11▪Esperanza

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Filipinas

Era una noche tranquila de 1945, los aliados habían arribado a las islas Filipinas hacia relativamente poco tiempo; era doloroso parea todos el ver cómo una nación tan bella se encontraba en ruinas gracias a la guerra, sin duda una gran pena para todos.
El corazón de México se estrujó dentro de su pecho cuando el pequeño "Filip", como solía decirle, se plantó frente a él; lleno de cicatrices y heridas, recibiéndolos con la sonrisa más dolida que el latino había tenido oportunidad de presenciar. Eso sin duda no ayudó al ánimo de su pequeño escuadrón.

La guerra estaba en un punto crítico cuando México decidió involucrarse, la mayoría de personas en su país natal se negaban rotundamente a apoyar su participación en la guerra, pero México no se quedaría ahí esperando a que otro de sus buques fuese hundido, no señor, iba a enseñarle a ese puto nazi que nadie se mete con México, al igual que se lo demostró a Francia y a España.

Esa noche en específico, los filipinos habían organizado una modesta fiesta para sus " salvadores", nada grande en realidad, pues la isla había sufrido muchos daños durante la guerra, pero México se sentía alagado por el pequeño gesto, tanto, que junto con Estados Unidos se vistieron con sus mejores fachas para asistir.
México no podía estar más emocionado, era su primera fiesta en el extranjero y quería causar una buena impresión, después de todo, aún era una nación joven y quería demostrar lo geniales que eran él y sus compatriotas.

Grande fue su sorpresa cuando al llegar al lugar ninguno de los integrantes de su escuadrón estaba presente. Al principio pensó que solo estaban retrasados, su país no era conocido precisamente por ser puntuales así que no se preocupó, eran un grupo relativamente pequeño así que no debían tardar mucho. Pero al pasar las horas su paciencia comenzaba a agotarse, le molestaba el ver cómo Estados Unidos se divertía a lo grande con sus soldados y él no podía hacer lo mismo, estaba desesperado.

-Agh! Me lleva la chingada!-

Murmuró con enojo, suna vena molesta comenzaba a brotar en su frente ante la frustración, puede que sean impuntuales, pero un mexicano, nunca, nunca! Rechaza una fiesta! Eso era muy descortés en su cultura. Así que como última medida, decidió ir a visitar a su gente a sus habitaciones, tal vez habían armado una mini peda en secreto y olvidaron decirle, no sería la primera vez que se escapan de su vista para tener un tiempo libre. Así que tomó algunas cervezas, solo una pocas, las suficientes para calmar la sed de un grupo de borrachos, escondiéndolas en un maletín de cuero que encontró por ahí, y salió del pequeño campamento, dirigiéndose hasta la sección en donde se encontraban los suyos.

Ya estaba a mitad del camino cuando un sonido lo alertó, eran pasos, ligeros y pequeños pero eran pasos, pasos que lo seguían de cerca, así que acomodó con fuerza el maletín en una de sus manos mientras la otra bajaba hasta su cinturón, precisamente uno de los bolsillos en los que escondía una de sus armas y cuando creyó que el extraño estaba lo suficientemente cerca de él, se giró con brusquedad, sacando el arma y apuntándola hacia la cabeza de su perseguidor.

Sus ojos se abrieron con sorpresa al notar la mirada aterrada de Filipinas, quien a pesar de estar temblando de miedo, sostenía una botella de tequila fuertemente contra su pecho.

-Oh! Dios Filip! Lo siento tanto! N-no sabía que eras tú! Lo lamento!-

Rápidamente México se dio cuenta de su error y enfundó su arma nuevamente, parea después acercarse al filipino y abrazarlo con sutileza, buscando calmarlo un poco; había sido un tonto impulsivo.

-N-no es nada señor México, fue mi culpa, no debí seguirlo así-

La voz de Filipinas era suave y temblorosa, denotando aún más su acento tagalo, de cierta manera, era bastante adorable, ignorando el hecho de que era un poco más alto que el propio mexicano.

Lessons ||One-Shots|| [México]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora