

Por cierto, dos miembros de mi cuadrilla se encuentran en el bosque monitoreando la situación, no queremos que algo se salga de control y perder valiosos soldados. Son los dos que menos encajan con el resto de nosotros. Su principal atributo no es la fuerza, pero son un buen elemento para dar equilibrio a nuestra cuadrilla. Sus nombres son Zek y Knazet, un par de trasgos, un macho y una hembra. No quiero decir que sean débiles en fuerza física sólo porque sean más débiles que el resto de la cuadrilla, sólo que su entrenamiento se encuentra enfocado en equilibrar esa fuerza con otros atributos, algo de lo que el resto carecemos.

Espero no tener que preocuparme por un peligro real, estando ellos monitoreando la situación debe de ser más que suficiente para evitar eso. En lo que me tengo que enfocar es en el entrenamiento de estos soldados.

Sin necesidad de decirles, saben perfectamente que uno de sus primeros objetivos es buscar un lugar seguro antes de que pase la noche. Llevan raciones para un par de comidas, así que no deben de preocuparse en proveerse comida al menos hasta el día siguiente, pero si no tienen un lugar seguro que sirva como su base de operaciones, estarán perdidos cuando caiga la noche.

¿Y qué voy a hacer con tantos seguidores en otro mundo? ― Volumen II en EdiciónWhere stories live. Discover now