Dos

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Dabi miraba a la chica, le gustaba hacer sentir incómoda a la gente y ella lucia tan inocente junto a él.

Y funcionaba, Ryoko se sentía pequeña y eso no le gustaba en lo absoluto. Le sostuvo la mirada, ella no iba a perder así por así aquella pelea de miradas.

- ¿Que miras Todoroki?

- Dabi.

- Da igual. - dijo con indiferencia.

Quien bajó la mirada fue el, ninguna mujer le había hablado de esa forma y ella lo había puesto nervioso, ¿como lo lograba? Mordió su labio con un sinnúmero de pensamientos atacando su cabeza.

La mirada de Ryoko bajó a aquellos enormes brazos completamente tatuados, sus mejillas se habían puesto rojas, Dabi notó eso y sonrió de lado.

Se puso de pie y caminó a la puerta, tenía que irse de ahí antes de que su padre fuese informado. La puerta no abrió y el soltó una maldicion.

- Es obvio que está cerrada para que no escapemos, idiota.

- ¡Me encerraron con una genio!

Ryoko no dijo nada y quitó un pasador que había enganchado en su falda, se acercó a la puerta y lo introdujo en la cerradura que cedió a los poco segundos.

- Maravilloso. - murmuró al ver la puerta abierta.

- ¡Listo! Tontos hombres que no pueden hacer un trabajo manual. - dijo dejando a Dabi pasmado. Ella empezó a caminar y el de ojos turquesa sostuvo su mano impidiendo que caminara.

- Yo podría hacerte muchos trabajos manuales.

Ryoko enrojeció y empezó a caminar mientras le mostraba el dedo medio, debía alejarse de aquel Perfecto individuo, mientras más Perfecto era el chico más problemas traería.

El diablo era el más hermoso ángel.

- Deténganse. - gritó uno de los oficiales.

En ese momento Ryoko sintió como era tomada por la muñeca y obligada a salir corriendo de esa estación de policía.

Corrió simplemente por inercia, se zafó de quien la tenía agarrada y se apoyó en sus rodillas.

- ¿Por qué te detienes? - preguntó Dabi viéndola recuperar el aliento, Ryoko miró con rabia a aquel ser.

La respiración no la dejaba hablar, tenía ganas de golpearlo a más no poder. Eran las cuatro de la madrugada y ella no tenía ni una mínima idea de donde diablos estaba.

Se suponía que debía alejarse de él, no perderse de madrugada en la ciudad.

- Me culparán de matar a una chica, maravilloso. -Ryoko lo golpeó en el pecho con casi nada de fuerza.- ¿por qué tan agresiva?

- ¿¡Estas loco!? No se quien diablos eres, me hiciste correr seis malditas cuadras.

Ryoko no terminó de hablar ya que Dabi se lanzó encima de ella y ambos cayeron entre unos arbustos, el tenía una mano en su boca y ella escuchaba a oficiales buscándolo.

Sentía el aliento del chico en su cuello, sus músculos encima de su cuerpo. Todo ese hombre era Perfecto y lo tenía encima.

El problema era que ahora lo quería adentro.

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Stigmatophilia - DabiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora