Capítulo 33

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E
ntré el día lunes a la oficina de oficiales. Estaba ansiosa porque me dieran un buen reporte sobre el estado salud de Bingo. No quería tener un mimbro menos, no en ese momento que venía coordinando con Flash la captura del tal Lucho. Al entrar, me topé con los líderes de los cuatro grupos reunidos en la sala. Marisa me invitó a unirme a la conversación.
-malas noticias, Amanda, - anunció Marisa - Bingo estará fuera de la guardia por un tiempo
-¿Cuánto tiempo, señora?
-dos semanas como mínimo. - explicó Braulio Raid, líder del grupo sombra - Te asignaremos otro miembro de sombra mientras tanto
-¿Quién será?
-Brian - solté una risita irónica
-les advertí que no aceptaría - expuso Beatriz, líder del grupo águila - ¿plan b?
-Brian es el único miembro de sombra de quinto año disponible. La otra opción es alguien de tercero. Teniente, creo que debería dejar a un lado los problemas personales y concentrarse en lo que conviene al pelotón
-no es nada personal, señor. - expliqué - Según tengo entendido, Brian ha cambiado repetidas veces de pelotón gracias a las quejas de los oficiales superiores. Mi pelotón trabaja de una manera armoniosa, no quiero que alguien venga a desafinarlo
-la decisión está tomada, Amanda, - sentenció Marisa observando disimuladamente hacia arriaba. Eso significaba que era orden de Dalia - tendrás que soportarlo por dos semanas
-sí, señora
Los líderes se retiraron en unos minutos. Yo gasté mi tiempo en intercambiar informaciones con los demás tenientes. Ningún dato nuevo sobre Nathán o Robertson. Cuando terminemos con eso, puse a Flash al tanto de que Brian se uniría a mi pelotón. Pude denotar la preocupación en su rostro, ella también había averiguado sobre la situación de Brian, y no estaba contenta al oír que podía descomponer nuestros planes. Mi amiga y yo planeábamos dar más de un gran golpe, uno tras otro, cualquier eslabón débil nos truncaría los propósitos.
Las razones por la que Brian cambiaba de pelotón eran casi siempre las mismas. No seguía ordenes, no congeniaba con sus compañeros, incluso se rumoreaba que golpeó a otros alumnos durante las patrullas. El número setenta y cinco que conocí jamás haría algo parecido. Quizás, Bingo no mentía cuando me afirmó que cada vez que nos distanciábamos a él le iba mal.
El lunes por la tarde, Marisa reunió al quinto año del grupo escorpión en el patio trasero del instituto. Su intención era enseñarnos una variante de la astucia de David. Los diez miembros del quinto año estábamos sorprendidos con el divertido juego que nos proponía la líder del grupo escorpión.
Dos botellas de platico llenas de agua colocadas a cincuenta metros una de la otra. Sobre cada una, un vaso de plástico igual a los que usábamos en las fiestas. Decenas de piedras del tamaño justo como para ser lanzadas como proyectiles. No tenía la menor idea de para que usaríamos todo eso.
-reúnanse, escorpiones, - cantó Marisa - hoy les enseñaré un pequeño juego. ¿Todos conocen la astucia de David?
-sí, señora - respondimos en coro
-pues bien. Usaremos la astucia aquí. Se dividirán en dos equipos, mujeres por un lado y los hombres por el otro. El objetivo es pasarse las piedras entre ustedes e intentar meterlas en los vasos o echar las botellas. Si meten la piedra en el vaso y éste no cae tienen diez puntos. Si derriban la botella y el vaso cae boca abajo tendrán cinco. Cualquier otra cosa que hagan no les dará ventaja. ¿Entendieron?
-sí, señora
-además, queda prohibido tocar, taclear o golpear a sus compañeros. Si van a lanzar la piedra más vale que den en el blanco, ya que si lastiman a alguien les sacaré puntos. Otra cosa, quien tenga la piedra en sus manos no puede dar más de dos pasos. ¿Preguntas?
-¿Cómo se supone que las meteremos sin caminar, señora? - inquirió Lorena
-usen su ingenio, escorpiones. Capitanes; Ilusión y Walter
El juego que nos propuso Marisa fue divertido. El grupo necesitaba una distracción como aquella hace tiempo. Fue una tarde de alegría, llena de risas y bromas. Volvimos a ser los niños y niñas previos al instituto; inocentes y juguetones.
Tardamos en conseguir los puntos. Al principio era casi imposible hacer más de dos pases sin que Marisa, quien oficiaba de árbitro, sonara su silbato anunciando que alguien camino demasiado.
Más tarde comenzamos a tomarle ritmo al juego. Grandes jugadas, llenas de saltos y exuberantes maniobras que aprendimos con los años, nos ayudaron a meter las piedras en los vasos. Cuando el sol comenzaba a ocultarse, una breve llovizna llenó de barro nuestro campo de juego, pero eso no nos impidió continuar.
Diana no paraba de maldecir cada vez que no embocábamos la piedra en el vaso. Roco no perdía ni una oportunidad de lanzar algún chiste o broma. La estridente risa de Flash se escuchaba en todo el patio. Lorena no conseguía dar tres pasos sin resbalar en el lodo. Vin lo aprovechó para imitarla cómicamente.
Adoraba a estos chicos. Los adoro. Hasta hoy los sigo considerando a todos como mis verdaderos hermanos. Mi familia. Una familia que no me abandonaría, que jamás me traicionaría como mis familiares de sangre. Guardaría el rostro, la voz, la esencia de cada uno en mi memoria. Mi amado grupo escorpión. Mis amados camaradas. Tal vez, cuando San Pedro me pregunte qué había sido lo mejor de mi vida, responderé que ser parte de este grupo. Ser un escorpión y haber crecido en compañía de ellos.
Llegó el martes por la mañana, Flash y yo salíamos de la oficina de oficiales luego de checar las últimas novedades. Solíamos pasar por allí a pesar de saber que no encontraríamos nada nuevo, la razón; una cafetera con café recién hecho por Pesadilla, teniente del grupo sombra.
A diferencia de los escorpiones, cuando alguien de otro grupo se convertía en teniente no dirigía solo un pelotón de diez personas. En el caso de Pesadilla, tenía a treinta alumnos bajo su mando, entre los cuales tres eran escorpiones quienes lo secundaban en el mando. Pájaro Rojo, teniente de águila, contaba en su mayoría con águilas y escorpiones, era el famoso pelotón aéreo, minado de francotiradores.
Los escorpiones, siendo oficiales, estábamos destinados a pronto convertirnos en Jefe de Escuadrón, por lo que darnos un número similar de unidades y recursos sonaba lógico.
Desayunamos y nos encaminamos a los autobuses de siempre. Veníamos discutiendo sobre los planes que teníamos en mente, y que debía procurar que Brian no se interponga en su cumplimiento. No solo por su comportamiento u trabajo, sino que no debía dejar que se metiera en mi mente o jugara con mis sentimientos. No sabía si él llegaría en pie de guerra o con ganas de colaborar.
-no dejes que te moleste, Am. Tenemos mucho en nuestras manos como para que te desconcentres
-ya me lo dijiste como cien veces, Flash. Sé cómo hacer mi trabajo
-¿pero sabrás cómo hacerlo con Brian cerca?
-¿lo dudas?
Levanté la mirada. Divisé a mi pelotón esperándome donde siempre. Noté que mi nuevo integrante ya se encontraba con ellos. Brian era más alto de lo que recordaba, se podría decir que me sacaba una cabeza. Tenía el cabello más largo, los rizos negro azabache ya le molestaban en la cara. Poseía una expresión seria que nunca le vi; sombría y levemente distante. No se parecía en nada al flacuchento que me propuso matrimonio mientras lavábamos platos.
-allí está tu chico problemas. - Flash me sacó de mis pensamientos - ¿aún sientes algo por él?
-lo más probable, es que siga locamente enamorada de ese idiota
-no se lo demuestres
-trataré
-tal vez, consiga información sobre un campamento grande
-¿Dónde?
-Wayne, si son demasiados necesitaré ayuda
-¿me estas invitando a una cita? - bromeé - ¿Qué pensará Fabrizia?
-quizás, también la invite. Podría requerir todo un batallón
-suena divertido. Ni se te ocurra atacar sin mí
-no permitas que te cause problemas o no podré llevarlos - advirtió cuando nos separábamos
-dalo por hecho
Llegué a donde se encontraba mi pelotón. Mientras más me aproximaba, menos podía disimular que estudiaba a Brian con la mirada. Por suerte, no creo que me haya descubierto. Se encontraba observando el suelo como auto regañándose por estar ahí. Se lo notaba incómodo.
-¡atención, oficial presente! - vociferó como todos los días Mario. El pelotón se puso firme, incluido el nuevo
-buenos días, verdugos. Descansen
-buenos días, teniente - saludó cada uno en su debido turno. Cuando le tocaba a Brian, él no habló
-tienes que saludar - le recriminó Mario
-aun no le contamos sobre las reglas, teniente - lo excusó rápidamente Lautaro
-ya me di cuenta, - mencioné sin darle mucha importancia, aunque, si me irrito que no siguiera mis normas - será tu responsabilidad domesticarlo, Lautaro
-sí, teniente
-como ya saben, nuestro amigo Bingo estará fuera de circulación mínimo por dos semanas. Tenemos un remplazo momentáneo. Les suplico no lo rompan hasta que Bingo regrese, ¿entendido?
-sí, teniente
Subimos al autobús y Brian seguía distante del pelotón. Procuraba de no fijarme tanto en él, pero todos los verdugos estaban en contra de que se uniera al pelotón. No les importaba si eran dos semanas o dos minutos. Cualquiera en Raid conocía nuestra relación, y mucho más ellos. Nadie deseaba que el exitoso transitar de nuestro pelotón se manchara porque él y yo no lográramos trabajar juntos, o que su reputación de insubordinado fuera más que solo un rumor.
-tengo una bala con su nombre, - cuchicheó Laura sentada a mi izquierda - solo dame la orden y adiós Brian
-ni se te ocurra hacer algo parecido, - regañó Lautaro a mi derecha - él no causara problemas. Lo conozco
-creíamos conocerlo, tapete, ahora es un inútil que tenemos que soportar
-como dijiste, - intervine - tenemos que soportarlo. Si él no quiere colaborar tendremos que obligarlo, pero no podemos matarlo
-diremos que fue un accidente. ¿Me dirás que no lo pensaste?
-Flash nos tendrá una fiesta grande, pronto. No iremos si causamos problemas
-¿fiesta? ¿Dónde? - cuestionó Lautaro
-Wayne. Quizás, un batallón sea invitado. ¿Qué te parece ese premio por tu paciencia, Laura?
-preferiría dispárale entre las cejas peludas
-¿se lo comento a los demás? - sugirió Lautaro
-guardemos el secreto por el momento
-Sarah está ansiosa por dispárale - indicó Laura
-tendremos que procurar que nada muy relevante suceda. Además, no deseo que los líderes piensen que lo lastime por despecho
-cambiando de tema… ¿tu padre estará en Philips, Lautaro?
-él siempre recibe a la guardia. - contestó inflando el pecho - Voy a restregar a todos mis vecinos mi uniforme
Llegamos a Phillips sin ningún contratiempo. Era un lugar distinto a cualquiera que hayamos conocido, al menos, yo jamás estuve en algún lugar parecido.
Phillips era una zona grande, como Lautaro anticipó, la mayoría de las estructuras tenían dos o más pisos. Las casas más pequeñas estaban construidas de ladrillo y cemento. No había chozas de madera como en Lewin, ni tiendas de polietileno negro como en Darling. En Phillips parecía que nunca había caído una sola bomba, todo lo contrario a Abridge.
Calles empedradas, paredes bien pintadas. Una comisaria más grande que la casa de mis abuelos maternos. Las personas que caminaban por las calles no se veían como si conocieran la guerra. Más bien creería que ni se enteraron de que comenzó.
Apenas bajamos, un pintoresco hombre de unos cuarenta y cinco años que portaba el uniforme de la guardia real con los distintivos azules del grupo lobo, nos interceptó para darnos la bienvenida. Él cojeaba visiblemente, incluso traía un bastón de madera en el cual apoyarse. Por el cabello rubio oscuro y los ojos casi celestes, deduje que se trataba del padre de Lautaro.
-buenos días, teniente. - me saludó apenas notó los distintivos - Mi nombre es Junio A. Raid, ex grupo lobo, a su servicios
-teniente Amanda, grupo escorpión. - me presenté desviando la mirada. Me preocupaba más analizar mi entorno - Ellos son el pelotón de los Verdugos de Raid
-¿Lautaro? - graznó el impresionado padre al percatarse de la presencia de su hijo - ¿eres tú?
-Junio, ¿qué tal si nos guía por Phillips?
-sí, teniente. A su orden
Seguimos a Junio por las limpias calles de Phillips. Aquella gente era rara, demasiado acomodada para mí gusto. Había personas de varias edades, edades con las cuales deberían estar en el frente y no allí paseándose. Exigí respuestas a Lautaro sin perder más tiempo.
-algunos aquí tienen buenos apellidos y suficiente influencia como para no ir al frente, - explicaba él para todo el pelotón bajo la atenta mirada de su padre - terminan haciendo trabajos administrativos o cualquier otra cosa que no ensucie. Es por eso que varios de los jubilados de la guardia terminan cumpliendo servicio en Phillips, deben proteger a los adinerados. Los demás, como yo, no tenemos tanta suerte. Vivimos a las afueras y, nuestra principal opción es un instituto
-¿adinerados? - gruñó entre dientes Brian - Más bien dicho cobardes
-¿Junio? - llamé al padre de Lautaro
-sí, teniente
-tengo entendido que la guardia suele almorzar en su domicilio
-así es, teniente. Para mí es todo un honor si…
-perfecto. - lo interrumpí - Lautaro, ¿sabes dónde queda la casa?
-lo recuerdo bien, teniente
-Junio, vaya a su casa y prepare el almuerzo. Llegaremos al medio día
-¿no quiere que los acompañe a patrullar, teniente? - inquirió sorprendido
-no. Le agradezco el ofrecimiento. Lo veremos más tarde
-a su orden, teniente
Nos alejamos de Junio. No tenía ningún problema con él en especial, pero debía cazar a un revolucionario, y evitar que Brian sea asesinado por el pelotón. Todo sin que alguien pudiera avergonzar a Lautaro frente a su familia. Para él era importante que lo consideren como un soldado imponente y respetado.
Los Verdugos de Raid, no eran precisamente el pelotón más respetuoso de todos. Las bromas y burlas eran una constante. Discutíamos, reíamos y volvíamos a cotorrear como si no importara que nos oyeran. Pero, aun así, cuando era hora de trabajar no había nadie igual a ellos. Mis órdenes eran sagradas e irrefutables.
Mi principal temor en ese momento era que alguno llamara a Lautaro por su apodo; Tapete. O que otro, específicamente Brian, al darse cuenta de que visitaríamos a familiares, cosa que estaba supuestamente prohibido, se sobresaltara. Una vez a solas con el pelotón les recalqué como debíamos comportarnos ese día.
-hagamos un circulo, verdugos - ordené cuando habíamos llegado a las afueras de Phillips, donde nadie podía oírnos
-¿puedo comer una guayaba, Am? - me preguntó Sarah
El lugar en donde nos quedamos era una especie de jardín. Mucho césped, varios árboles, de los que algunos eran frutales, y una irrespetuosa cantidad de flores. Pronto, Mario comenzó a estornudar por el exceso de polen en el aire.
-en un momento, Sarah. Primero hablaremos - Mario estornuda - ¿estás bien?
-odio las flores - afirmó él, provocando las risas del pelotón
-ya lo sabía - masculló Jazz
-de acuerdo, - detuve las bromas antes de que empezaran - como ya saben más tarde almorzaremos en casa de Junio, con toda su familia. Para quienes no lo notaron, es el padre de Lautaro. Queda absolutamente prohibido decirle tapete o cualquier otra palabra ofensiva. No creo que sea necesario que les recuerde como debemos comportarnos en público. ¿Está claro, verdugos?
-sí, teniente - cantaron al unísono. Todos menos Brian que me miraba boquiabierto
-es una broma, ¿verdad? - reclamó con los brazos cruzados - No vas a dejar que vea a su familia
El pelotón lo fulminó con la mirada. Como ya afirmé, mis órdenes eran sagradas. Laura ni disimuló agarrar mejor su rifle. Le daba carta blanca y le volaba la cabeza.
-¿acaso eres un idio…? - gruñó Dorian
-tranquilo, Dorian. Nuestro visitante no conoce nuestras reglas. Ahora, ¿qué tal si se las decimos?
-número uno; las ordenes de la teniente son sagradas. No se discuten ni con el pensamiento - citó Hugo
-número dos; debemos mantener un comportamiento cortes, educado y respetuoso con todos - continuó Sarah
-número tres; no tomamos rehenes. Excepto los peces grandes - perpetuó Nuria
-número cuatro; si nos encontramos con familiares o antiguos conocidos depende de nosotros si interactuamos con ellos - articuló Lautaro
-número cinco; los secretos del pelotón pertenecen al pelotón. No deben de ser repetidos - dijo Jazz
-número seis; todos deben tener un apodo el cual será su nombre clave vía radio, - bramó Nelson - sin no se posee uno, el pelotón se encargará de inventarlo
-numero siente; todas y cada una de las reglas solo pueden ser cambiadas por la teniente - sentenció Mario
-¿alguna duda, Brian? - curioseé ante su atenta mirada
-todo esto es… - pensó mejor lo que diría - ¿hablan en serio?
-sí, tomamos muy seriamente nuestras normas
-podríamos inaugurarlo con la numero seis, - sugirió Nelson. Ya sabía a donde quería llegar - todos deben tener un apodo, teniente
-Brian, ¿tienes algún apodo? - cuestionó Laura como era la tradición
-ninguno - aseveró él. Maldecí en mi interior
-conoces la tradición, Am
-adelante, Mario - cedí la palabra esperando las consecuencias
-¡atención, pelotón! - vociferó Mario mientras los demás zapateaban rítmicamente - El chico nuevo, alias Brian, miembro de sombra, no tiene ningún apodo para ser usado en la radio. Se escuchan sugerencias
-propongo describirlo - apuntó Hugo
-¿teniente?
-son tuyos, Mario - otorgué
-los oigo, verdugos
-amargado - opinó Jazz
-excesivamente alto - juzgó Nuria
-cara de mono - tanteó Nelson
-dedos de fideo - sondeó Hugo
-ustedes se creen simpáticos. - ironizo Brian con evidente molestia - Me informaron que eran unos payasos, mas no pensé que llegaran hasta este punto
-¿a quién le dijiste payaso, imbécil? - respingó Nelson enfrentando cara a cara a Brian quien tampoco retrocedió
-a ti, y a toda esta banda de ridículos
-Am… - musitó Laura como advertencia
-todos tranquilos, verdugos, - intervine poniéndome frente a Brian, separándolo del pelotón - nuestro invitado no quiso insultarlos. No creo que sea tan idiota, suicida o estúpido como para hacerlo. Ahora mismo se disculpará
-en tus sueños, linda - masculló desafiante
Indisciplina, insubordinación, desobediencia, insolencia, y miles de otras palaras que pasaron por mi mente. Brian me estaba faltando al respeto. No solo a mí y a todo mi pelotón, sino que al uniforme y, por lo tanto al instituto. Ya comprendía porque lo trasladaban de pelotón regularmente. Él era un completo imbécil.
De reojo me percaté que atrás de Brian existía una pequeña pendiente. Una suave caída de cuatro metros con una inclinación de treinta grados. Nada que lo mate, pero sí que lo aleje del pelotón. Aproveché su evidente falta de guardia, levanté el pie y se lo clavé en el pecho. Brian rodó por el césped. Al llegar a recuperar el equilibrio ya estaba alejado de nosotros.
-Laura y Lautaro, conmigo. Los demás espérenme aquí - ordené
-pero, teniente… - trató de opinar Nuria, quien gracias a Lautaro ya sabía que si teníamos problemas no iríamos a la operación de Flash
-solo le voy a enseñar modales, Nuria

NOTAS DE GUERRA - El nacimiento de la leyenda (TERMINADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora