CAPÍTULO 15

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Solo un extra

El beso se estaba volviendo eterno -aunque no de forma negativa-, estaba tan involucrada en el mismo que, por un momento, hasta deseé que sí lo fuera. Pero Liam se separó con lentitud y yo retiré mis manos de su cabello de igual forma, demorándolo lo más posible.

¿Mejoraría nuestro vínculo? ¿Haríamos esto más seguido? ¿Ya no querría verme más?

Dudas, dudas y dudas era lo único que pasaba por mi mente, como siempre.

—Refrescó— comentó con un poco de incomodidad.

No quería recorrer el entorno con la mirada porque sabía que, cuando lo hiciera, el momento se rompería por completo. Pero luego de oírlo hablar me tuve que obligar a regresar a la realidad y lo miré en absoluto silencio, expectante.

El castaño sonrió forzadamente y caminó en dirección a nuestra ropa. No me pidió acompañarlo, ni preguntó si lo haría; así que me mantuve en mi lugar.

Se vistió sin mirarme y se marchó.

El frío regresó.

Quizás quería evitarme pero continuábamos conviviendo en el mismo apartamento. Suspiré e hice la plancha para tratar de buscar alguna minúscula estrella entre todas las nubes, y no pensar en cuáles partes lo había arruinado.

Tiffany. La había olvidado por completo.

Volví la vista hacia donde mi compañero desapareció, con alguna tonta esperanza de que regresara. Al instante de ver mis cosas recordé que me encontraba en ropa interior, ebria y, además, había alguien asesinando personas por ahí.

Nadé hacia la orilla y luego me vestí. Tenía ganas de llorar porque me sentía completamente culpable, de arruinar el beso, de arruinar una relación y de arruinar vidas.

Mi ropa se humedeció, pegándose a mi cuerpo y avancé hacia mi edificio, aunque en realidad tampoco es que tuviera muchas ganas de llegar.

Un trueno provocó que apurara mi paso y me abrazara a mí misma. Estaba sola en medio de la oscuridad y en el lugar menos concurrido de todo el internado.

—¡Mía!

Volteé con temor y a la vez con la mísera ilusión de que fuera mi compañero de apartamento. Pero era Nick quien caminaba sonriente hacia mí, o al menos eso hizo hasta que estuvo a pocos metros y notó mi estado.

—¿Estás bien?— cuestionó al instante.

Asentí repetidas veces, tratando de convencerme a mí misma, de pasada.

Se aproximó más a mí, colocó sus manos al rededor de mis brazos y las movió de arriba hacia abajo, en un intento fallido de compartirme un poco de calor.

Se alejó y se quitó su campera, dándomela.

—No, no. Estoy bien, gracias.

Le sonreí, tratando de devolvérsela, pero el rubio insistió hasta colocármela encima de los hombros. Me envolvió con su brazo derecho y avanzamos así por la acera.

—¿Estás ebria?— cuestionó, aún acariciando mi brazo.

—Quizás— murmuré con la voz -casi- quebrada.

MelifluaWhere stories live. Discover now