Capítulo 17

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-¡Viva Amanda! - gritaba alguien
-¡salud, escorpiones! - exclamaba otro
-¡somos campeones! - celebraban
Luego de tres agotadores días dentro del laberinto de Raid, por fin, había salido. Acababa de ganar los juegos para el grupo escorpión, y como me enteré segundos después de llegar al instituto, también era la nueva campeona de los juegos de Raid; un gran mérito para llevar en el curriculum según me dijeron.
Al atravesar las puertas, oí el grito de Dalia Raid, exigiendo que la sirena sonara anunciando la conclusión del laberinto. Me mantuve de pie hasta que Marisa se acercó y me llevó hasta el autobús que anteriormente me trajo hasta aquella locación abandonada. Solo cuando estuvimos solas me dirigió unas palabras.
-¿Qué carajos estabas haciendo? - para mi sorpresa ella sonaba molesta
Yo creía que estaría feliz de que ganara, pensé que me felicitaría. Pero no, Marisa estaba furiosa.
-¿acaso quieres que te asesinen?
-yo... - mascullé confundida, en lo que ella me entregaba un paquete color aluminio que contenía un asqueroso jugo sabor coco
-saborea eso antes de que te desmayes
-sí, señora - obedecí
-te ordené claramente que te escondieras y si podías, que te escabulleras hasta la salida. Tal vez, debería decirte lo que no quiero que hagas para que me ignores. ¿Cómo le decían? ¿Psicología inversa?
-¡gané! ¿Eso no es suficiente? - reproché sin darme cuenta de lo elevada que sonaba mi voz - El grupo escorpión se llevó la victoria como usted quería ¿Qué más puedo hacer para merecer un poco de su gratitud?
-¿Qué te crees para hablarme así?
-soy una don nadie ya cansada de ser apaleada por usted o cualquiera. Al menos déjeme disfruta de este momento en paz, - Marisa me miró denotando que lo de estar en paz era ridículo - ya sé que es imposible. El mundo está en guerra y que yo haya salido de ese lugar no es ningún mérito real. Sé que mañana o tal vez, en menos de una hora, volverán a entrenarme sin dejarme descansar. Pero ahora, solo ahora mismo, siento que soy merecedora de un "buen trabajo, Amanda" y si no piensa decir algo remotamente parecido, le suplico que no diga nada. Solo unos minutos de paz es lo que le pido. Más tarde puede hacerme lo que quiera.
Marisa Raid guardó silencio. Su rostro no mostraba ninguna emoción, ni tampoco parecía pensar. Ella solo se mantuvo callada frente mío por al menos treinta segundos. Me acomodé en uno de los asientos y bebí el jugo en tres sorbos largos; era asqueroso, pero calmaba la sed que me torturó desde el amanecer, cuando el agua de mi cantimplora terminó.
Al tirar el paquete color aluminio a un basurero cercano, Marisa salió del bus. Cuando regresó se le notaba más calmada que antes de que le suplicara silencio. Esta vez, lo que puso en mis manos fue una cinta roja de un metro de largo y diez centímetros de ancho; la cinta llevaba la inscripción "Grupo Escorpión, I. Raid" en medio con letras blancas y la insignia del instituto en el comienzo y final de la frase.
-¿Qué es esto? - pregunté examinando la fina tela que acariciaba mi piel
-un regalo, - contestó tomando asiento en la fila de a lado - era del padre de Dalia y ahora es tuya. Ella si está feliz con que ganaras
-hice lo que me pidió
-te expusiste a riesgos innecesarios, Amanda. Es casi un milagro que salieras.
-entiendo que no seguí su estrategia, - musité con intención de que sonara como una disculpa - pero fue lo mejor que se me ocurrió en el momento
-seguir tu instinto no siempre es la respuesta
-usted nos sugirió que lo hiciéramos...
-solo piensa, Amanda, ¿Qué pasa cada vez que sigues tus instintos sin pensar antes? - negué con la cabeza sin comprenderla - Alguien sale lastimado
-pero... señora... - traté de discutir y recordarle que acababa de ganar el laberinto
-el chico que golpeaste en Lewin, Flavio, Daniel...
-ellos me atacaron, - resalté - si no me hubieran molestado, yo jamás los habría tocado
-te diré algo que aprendí con los años. Algo que la mayoría no predica o cree sobre los alumnos: tú no eres una máquina de matar, Amanda, eres una persona pensante y entrenada. Pero sobretodo, una persona que como todas, no eres inmortal. Morir por hacer feliz a Dalia no te hará feliz a ti.
-solo seguía ordenes, - gruñí entre dientes - eso es lo que me enseñaron
-¿solo sigues ordenes? Entonces, ¿Por qué no seguiste las mías?
-usted pidió que ganará
-nunca te requerí eso
-lo exigió a todo el grupo la noche antes de que comience el laberinto
-se lo grité al grupo completo. - Explicó, pero yo no veía la diferencia - Fue una arenga, no una orden
-con mucho respeto, señora, lo que me dice carece de coherencia para mi
-una arenga son dichos para animar, no es una orden que deba llevarse a cabo sin dudar. Tú seguiste las órdenes de Dalia.
-ella es la directora
-pero no es tu dueña
-el instituto pago a mis padres por mí - recordé - y ella es la dueña de Raid
-no te compró
-técnicamente lo hizo. Dalia Raid es mi dueña y haré lo que ella quiera cuando me lo ordene, - aseveré con tanta seguridad que incluso yo estaba sorprendida - puede que le parezca estúpido, pero ella me salvo la vida. Le debo todo.
-¿escuchas cuando hablas? - inquirió atónita - Mirame a los ojos y jurame que en verdad eso es lo que crees
Me incliné en mi lugar, la miré directo a los ojos color pardo y le volví a repetir la misma frase que acababa de decir. Sin siquiera pestañear.
-eso es lo que creo, señora
-mentira. Es lo que aprendiste
-¿Cuál es la diferencia?
-existe una gran diferencia
Justo en ese preciso instante, Dalia Raid subió al autobús con una arrogante sonrisa de victoria. Tenía puesto el uniforme de gala con el que la había conocido hace unos años, en la comisaria de Lewin. Observó a Marisa como preguntándole "¿qué le dijiste?"
-buen trabajo, Amanda - me felicitó
-gracias - respondí contenta. No sabía por qué me ponía tan alegre que ella me agasajaba
-no pienses que me olvidé de nuestro trato. Las botas color madera que te prometí son tuyas. Jamás falto a mi palabra.
-Dalia... - interrumpió Marisa. Sonaba más a una petición que a un reclamo
-dime, - continuó Dalia - ¿fue tan difícil como contaban? Apuesto a que para ti fue como dar un paseo
-¡Dalia, ya basta!
-lo mejor será que descanses, - propuso la directora fríamente - cuando lleguemos a Raid tus compañeros querrán festejar. Les concederé tres días libres.
-¡somos invencibles! ¡Somos inmortales! - cantaban todos los miembros del grupo escorpión cuando nos acercábamos la entrada del comedor común - ¡somos campeones! ¡Escorpiones!
Desde que llegué al instituto, a las siete de la mañana del día siguiente a la conclusión del laberinto, me cargaron en hombros dos escorpiones y desfilamos por todo Raid para celebrar la victoria. Varios escorpiones olvidaron su renuencia al contacto y me atraparon en un abrazo, también Flash, que incluso blasfemó mientras lo hacía.
-te ves fatal, campeona - me dijo Dante dándome una palmada en el hombro
-solo tuve tres días de vacaciones, ¿qué esperabas?
-yo habría ganado en un día
-tú habrías ganado en una hora, Dante - bromeé antes de beber de una botella de plástico pintada de negro por fuera - ¿Qué es esta cosa?
-alcohol, campeona, - contesto él - te darán mucho de eso. No exageres o tendré que castigarte
-¿nunca te relajas, amigo? - le preguntó Roco que también estaba siendo aclamado por el grupo - ¡somos campeones! Digo, ella es campeona, pero ganamos todos
Pareció que todos los miembros oyeron esa expresión, ya que se quedaron esperando que dijera algo. Pensé en las palabras de Marisa la noche anterior a entrar al laberinto. Ellos querían algo parecido a una arenga.
-somos escorpiones, - vociferé - si uno gana, ganamos todos
La muchedumbre explotó en un grito de victoria. Cada miembro del grupo escorpión estaba orgulloso de ser un campeón, todos llevarían esta alegría hasta el último de sus días. Verlos felices, como si el mundo fuera perfecto, me dio cierta satisfacción. Dentro de unos días volveríamos a la rutina, pero hoy éramos ganadores de los famosos juegos de Raid. Éramos parte de la historia. Éramos inmortales y eternos.
Antes de volver al instituto, todos los participantes del laberinto pasamos por una enfermería montada al costado de las puertas de salida. Tenía varios rasguños y moretones, pero Nora, mi enfermera de siempre, se concentró en las cortadas que Flavio me provocó con el Jian. Unos medicamentos para el dolor y fui liberada hasta una de las mesas llenas de comida que se situaban cerca de los autobuses.
Vi a Brian comiendo sin separarse de la mesa, me acerqué disimuladamente a unos metros de él y fingí elegir entre la variedad de sándwiches que nos habían preparado. Él se aproximó unos pasos, observó a nuestro alrededor para asegurarse de que nadie nos viera y luego, se arrimó más.
-solo hay de carne, Am, - dijo refiriéndose a los sándwiches - no hay mucho para elegir
-no tengo hambre - conteste y era la verdad. Aún conservaba el nudo en la garganta que me dejó la conversación con Marisa - ¿estas molesto conmigo?
-¿yo? ¿Por qué lo estaría?
-porque te golpeé
-no me golpeaste. Tú solo me atacaste por la espalda y me amenazaste con un cuchillo...
-Kerambit - lo interrumpí
-hermosa, si sigues corrigiéndome - indicó tratando de sonar amenazador - me veré obligado enojarme
-no se llama cuchillo
-lo tuve en mi cuello y puedo asegurarte que se sintió como un cuchillo
-no era mi intención lastimarte, - me excusé - recién cuando hablaste me di cuenta que eras tú
-lo sé, Am, no tienes que disculparte. Fue un juego y tú ganaste. - aseguró rozando mi mano sobre la mesa y luego retirando rápido el contacto - Estoy orgulloso de ti. Aunque, odié que te pusieras en peligro
-no me puse en peligro
-¿no te ves? Amor, te molieron a golpes y todos lo sabemos. Chocaste con defensas una y otra vez
-pero gané
-pero lo podías haber logrado sin que te lastimarán de esta manera
-Brian, estoy bien. Ya dejen de hacer tanto escandalo
-¿dejen? ¿Con quién más hablaste?
-Marisa Raid - expliqué - piensa igual que tú. Que me arriesgué sin razón
-es la primera vez que concuerdo con un hijo de Raid - afirmó - ¿Qué dijo Dalia?
-ella está feliz. No le importó como lo hice
-odio que te expongas por su culpa. ¿Sabes de lo que me enteré hace días? Estadísticamente es menos posible salir que morir en el intento
-¿dices que hice algo imposible?
-digo que te obligaron a intentar algo imposible
-cuando tu vida está en riesgo, Brian, nada es imposible
-te ves sexy cuando hablas así. Ahora, comé que estas pálida
-entonces, decidí volverlos locos. - contaba Roco durante la cena - Marisa me pidió que si no lograba salir, que distrajera a las defensas y eso fue lo que hice
-¿cómo provocabas las explosiones? - le preguntaba una chica de primer año que integraba la guardia del grupo escorpión
-con rocas, - contestó Dante antes que Roco - las colocas bien, cargas polvo o arena y algo que las sostenga por cierto tiempo. Cuando cede el puntal las piedras caen como en una avalancha y suena igual que una explosión
-gracias por contar mi secreto, Dante - gruñó Roco molesto por no poder seguir impresionando a las chicas con sus relatos
-no sé por qué pierden tiempo con él. Amanda es la que ganó, deberían interrogarla a ella
-Am está muy ocupada. - expuso Flash, ya que yo tenía las manos y la boca entretenidas con unas piezas de pollo - Te aseguro, amiga, que el pollo ya está muerto
Las bromas entretuvieron la mesa, y los relatos de lo sucedido en el laberinto se paseaban por las bocas de los alumnos de Raid. Notaba como me miraban y señalaban, sabía que hablaban de mí y eso me molestaba. Después de todo, tenían motivos para hacerme parte de sus conversaciones; como Brian dijo, ganar era imposible y yo acababa de hacerlo. Procuraba que no se me subieran los hunos, aunque, era difícil con toda esa atención.
Dalia Raid se presentó en el comedor común, realizó un brindis por la conclusión de los jugos y felicitó al grupo escorpión por su victoria. Segundos después se retiró.
Lo único que deseaba cuando el sol ya se ocultaba, era darme una larga ducha. Todos tenían razón, me veía fatal; mi cabello despeinado, sucio y lleno de tierra y polvo era mi mayor molestia, a pesar que toda mi ropa y cuerpo estaba en la misma situación.
Entrando en el dormitorio, mi uniforme de gala ya me esperaba sobre la cama; pantalones de vestir rojos, una camisa gris y zapatos negros. También, una chaqueta de oficial de color rojo, con la insignia del instituto sobre el corazón y al otro lado mi nombre y abajo el grupo al que pertenecía: "Amanda, Grupo Escorpión". Para terminar, una corbata roja con el número veintiuno bordado en la parte de atrás. Rememore los días en los cuales no tenía derecho a un nombre, cuando era solo la numero veintiuno.
Mientras aquella agua fría me recorría el cuerpo, sentí cada una de las heridas que sufrí dentro del laberinto. Le daba la razón a Brian cuando me decía que me molieron a golpes. Todo mi cuerpo se sentía adolorido, la piel de la espalda me ardía como si el agua en vez de fría estuviera hirviendo. Me vinieron a la cabeza los golpes con la vara que me dio la chica sombra, Daysi, cuando caí frente suyo. La roja marca que tenía sobre las costillas era un calco de aquel nunchaku. La chica sombra volvería a verme y se arrepentiría de cada estampilla que dejó en mi cuerpo, pensaba mientras me lavaba el cabello con todo el jabón que tenía a mi disposición.
Las cortadas provocadas por la espada de Flavio también dolían, pero no tanto como mi orgullo tras haber corrido de Arnaldo. Odiaba haberlo hecho, me sentía una cobarde. Agachaba la cabeza cuando los miembros del grupo gritaba: "Amanda los venció a todos" "ninguno pudo detenerla"
En el fondo sabía que, si no hubiera corrido de Arnaldo, él me hubiera dado una paliza. Si se trataba de una pelea uno a uno de la cual no se me concedía alejarme, yo debía perder. Estaba segura de que derroté a Flavio y los demás cargando desventajas, mas no vencí a Arnaldo. Él era una espina que tenía incrustada, una que no me dejaría de fastidiar hasta que lo enfrentara en una lucha justa y me demostrara a mí misma que era capaz de vencerlo.
-Amanda, - me llamaba Flash desde la puerta del gran baño que compartíamos todos los escorpiones desde el segundo hasta el quinto año - ¿sigues aquí?
-sí, aquí estoy
-¿te importa si entro a bañarme?
-claro que no, Flash, entra
Los miembros del grupo, en especial los más antiguos liderados por la teniente Armani, decidieron pasar por las duchas mucho antes que yo, con la idea de no molestarme. Algunos rezagados como Flash esperaban afuera de la habitación o iban a incomodar a los de primer año en su baño privado. También, estaban los alumnos de sexto quienes tenían habitaciones separadas al resto, aunque, ellos jamás compartirían.
Flash entró en uno de los cubículos del baño y casi inmediatamente abrió la ducha. Como siempre no guardó silencio, y menos en ese momento en el que por fin estábamos a solas, a diferencia de todo el día en el que me llevaron a recorrer el instituto como festejo por la victoria.
-¿Amanda?
-¿Qué?
-lo que todos dicen, - murmuró con un poco de miedo - ¿es cierto?
-exactamente, ¿qué me estas preguntando, Flash? Oí que muchos rumores sobre lo que creen que hice
-lo que le dijiste a Flavio
-¿Qué le dije?
-que solo era una perra llorona que no servía para nada más que quejarse
-recuerdo haberle dicho algo parecido - acepté sin darle importancia
-¿Por qué?
-¿Cómo que por qué? Flash, conoces a Flavio
-sí, y también te conozco a ti, y estoy segura que no eres igual que él
-¿eso qué significa?
-sabes que insultar a alguien no te vuelve mejor que nadie, - explicó con tanta paciencia que intuí que trataba de darme alguna lección - tú no eres de humillar al vencido, Amanda
-de acuerdo, - le concedí tener la razón - no estuvo bien lo que le dije, estaba cansada y furiosa, no pensaba con claridad
-te entiendo. El problema es que algunos alumnos no.
-¿algunos como quién?
-Daniel
-por qué no me sorprende. - ironicé - ¿Qué dijo exactamente?
-¿exactamente? Que éramos unos tontos por celebrar a una arrogante que se creía superior a todos nosotros
-tendré que aclarar eso, ¿verdad? - razoné tras un ahogado suspiro
-hablé con Dana, le dejé bien claro que eres mi mejor amiga, y que no perdiera el tiempo tratando de prohibirme dirigirte la palabra
-¿segura de eso? Ella es tu tutora
-se molestó, pero al día siguiente lo aceptó
-espera, ¿Cómo que al día siguiente?
-se lo advertí el día en que comenzó el laberinto
-estás loca
-así de loca me adoras
Salimos de las duchas, nos alistamos con el uniforme de gala y planeabamos como dirigimos al gran salón de banquetes del instituto. Una sala elegante y decorada ubicada bajo la oficina de la directora. Durante el año, los alumnos tenían prohibido el ingreso, eran los instructores quienes se encargaban de su mantenimiento. Pero esa noche, Dalia Raid y todos los hijos de Raid celebraban el final de los juegos y honraban a los campeones con una noche libre.
La cena fue a las siete, y a las diez ya debíamos estar en la fiesta. Procuré recogerme el cabello, pero debido a que después de lavarlo en exceso quedó tan limpio que fue casi imposible apresarlo con una goma, algunos mechones rebeldes siempre volvían a caer sobre mi rostro. Flash tampoco la tenía fácil. Su encrespado cabello color castaño claro no era más sumiso que el mío.
-solo unos centímetros, - refunfuñó entre dientes - si tan solo me permitieran cortarme unos centímetros de cabello sería más que feliz
-ni me lo digas
-tu cabello está más claro, - certificó - antes era un rubio normal
-¿ahora no es normal? - me mofé
-digo, ahora estira a blanco. El mío no cambió
-tal vez, si se aclaró y no te das cuenta - sugerí al tiempo que peleaba con el nudo de mi corbata
-no cambió nada. Mantiene su color, además, me daría cuanta ya que siempre combinó con el tono moreno de mi piel
-¿sabes cómo demonios se pone esta cosa? - pregunté ofuscada por no lograr el nudo
-rezaba porque tú supieras
- que elegantes se ven ambas... - nos interrumpió la Directora del instituto que traía puesto un uniforme parecido al nuestro, solo que en gris
Inmediatamente, Flash se arrodilló, y al notar que yo no lo hacía, me jaló del pantalón. Terminé poniéndome de rodillas a su lado. Era la primera vez que me hincaba ante Dalia.
-levántense. - nos ordenó y obedecimos - Según veo no tienen la menor idea de cómo hacer el nudo de la corbata
-la verdad que no - respondí
-dejame ayudarte. - dijo acercándose y tomando en manos la prenda, realizó hábilmente el nudo - Listo, ¿te fijaste como se hace, Flash?
-sí, señora - contestó ella
-ven aquí
Flash se arrimó con recaudo a Dalia que, volvió a entrelazar un nudo, pero esta vez en la corbata de mi amiga. A Flash se le notaba cierta incomodidad, lo llamé nerviosismo en mi mente. Dalia Raid podía llegar a ser intimidante.
-ahora, están perfectas. ¡casi olvido para que vine! Lo prometido es deuda
Dalia puso en mis manos una bolsa negra. La abrí y encontré el par de botas color madera que me había prometido, en caso de que ganara el laberinto. De lejos se olían como nuevas, parecían ser echas de algún tipo de cuero. Sobre todo, eran hermosas.
-¿te gustan? - inquirió la directora
-me encantan
-conoces las reglas; nadie puede verlas, pero como Flash ya las vio podrían buscarse un escondite para probárselas. ¿Te parece buena idea, Flash?
-sí, señora, - contestó monótona - es una buena idea
-señoritas, las dejo seguir preparándose. - se despidió Dalia - Nos vamos en el salón

NOTAS DE GUERRA - El nacimiento de la leyenda (TERMINADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora