CAPÍTULO 37

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Confesiones de amor

Pero entonces el alcohol salió de mi sistema, mi cabeza dolía y yo estaba nuevamente pensando en muertes, y Liam, al mismo tiempo. No por estar acusándolo otra vez, sino porque me había declarado. ¿Me arrepentía? No. Tampoco le iba a echar la culpa al alcohol, lo podía haber hecho perfectamente sobria.

¿Qué sentido tenía pretender que él no sabía todo lo que yo sentía si probablemente mi mirada lo expresaba a gritos?

Mordí nuevamente mi uña.

Él no me había contestado, y tampoco me sorprendía. Llevaba años amando a alguien más, ¿qué sentido tenía comenzar a amarme a mí? Amar sonaba a mucho.

Él siquiera había ido a clases.

Y luego estaban las muertes. Todavía no tenía ninguna respuesta y, cuando creí estar cerca de algo, encontraron una paloma muerta frente al arroyo; eso había sido todo, no existía esa tal Julia. Habían jugado conmigo, otra vez.

Observé a ambos lados antes de cruzar la calle y avancé a pasos largos.

—No queremos perder otra hija.

Hice un paneo por las calles del internado, queriendo saber de qué se trataba. Emily estaba frente a la puerta de mi edificio junto a un hombre y una mujer tomados de la mano.

—No.. Yo no...— la voz de la pelinegra se cortó por su evidente llanto.

Comencé a avanzar con lentitud, no quería entrometerme tanto.

—Solo serán unos meses. Si nos demuestras que estás bien volverás al internado y será como siempre.

—Nunca va a ser como siempre— contestó la pelinegra.

La mujer se quitó una lágrima de su mejilla.

Y otra vez estaba husmeando conversaciones ajenas. Esto nunca terminaba bien.

Mis pasos parecieron oírse, así que los tres me contemplaron y les dediqué una pequeña sonrisa a boca cerrada; todos a excepción de Emily me la devolvieron. No sabía muy bien qué estaba pasando, pero probablemente también fuera consecuencia de mi existencia.

Abrí la puerta del edificio y comencé a subir las escaleras a gran velocidad.

Tenía que solucionar toda esta mierda. Ahora estaba sola en esto del descubrimiento. Ni siquiera mi hermano me hablaba.

Bufé.

Familia de mentirosos.

Abrí la puerta de mi apartamento, decidida a sentarme frente a las fotos de los crímenes y no moverme ni para ir al baño hasta descubrir quién estaba generando tanta mierda.

Pero entonces Liam me contemplaba fijamente desde el sofá, con una libreta en su mano y una cerveza en la otra.

Le dediqué una sonrisa a boca cerrada y avancé hacia mi habitación. No tenía tiempo como para ponerme a pensar en todo lo que me provocaba.

—Mía— me llamó, tras ver que lo pasaba de largo.

Me detuve.

—¿Qué?

—Quiero hablar contigo.

Exhalé.

—¿De?

—De lo que siento.

Suspiré y observé su botella.

—¿Después de tomar alcohol? ¿Para que me ignores otra vez?

Lo contemplé bajar la mirada. Parecía un niño pequeño con sus piernas cruzadas.

MelifluaWhere stories live. Discover now