Capítulo 25

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ALANA

― ¿Cómo se llamaba el chico? ―preguntó Sam. llegó en el momento inoportuno, eran pasadas de las ocho de la noche cuando desde la ventana de mi habitación la miré bajar del auto de Franco.

― ¿Chico? ―repetí, fingí no saber de qué hablaba. La miré sobre mi hombro y la vi cruzarse de brazos.

―No actúes como si no supieras de que estoy hablando ―puse los ojos en blanco y volví la vista a mi ordenador.

― ¿Qué quieres saber de él? ―respondí sin humor. Estaba tratando de concentrarme en los deberes de la escuela y ella venía a romper con la poca tranquilidad que había conseguido.

―Todo ―dijo en seco―. El otro día te vi bien abrazada de Ethan y luego invitas a otro chico en la casa... Ahora que recuerdo, él, es el mismo que vino a por ti el otro día. ¿Martín? ¿ese es su nombre?

―No ―apoyé las manos sobre el escritorio y me tapé la cara con las manos―. Su nombre es Santiago, y para tu tranquilidad, no tengo nada con nadie. Ni con Ethan ni con Santiago.

― ¿Y por qué estaban demasiado cerca cuando salí a despedirme de Logan?

Llegué a mi limite.

― ¿Podrías dejarme sola? ―Levanté la voz, no había tenido un buen día como para tener que soportar las preguntas de Sam―. Tengo cosas más importantes que hacer como para tener que responder tus preguntas.

Miré a Sam y la vi ponerse en pie de la cama donde ella se encontraba sentada. Estaba enojada, sus labios eran una línea recta y tenía el ceño fruncido.

―Me voy ―dijo sería―. Pero no sin antes decirte de una vez por todas, que, si estás jugando con esos dos muchachos, uno de ellos terminara por enterarse y te quedaras sola, ni con uno ni con el otro. No juegues con fuego Alana.

Me puse en pie y la encaré, mis brazos se cruzaron por si solos en modo protector.

―No necesito de tus sabios consejos.

―No hagas un estupidez ―se dio media vuelta y salió de mi habitación.

Me llevé las manos a la cabeza, me iba a explotar.

***

Cuando estuve segura que mis pies no podrían seguir bailando con semejante tacón, dejé a Aby bailando con otras chicas. Me fui directo a la cocina en busca de una bebida. Estaba segura que ya era de madrugada y me sorprendía de mí misma, era la primera vez que a estas alturas no estaba ebria.

Al entrar a la cocina me percaté de la chica con cabellos rubios y ondulados que se encontraba sobre la pequeña barra. Justamente en el instante en que la miré ella levantó la mirada y su sonrisa se amplió. De un saltó se puso en pie y caminó en mi dirección.

― ¡Eres tú! ―chillé emocionada y sin esperar más tiempo nos envolvimos en un fuerte abrazo.

―La misma he incomparable ―me dijo al oído, porque con el sonido de la música y de la risa de los chicos era imposible escuchar con claridad.

― ¿Dónde has estado en todo este tiempo? ―le pregunté, hacía más de seis meses o tal vez un año que no sabía nada de Noriel.

―No me es suficiente esta noche para contarte todo sobre mi vida ―dijo pensativa―. Pero no quiero hablar de eso ahora...

Como si de un deja-vú se tratará me sentía observada y miré detrás de Noriel, entonces fui consciente de su presencia. Se encontraba con la espalda pegada a la pared, bebió de su vaso con sus ojos sobre mí. Aquella mirada me decía que tenía muchas cosas que decirme, la respiración se me cortó. En toda la semana se había alejado de mí, había puesto distancia y mi yo interior me gritaba que hiciera algo, pero mi orgullo fue más grande y me repetí infinidad de veces que tenía que ser fuerte. Yo era Alana y yo no andaba detrás de los chicos. Ellos venían a mí.

―Lana ―volví mi atención a Noriel, y más cuando su mano tomó mi barbilla y me obligó a mirarla. Asentí con la cabeza―. ¿Me escuchaste?

―Sí ―dije aun con la mirada perdida―. ¿qué decías?

Ella miró detrás de su hombro en dirección donde yo miraba.

― ¿A quién miras? ―volvió el rostro. Tuve que parpadear y tratar de respirar de nuevo para tranquilizarme para seguir el hilo de la conversación, pero era imposible.

Santiago ya no estaba, se había marchado.

―Lo siento ―me llevé un mechón de cabello detrás de la oreja, de repente me sentí mal y quería escapar de aquella fiesta―. Iré por Aby, debe estar buscándome.

Noriel frunció el ceño, asintió con la cabeza y no preguntó nada más.

Salí por la puerta trasera y respiré el aire fresco de la madrugada. Hasta ese momento fui consciente de que el corazón me latía al mil. Un nudo en la garganta me amenazó con llorar, miré el cielo y traté de concentrarme en cualquier cosa para quitarme esa sensación. No pensaba terminar llorando en medio de una loca fiesta.

No sé cuánto tiempo pasó, cuando de lejos comencé a escuchar el sonido de unas sirenas que se mezclaba con aquel escándalo que salía de la casa. Desde donde me encontraba se podía mirar los árboles de la entrada y me fije en el color azul y rojo que se reflejaba en los arbustos.

―Mierda ―murmuré.

La mayoría de las personas que se encontraban dentro comenzaron a salir corriendo. Y, caí en la cuenta de que lo traban de hacer, comenzaron a correr en dirección de los árboles que estaban detrás de mí, no eran unos dos o tres, eran demasiados chicos y chicas que comenzaron a perderse entre los árboles otros perdidos en su ebriedad comenzaron a trepar en los árboles.

El aturdimiento pudo conmigo que en ese instante no supe, si correr en busca de mis amigos o seguir a los demás y perderme dentro los árboles. Comencé a pasear la mirada si había algún conocido, pero todos corrían que no podía identificarlos. Me odié por haber dejado mi bolsa a Aby, no tenía nada. No tenía como comunicarme con ellos y tampoco quería pasar la noche detrás de una celda.

Una mano sujetó la mía y tiró de mí, para que le siguiera. Como no tenía más opción le seguí y comencé a maldecirme por haber escogido los tacones de muerte.

Me perdí en la oscuridad y solo podía escuchar el ruido de las hojas siendo pisadas.

―Espera un momento ―le dije al chico, estaba segura que habíamos corrido demasiado. Él se detuvo y sin perder más tiempo me quité los zapatos. Sentí un alivio cuando mis pies tocaron la tierra.

Apoyé la espalda en uno de los árboles que tenía cerca, estaba transpirando y el corazón me dolía, cerré los ojos e inhalé poco a poco en aire.

―No debiste traer esos zapatos ―abrí los ojos y tragué saliva.

―Santiago ―murmuré. 

***

Hola chicos aquí le dejo este capítulo, espero que lo disfruten. se qué es demasiado corto

pero pronto tendré más capítulos.

Llueve Improvisadamente © (#TheAvengersAwards)Where stories live. Discover now