Capítulo XXXV

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[反射]
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SENTÍA UNA IRA IRREFRENABLE latir por todo su cuerpo, un odio sacado de sus entrañas que le impulsaba a mover su mano y a acabar con la vida de aquel desgraciado que tanto le había quitado. No había ningún sentimiento de culpa ante la idea de matar a Doom, ni temor por las consecuéncias ni nada. Doom se merecía morir a sus manos.

Hizo un rápido movimiento apuntando directamente a su cuello, justo en la zona bajo su mandíbula. La cuchilla atravesaría la piel, las cuerdas vocales, la tráquea, la laringe, seguiría perforando hasta destrozar el epiglotis y la faringe. Eso ya sería suficiente como para matarlo, la sangre de las arterias principales entraría por los conductos respiratorios llegando a los pulmones hasta causar la muerte de Doom, ahogado con su propia sangre. Pero no iba a hacer eso, iba a seguir clavando la curva cuchilla hasta sentir como atravesaba su cráneo y llegaría al cerebro. Perforaría el lóbulo temporal, el hipotálamo y destrozaría el lóbulo frontal y el parietal. Quizás algunos podían considerar que era una muerte cruel, todas las muertes son crueles cuando uno se fija lo suficiente.

Si hubiera dicho que simplemente le atraviesa la cabeza con una cuchilla nadie pensaría que es cruel, una muerte rápida y no muy dolorosa, pero si uno se fija ve cada uno de las partes que se van destrozando causando un inconmensurable dolor a la víctima. Pero por suerte o por desgracia, nada de eso ocurrió. Doom no iba ni a morir allí ni en ese instante, era un virus y los virus no se pueden matar.

Cuando Akane ya estaba comenzando a clavar la cuchilla en su piel, en los escasos segundos en los que esta alcanzaba la tráquea, fue golpeada brutalmente haciendo que saliera despedida hacia un lado. La cuchilla que antes estaba en el cuello de Doom se había movido con el golpe y ahora el villano tenía un profundo tajo horizontal que no dejaba de sangrar. Se agarraba el cuello con las dos manos mientras lloraba intentando detener la hemorragia. Akane se levantó de entre los escombros, agotada, mareada y débil; y observó a Dabi parado junto a Doom.—Creo que ya es hora de irnos amigo. Eso si no quieres morirte desangrado aquí y ahora, yo no tengo problema con ello.—

—A...yuda, no... No pue...do... No, respirar.—Akane no se molestó en acercarse, en el estado en el que estaba, con la quemadura en el hombro, las heridas del golpe y la sangre que había perdido no podía luchar. Ellos también estaban agotados, con Doom a las puertas de la muerte y con Dabi lleno de heridas y rasguños por los escombros que habían caído sobre él. La única razón por la que Akane no atacó era porque ellos eran dos y ella era solo una, lo tenía difícil.

Dabi agarró a Doom con una mueca de asco y ambos se alejaron, cuando estuvieron lejos de su rango de visión Akane se derrumbó. Cayó al suelo de rodillas y peleó por coger aire, estaba agotada y su cabeza palpitaba a un ritmo alarmante, notaba su corazón desbordada y la quemadura escocer con intensidad. Golpeó el suelo con frustración. Lo había tenido en frente, cara cara a escasos centímetros y había estado apunto de conseguirlo, apunto de acabar con la vida de aquel malnacido. Lloró con frustración mientras gritaba, estaba encogida sobre sí misma y se sentía desfallecer.

Era horrible, sentía una horrible presión en el pecho que combinada con todo el dolor que ya sentía le hacía tener aún más ganas de llorar, por un momento deseó haber sido lo suficiente kamikaze como para lanzarse en un último ataque hacia Doom y Dabi, como mínimo si lo hubiera hecho no se habría sentido tan mal consigo misma. Quería que el dolor cesase, que las heridas de las muertes de su familia sanasen y quería poder tener una buena vida lejos de todo aquello relacionado con Doom.

—¡Akane!—Todoroki corrió hacia ella seguido de varios heroes y se sentó a su lado intentado consolarla, observó a su alrededor y cogió a Akane entre sus brazos intentando que así calmarla. Akane lloraba, de manera ruidosa y desesperada. Estaba harta de todo aquello, harta de siempre quedarse a escasos segundos de acabar con Doom, harta de que este siempre consiguiera escaparse y harta del dolor. No quería seguir sufriendo. —He estado a punto... Casi, casi consigo acabar con él.—

𝐇𝐄𝐑𝐎; aizawa shoutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora