Martín

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"Un niño se perdió en la Franja Anaranjada. El primogénito de Ivan.

Alma era una amazona reconocida. El rey se casó con ella. Pero resultaba que ella no podía darle hijos al rey. Buscó ayuda a los sabios, incluso fue ante la mismísima Hince, pero nadie le dio solución a su penar.

El rey tomó por esposa a la Hermana de Alma, quién le dio un hijo.

Alma no soportó que su hermana tenga lo que ella nunca tendrá. Ella dejó de ser amazona y pasó a ser la nodriza del niño.

En una noche lluviosa. Alma escondió al niño en un bolso, salió del palacio y escapó con él, trepada en su corcel."

Esa es la historia que ocurrió en realidad esa noche que mi madre huyó conmigo para escondernos en un pueblo pequeño. Aún la admiro por enseñarme a trabajar, pero no tenía que mentirme de esa manera. Ella me contaba una historia de cómo el rey había matado a mi "verdadero padre". Esa historia me hizo tener miedo de que ahora el rey Ivan nos vaya a matar a nosotros. Por eso nunca conté a nadie que éramos de la Franja Anaranjada. Nos pintábamos el mechón para hacernos pasar por habitantes de la Franja Verde. Yo la admiro mucho, aunque no tuvo que haber mentido así. Aun así, le tuve piedad en el juicio.

Yo trabajé en un pueblito plantando, regando, arando y cosechando granos y legumbres. Hasta que me enseñaron a montar Corceles de Piedra para hacer encargos.

Fui un día, junto con un amigo, a entregar un pedido a la Franja Roja. De paso visitamos a un amigo suyo que era Herrero. Entre una conversación y otra tocamos el tema que yo quería ser Centinela.

—¿Es cierto que tú quieres ser Centinela? —Preguntó el Herrero.

—Pues sí —Respondí yo — En la Franja Verde no pasaré tantas necesidades si trabajo como uno.

—Pero ¿ya sabes tan siquiera montar Quadrupetros, manejar armas y esas cosas?

—Yo ya sé montar en los corceles de piedra, pero me falta tener un arma.

—Puedo ayudarte. Tengo por allí una lanza que hice hace tiempo. Si quieres te la puedo regalar. Pero si la reina Hince te acepta como un centinela más, por favor recomiéndame para ir a su palacio y trabajar como uno de sus Herreros.

—Muy bien. Gracias por el detalle.

A la mañana siguiente, partimos de regreso. En medio camino empezó a llover. Cubrí mi cabeza para que la pintura de mi mechón no se saliera.

Cuando llegamos, y nuestro patrón nos pagó lo acordado, avisé a mi madre para decirle que iría al Palacio de Hince a presentarme para Centinela. Ella se enojó mucho y se negó a dejarme ir. Me quitó la lanza que me habían regalado y la escondió. Pero no me conformé con lo que me dijo.

Mentí a mi madre al decirle que me habían mandado a entregar unos granos a la Ciudad Grande. Pero yo no iba a ir allí. Recuperé mi lanza, tomé un corcel y fui al Palacio.

Fue largo el viaje. Pero cuando llegué a la entrada me sentí nervioso.

—Quiero Hablar con la reina —Les dije a los guardias con voz temblorosa. Ellos llamaron al Heraldo.

—Muy buenas. ¿En qué le puedo ayudar? —Me preguntó

—Quiero hablar con la reina. Quisiera que me ponga a prueba para llegar a ser un Centinela — Le respondí yo. Él me dijo que no necesitaban más centinelas, pero que tendría que hablar con la reina primero. Después de irse un buen rato y regresar después, él me dijo —Tiene suerte, la reina no ha buscado reemplazo aún para el general que murió hace tiempo; ahora hay un puesto para ti, si es que apruebas claro — Entonces me dejó pasar y me llevó ante la reina. Pasé por La Sala Principal y por unos jardines pequeños hasta llegar a la parte trasera del Palacio, donde estaba Hince.

El Mito Del EclipseWhere stories live. Discover now