Just you

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Alba

—Hija, ¿me dejaste los informes donde te pedí?

—Encima de la mesa padre.

—Está bien. Recuerda tomarte tus medicaciones.

—Claro padre, pasa un buen día.

Cerré la puerta de casa echando un profundo suspiro y masajeándome las sienes para calmar el dolor. Acababa de tener una cita con padre y el médico por mis problemas lumbares diarios.

Entré al primer baño que encontré a trompicones y agarrándome a todo lo que encontraba a mi paso e indiqué a María que me diese mi caja de medicaciones. Por un tubo salió disparada la caja, la cual agarré con firmeza y abrí en el acto. El dolor de cabeza no remitía. Me coloqué dos pastillas encima de la lengua y tragué con fuerza. Me apoyé en el lavabo y me miré en el espejo.

El dolor empezaba a ceder un poco, pero aún quedaban unos pocos restos de él. Mi zona baja de la espalda seguía ardiendo de dolor, y mi cabeza había pasado de ser las tazas locas al tiovivo del parque de atracciones. Las piernas aún me flaqueaban un poco pero ya estaban reguladas y estabilizadas... aunque no del todo.

Me incorporé como pude y me separé del cristal. Le di las gracias a María por haberme ayudado, y el sonido del timbre me despertó por completo. Natalia había llegado.

Natalia

Famous me llevó otra vez a casa de Alba. Agregué su número a WhatsApp y le pregunté si le apetecía desayunar antes de dejarme en la súper mansión de Malibu de Barbie.

Quedamos en un bar cerca del centro, y en verdad encontré al chico muy simpático. Resulta que tenía la misma edad que yo y adoraba cantar, y deseaba convertirse en cantante algún día. Me habló incluso de un concurso de canto y me preguntó si quería presentarme ya que el premio eran 100.000€. Le dije que me lo pensaría, ya que no tenía demasiado tiempo prepararme las canciones y todo lo que necesitaría, pero que ese dinero me vendría bien.

Pasamos una buena mañana y después me llevó a mi lugar de trabajo. Salí ya dentro de los jardines de la casa, enfrente de la gran puerta que Marina había abierto el día anterior. Me despedí de Famous con dos besos y se marchó por donde había venido.

Iba a llamar al timbre cuando el móvil me sonó con mucho ímpetu. En la pantalla se leía el nombre de Mikel, mi mejor amigo. Descolgué inmediatamente.

—¡Lacunza! ¿Por donde andas? —Su voz chillándome en el oído me hizo dar un traspiés.

—Hoy empezaba con el trabajo de modelo que me ofrecieron ayer.

—Ah sí, ya me dijeron. ¿Con los ricos del barrio pijo?

—Jajaja, con esos sí.

—Bueno pues ponte en marcha a ver si te llenas los bolsillos de dinero y nos invitas algún día a comer a todos, ya te vale cabrona.

—Tus muertos Mikel. Te veo esta tarde, adiós pesado.

—Adiós —y colgó dejándome con una sonrisa en la cara.

Mikel era de mis mejores amigos. Mis padres le conocían desde hacía tiempo, y se llevaba estupendamente con mi hermano. Nos llevábamos como uña y carne y siempre he contado con él en todo. Y además estaba como una cabra.

Finalmente llamé al timbre. Tardaron un poco en contestar, pero no tanto como la última vez. Esta vez fue la mayor quien me abrió. No sabía qué había estado haciendo, pero tenía el pelo alborotado y los ojos un poco rojos.

—Qué puntual —apuntó la rubia mientras me dejaba entrar.

—Es mi primer día, tenía que causar buena impresión. Por cierto, —añadí mientras dejaba el abrigo en un perchero metálico al lado de la pared—. Vuestro chófer personal o lo que sea es muy simpático.

Anillos de Carbón | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora