Capítulo 29 - Aguante

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Raoul está recuperándose de su operación con Agoney tendiéndole la mano y su hermano contándole miles de episodios de su vida que Raoul no pudo presenciar cuando tres cabecitas rubias y cuatro ojos azules y dos del color de la miel aparecen por la puerta.

- Raooooul!!! -grita Ainhoa lanzándose en brazos de su tío- cómo estás? Te duele mucho? 

- Ainhoa, no agobies -la riñe su madre

- No, Mireya, si da igual -ríe el rubio devolviéndole la sonrisa y el abrazo a su sobrina- pues estoy mucho mejor de lo que parece, de verdad, no me duele nada

- En serio? No sé te acaban de abrir en canal -ríe escéptico Pablo

- Este hombre tiene mucho aguante, hacedme caso -sentencia el canario agarrando de los hombros a Raoul

Todos se quedan en completo silencio observando a Agoney tremendamente sorprendidos mientras Raoul nota como le suben los colores.

- Oh, Dios mío, no malpiensen! -se sonroja ahora el moreno pese a su tono tostado de piel- no me refería a eso, sino que le han abierto tantas veces ya que... no, joder, eso es peor...

- Déjalo, mi amor, mejor no sigas -ríe tiernamente Raoul por la verborrea de su marido

Una vez desviado el tema, se entretienen oyendo cómo ha ido el día de Pablo y Ainhoa en su respectiva carrera/ciclo. Mireya está explicándole a Álvaro que no pasa nada por haber faltado un día a trabajar, que su jefa no se ha enfadado provocando las risas del resto y del propio Álvaro, cuando el médico, Alfred, hace presencia en la sala.

- Hola, buenas... vaya, Raoul, estás muy acompañado hoy -ríe el moreno acostumbrado a ver solo a Agoney en la sala

- Sí -afirma el rubio con una sonrisa tan grande que Alfred cree que le va a dar la vuelta a la cabeza- ven que te presento

Raoul coge de la bata a Alfred y lo acerca a la cama.

- Familia, este es Alfred -informa señalando al doctor- mi médico y un gran amigo

- Además de padrino de boda de estos señores de aquí -puntualiza el moreno

- Es verdad -corrobora el rubio con una sonrisa boba instalada en su cara al recordar el día de su boda- bueno pues Alfred, este es mi hermano, Álvaro

- Encantado -le da la mano Alfred

- Igualmente -le tiende la mano el mayor de los Vázquez- y muchas gracias por cuidarle durante todo este tiempo

Alfred simplemente le dedica una sonrisa sincera, una sonrisa muy parecida a las que tienen Raoul y Agoney.

- Ella es Mireya, mi cuñada -prosigue Raoul- y los pequeñines -se gana una mirada de reproche por parte de ambos, bueno, no tan pequeñines -ríe el rubio- ellos son mis sobrinos, Pablo y Ainhoa

Alfred los saluda a todos con una gran sonrisa, pues piensa que nadie merece más que Raoul estar rodeado de gente que le quiera tanto y tan bien, y se dispone a anunciar la noticia que tiene que darles, pues es lo que originalmente venía a hacer.

- Bueno, yo venía a deciros que, como de costumbre, Raoul está hecho un toro, así que si todo sigue así, en menos de una semana le damos el alta

- En serio? -preguntan con gran entusiasmo los cuñados a la vez

Y el médico simplemente asiente con entusiasmo al ver que al fin la vida empieza a sonreirle a aquel joven de veinte años que un día entró tan destrozado a su consulta y ahora con poco más de cuarenta sale completamente recuperado y, con suerte, para no volver en mucho tiempo, salvo para las pequeñas revisiones trimestrales.

Todo sale según lo planeado y Raoul abandona el hospital unos días después de la operación, que casualmente, es el día de su cumpleaños. Y qué mejor regalo que ese? Ya está ha superado su infierno personal, ya no le duele, ya puede volver a besar a Agoney, ya puede respirar...

- Mi amor, qué ganas tengo de volver a casa! -exlama el menor revolviéndose con nerviosismo en el asiento del copiloto del coche de su marido

- Sí? -le sonríe el canario- la casa estaba muy vacía sin ti...

- Normal, si es que le doy alegría a tu vida... -afirma altanero el rubio

Agoney ríe la broma de Raoul pero realmente tiene razón, qué hubiese sido de su vida sin el catalán? Nada. Por eso reprime la risa cuando empieza a abrir la puerta del apartamento que comparten ambos. No le ha dicho nada a Raoul, prefiere que sea una sorpresa, al fin y al cabo es su regalo.

- Bienvenido de nuevo a casa, mi vida -le da un tierno y cuidadoso beso antes de abrir la puerta

Raoul se dispone a devolverle el beso cuando un cuerpo algo más pequeño que el suyo le hace retroceder unos pasos por el impacto. De repente, nota su cara humedecerse.

- A...Agoney qué es esto? -pregunta incrédulo Raoul

Un cachorro de galgo, pese a no parecerlo pues casi es más grande que él, de color negro con las puntas de las patas blancas le lame toda la cara.

- Agoney qué esto? -repite Raoul al borde de un ataque de nervios acariciandole la cabecita

- Un perro, bueno, una perra -ríe el canario

- Y qué hace aquí? -sigue paseando su mano por la tripa de la perra que ya está medio dormida

- Bueno, pues sé que siempre habías querido un perro y pensé que ahora que ya puedes tenerlo porque tus pulmones están recuperados... no sé, felicidades -ríe tímido el moreno

- Dios mío, es nuestra? La has adoptado? -pregunta con los ojos más iluminados que un arbol de Navidad

- Sí -responde el canario agachandose junto a su marido y acariciando a la galgo también- la encontraron en un coto de caza, se ve que la intentaon entrenar pero la chiquitina sólo quería jugar -sonríe apenado el moreno- antes de abandonarla le metieron una paliza brutal y... y... -las lágrimas empiezan a brotar del rostro del canario

- Y qué? -pregunta curioso y horrorizado a partes iguales Raoul

- Y cuando estaba desorientada y herida, un coche la atropelló... -verbaliza Agoney- cuando la llevaron al veterinario vieron que estaba muy destrozada por dentro... y sabes qué es lo que me hizo decidirme para adoptarla?

- Qué?

- Ahora está completamente sana, pero... pero le falta un pulmón, se lo tuvieron que extirpar -se seca las lágrimas el canario- es una luchadora, mi niño, como tú

La boca de Raoul llega hasta el suelo y una lagrima rebelde se escapa también de sus ojos.

- Hola, bonita -dice el rubio con la voz más dulce que le sale- quien es una valiente? Tú, shi, mis pulmones también me han dado problemas, sabes? -la perra inclina la cabeza como si estuviera entendiendo el discurso de su nuevo dueño- pero ya está, coshita, ya estamos bien, a que sí? -sigue acariciándola mientras la perra mueve la cola animada por la voz cariñosa del rubio

Y Agoney podría morir en ese mismo instante que su cadáver tendría una sonrisa más grande que un templo.

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Yasss bueno pues aquí tenéis el penúltimo capítulo, espero que os guste 💜💛

FLAMES (Ragoney) Where stories live. Discover now