04.

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Golden Boy.

El muchacho castaño se miraba en su reflejo, con un suspiro, cambió su rostro cansado a una expresión encantadora.

Se suponía que le presentarían a Lee Donghyuck, el omega del momento, ya que, contra todo pronóstico, luego de décadas sin que algo así ocurriera, el chico era un cambiaformas, cosa que llamó la atención de todo el mundo.

La familia del omega buscaban al mejor alfa para su hijo, del linaje más puro posible, con la esperanza que, al tener hijos, estos nazcan con los mejores genes, incluido el propio don de transformarse en un adorable lobito a voluntad, tal como ese tal Lee Donghyuck podía hacer.

Y él era uno de los candidatos principales, familia de magnates, heredero de una fortuna, hijo único y perfecto, apodado el Golden Boy por todas sus cualidades.

Pero a Lee Jeno le importaba tres pepinos qué tan fabuloso pintaran a ese omega.

Porque ese desconocido no era quien él quería para su compromiso.

Aún, con esfuerzo, se arregló con ropa elegante, se acomodó el pelo hasta quedar perfecto, y se colocó una sonrisa rompecorazones en el rostro.

Luego de una última mirada en el espejo, se volteó para salir de su amplio dormitorio.

Su sonrisa no duró mucho al ver al chico pelirosa, parado en el umbral de la puerta, el beta lo miraba con súplica.

Había discutido con Na Jaemin en cuanto se enteró que le presentarían a un omega, exigiendo que se revelara contra sus padres, ya que él no quería ese arreglo.

Ya lo habían discutido muchas veces. Ya que ambos debían tener que mantener su relación en secreto.

La familia Lee no dejaría que su linaje se perdiera si el último descendiente elegía a un beta; su familia no funcionaba así, ellos eran alfas y omegas, no había lugar para algo como Jaemin.

Para el mundo, ellos eran amigos; pero a solas ellos eran su propio mundo.

Y por esa razón el corazón de Jeno se destrozaba cada vez un poco más.

No habían hablado desde hacía unos días, cuando la señora Lee había aparecido en la casa de su hijo para darle la noticia de su compromiso.

Pero cada vez que se cruzaban, Jaemin tenía ese misma expresión de "Por favor, no lo hagas" en el rostro.

Jeno suspiró, se acercó a Jaemin con paso tranquilo, hasta quedar a unos centímetros del rostro del pelirosa.

— Por favor, no sigamos así — Pidió el castaño, mirando a los ojos del pelirosa, aunque él tenía la vista en el suelo.

Jaemin no contestó, y Jeno se desesperó un poco, tomando el rostro del beta.

— Nana, mírame — Exigió, pero no tuvo respuesta. Apretando los dientes con fuerza, sintió sus caninos siendo apretados y su voz salió de lo más profundo de su pecho —. Jaemin, mírame.

El pelirosa reaccionó automáticamente con la voz de alfa de Jeno, el castaño sintió cómo un balde de agua fría caía sobre él al ver los ojos del beta a punto de estallar en lágrimas.

Apoyando su frente en la de Jaemin, suspiró para calmarse.

El pelirosa sintió un cosquilleo cuando el aliento de Jeno chocó contra sus labios.

— Lo siento, lo siento — Se disculpó el castaño —, no te gusta que use mí voz de alfa, lo sé... Es que... Estoy demasiado estresado, Nana.

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