D I E C I N U E V E

440 51 52
                                    

No podía moverme. De verdad, no podía. La extrema cercanía de Carter había provocado que mi cuerpo se endureciese como una piedra, las manos me sudaran y los latidos de mi corazón se descontrolasen.

Mierda, ¿cuánto tiempo faltaba? ¿de verdad iba a tener que permanecer así durante media hora? Joder, no aguantaba. Encima el pelo le olía a manzana. Era demasiado para mí.

Le eché un fugaz vistazo por el rabillo del ojo. Tenía la boca entreabierta y los ojos cerrados. Su respiración era tranquila y pausada, los brazos cruzados sobre su pecho y las rodillas separadas. ¿Cómo se había dormido tan rápido? Hacía escasos cinco minutos desde que habíamos partido del instituto.

Eché la cabeza hacia atrás y cerré los ojos, en un intento por echarme una siesta también, pero las aceleradas pulsaciones retumbando dentro de mi cabeza me lo impidieron. Como segunda alternativa, saqué el teléfono de mi bolsillo con mucho cuidado y me puse a revisar mis redes sociales. Fue una buena idea, conseguí distraerme y cuando me quise dar cuenta, ya habíamos llegado al puerto. Mientras el conductor aparcaba el autobús, zarandeé con delicadeza el brazo de Carter, con la esperanza de que ese gesto fuese suficiente para sacarle del país de los sueños. Como era de esperar, no se despertó.

—Carter, ya hemos llegado —murmuré suave, sin dejar de zarandear su brazo. Abrió un ojo y emitió un perezoso gruñido.

—Joder, con lo a gusto que estaba... —lamentó, con una voz ronca y adormilada, enderezando su espalda.

—Solo es un hombro —comenté, porque no entendía dónde podía encontrar comodidad en algo así.

—Pero es el tuyo.

Esperé a que rompiese ese momento de tensión con uno de sus típicos comentarios, pero los segundos pasaban y el tío seguía sin decir nada. Apreté los labios y desvié rápidamente la mirada hacia mis dedos, como si en ellos fuese a encontrar una respuesta coherente que darle.

—Lo siento, me acabo de despertar y todavía estoy un poco sobado —justificó, tosiendo un poco—. Creo que deberíamos bajar.

Tenía razón. Nuestra escueta conversación había durado lo suficiente como para quedarnos prácticamente solos en el autobús. Solo quedábamos nosotros, cuatro chicos de la clase de Carter y un par de profesores. Una fuerte bocanada de viento me golpeó en la cara nada más bajar del autobús, revolviéndome el pelo hasta convertirlo en un matojo de hilos rubios. En el puerto siempre corría mucho aire, sobretodo cuando estaba a punto de llegar el verano. Carter se despidió con un movimiento de mano bastante inocente y a la vez adorable y echó a andar hacia Austin, el cual estaba apoyado en una valla de hierro hablando con Nate. Distinguí a Kim y Danna sentadas en un bordillo de piedra junto a los profesores, los cuales parecían estar pasando lista. Me aproximé a ellas y me senté al lado de Kim. Mi prima estaba todavía más pálida que antes.

—¿Te encuentras bien?

Al segundo caí en que mi pregunta era un poco estúpida, ya que se notaba a leguas que la pobre no estaba en sus mejores días. Me golpeé mentalmente y forcé una leve sonrisa para suavizar la situación.

—No demasiado. Creo que ha sido un error que viniese.

No pude evitar sentirme culpable al escucharla. Danna y yo nos habíamos puesto muy pesadas con que viniese, y quizá Danna podía escabullirse, pero yo no. Yo sabía de sobras que Kim no era muy fan de los trayectos largos, y mucho menos de los barcos.

—No digas eso. Vamos a pasárnoslo genial, ya verás —intenté animarla—. El viaje en barco durará unas diez horas como máximo. Lo sé, parece una eternidad, pero seguro que se pasa volando. Danna y yo te distraeremos, ¿verdad?

The real youWhere stories live. Discover now