Siete

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Ryoko sostenía la puerta mientras Dabi la tomaba de la mano.

-¡Dije que no! No iré a ver cómo te tatúas. No me gustan las agujas...

- Te tatuarás conmigo

Aquellas palabras hicieron que ambos detuvieran lo que hacían.

¿Tatuarse juntos?

Por un demonio, ¿en que estaba pensando? El no ligaba las cosas que le gustaban con chicas con las que tenía sexo. Esa era una de sus reglas y ahora acababa de pedirle no solo que lo acompañase a lo más sagrado para el.

Le pedía que se tatuara con el.

- ¿Estás seguro?

No

- ¡Si!

Una pequeña sonrisa se posó en los labios de Ryoko.

- Mi padre me va a matar. - fue todo lo que dijo la chica antes de poner seguro a la puerta.

Ya en aquel lugar lleno de dibujos, personas tatuando y otras esperando su turno para tatuarse.

Miró a Dabi jugar en su celular mientras cintos de agujas penetraban su piel al tatuarlo, ni siquiera se inmutaba. Regresó su mirada al libro de dibujos. No sabía que tatuarse.

-¿Que me tatuo? - pregunto por octava vez.

- Lo que te apetezca, pequeña Ryo. - aquel sobrenombre la hizo sonrojar.

- Me haré tu nombre.

Aquella declaración hizo que el chico que los tatuaba dejara de mover su mano, miró de reojo a Dabi. Lo conocía bastante bien como para saber que faltaban pocos segundos para que tomara sus cosas y saliera corriendo.

Pero no pasó.

Dabi sonrió y tomó la mano de la chica.

- Yo me tatuare el tuyo.

Aquello si fue una sorpresa para el joven de cabello verde que sostenía la máquina.

- Increíble. - murmuró viendo aquello que creía imposible.

Horas y mucho llanto después ambos tatuajes estaban terminados. El nombre "Dabi" en llamas se encontraba en la muñeca derecha de la chica y el nombre "Ryoko" rodeado por un dragos estaba en la muñeca izquierda de Dabi.

- ¿El dolor valió la pena? - pregunto el tatuado con esa mirada turquesa y sonrisa de burla.

- El dolor valió todo.

Después de un largo beso hicieron su segunda parada.

Un salón de belleza.

Era el día en que Dabi retocaba su tinte y Ryoko cambiaba el suyo.

Después de rogar e insistir la chica logró su cometido. Ambos tenían ahora el cabello rosado.

- Te detesto. - dijo Dabi.

-Mientes.

- Eso es cierto. - murmuró.

No entendía por qué esa chica lo hacía sentir de esa manera.



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Stigmatophilia - DabiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora