Capítulo 25

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Cuando volví a mi habitación encontré un papel cerca de la puerta.

¿Sería acaso la declaración de amor de Terrence?

Una sonrisa se dibujó en mi rostro,
¡Qué tonterías pienso!, es mas probable que sea algún tipo de insulto por parte de los Leagan.

Una vez que tuve aquel papel en mis manos lo desdoblé con cuidado y procedí a leerlo.

Candy, disculpa por lo del uniforme y la poesía, me gustaría ser tan valiente como tú

Patricia O'Brien


- Patricia, estoy segura que seremos buenas amigas.

Sonreí para después colocar aquella pequeña nota junto a todas las cartas que recibía de mis madres.

El hogar de Ponny, aquel pequeño lugar estaba en America, al otro lado del mar, tan lejos.

Hace unas horas me enteré que una parte de mi pasado podría volver a mi.

Annie Brither

¿Seguirá siendo la misma niña miedosa que conocí?

Apuesto que si.

Habían pasado mas de 7 años desde que leí aquella carta que me partió el corazón.

'Adiós Candy, No quiero que mis amigas sepan que estuve en un orfanato"

Solo eso había escrito la última vez.

-¿Tan malo es ser huérfano en este mundo?.- suspiré algo triste y agobiada por el cúmulo de emociones. Recordar que vengo del hogar de Ponny no me da vergüenza, pero el hecho de que se me trate de manera inferior aun teniendo al señor Andrew como tutor me hace pensar que la maldad se disfraza con trajes elegantes y vistosos.

Por razones así no puedo culpar a Annie por dejará atrás la vida tan difícil que teníamos cuando eramos pequeñas.

No puedo decir que aquel día hace siete años fue terrible pues, a pesar del dolor de perder a mi hermana ese día gané la dicha de conocer a mi príncipe.

¿Dónde estará?

[...]

- ¡Buenos días pajaritos de Ingleterra, si viajan a los Estados Unidos díganle a todos que Candy está bien!

La mejor manera de iniciar el día es gritando lo más fuerte por el bosque, sobre todo después de haberte quedado dormida sobre el escritorio haciendo los deberes de que dejaste de lado por visitar a tus amigos de manera clandestina.

Todo marchaba de maravilla, eran las siete de la mañana y aún no me habia topado con el desagradable rostro de Eliza, eso ya era ganancia.

Entre Rosas y LibretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora