Nueve

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Ryoko miró la pantalla de su teléfono, iluminada con el nombre "Grandísimo idiota" tenía días llamándola sin parar, incluso había ido a su casa más de una vez.

La chica de ahora cabello rubio suspiró viendo su teléfono. Malditas eran sus ganas de tomar el teléfono, responder y pedirle que viniera.

¡Pero no! Ella era más fuerte que eso.

Ya había caído en la estupidez gigante de haberse enamorado de su amigo con derecho, oh, que bellos eran aquellos tatuajes, podía lamer esos tatuajes otra vez.

Definitivamente estaba enamorada.

Y no solo de sus tatuajes.

-.-.-.-.-

Dabi suspiró, otra vez lo mandaba al maldito buzón y Ryoko no aparecía por parte y eso ya lo estaba volviendo loco, sabía bien que la mujer teñida solía hacer dramas, pero Máximo tardaba un par de horas, ya llevaba dos semanas desaparecida.

Maldito sea el alcohol que lo convertía en un completo idiota. Aunque le agradecía porque gracias a él conoció a Ryoko.

Dabi ni siquiera recordaba mucho de la noche en que besó a Toga. Pero si recuerda muy bien cuando se alejó de ella y vio a Ryoko con la mano en el pecho y aquella mirada nublada, triste... dolorosa.

Claro que intentó ir tras ella pero ya que Ryoko era más pequeña pudo escabullirse entre la gente. Suspiró.

Le había hecho daño a ella y eso le hacía daño a él, era un idiota tremendo pero a ella la atesoraba en un lugar especial de su corazón.

Era un completo idiota, no solo por haber besado a Toga sino también por enamorarse de Ryoko.

Ryoko era su amiga con derecho y ninguna persona con cinco dedos de frente se enamoraba de su amiga con derecho, pero ninguna persona podía resistirse a la increíble belleza y poder de atracción que ella poseía.

- ¿Que tienes? - cuestionó su padre. Un hombre alto y de cabello rojo fuego.

- nada. - respondió sin despegar la vista de la pantalla de su teléfono.

- Te conozco. - el hombre aflojó su corbata.

Dabi suspiró y vio los ojos turquesa de su progenitor.

- ¿Como lograste que mamá te perdonara?

- ¿Cuando? He cometido muchas idioteces. - Dabi sonrió, era cierto, su padre sabía muy bien cómo hacer cosas que dañaran a su madre y gracias a eso lo odio por muchos años.

- Cuando le fuiste infiel. ¿Como lograre que te perdonara... Esa vez la destruiste, recuerdo que se fue y nos dejó.

- Touya, no era necesario que hablaras tanto.

- Lo siento.

- Bien. Esa vez no pensé nada de lo que hice, solo quería recuperar al amor de mi vida así que hice todo lo humanamente posible para que me perdonara. Lo primero fue darle espacio - ambos carcajearon- sabes que cuando se enoja necesita soledad. Luego de que cada día le mandara al trabajo sus flores favoritas le recordé cada vez que la hice feliz... y lo más importante: prometí nunca jamás ser infiel.

- ¿Así de simple?

- No, aún falta lo más importante que es cumplirlo. Lo cumplo cada día de mi vida y aún falta.

- Mamá está loca. Yo te habría mandado al diablo. - dijo el chico. Enji sonrió.

- Empieza a rezar para que tu chica esté tan loca como tu madre entonces.

Dabi tragó grueso, de colocó de pie y tomó la llave del auto para volver a casa de Ryoko.

- ¿A donde vas?

- a desatar la locura.

Durante todo el camino le imploraba a todos los dioses que por favor ella al menos escuchara lo que él tenía que decir. Y fue escuchado.

La chica estaba ahí, saliendo de su casa. Dabi aparcó el auto y casi saltó de el para atraparla antes de entrar a la casa, se aferró a sus piernas.

- Suéltame. - pidió la de ojos grises. Respiraba profundo y se mordía el labio para que no saliera el puchero.

- Por favor escúchame.

- No. dijo con voz quebrada.

Dabi la soltó y ella se introdujo en su hogar cerrándole la puerta en la cara.

- ¡Escúchame por favor! - no obtuvo ninguna respuesta. - ¡perdóname! - gritó muy cerca de la puerta. - estaba ebrio y no es excusa, pero te juro que yo solo pensaba ¿Por qué se siente diferente si es Ryoko? Solo pensaba en ti porque solo me interesas tú. Esto no debía terminar así pero me enamoré... crucé la línea que yo mismo marqué. Y se que tú también...

Las lágrimas se acumulaban en sus ojos, por primera vez sentía el verdadero dolor por perder a una mujer.

- Lárgate. - dijo Ryoko del otro lado de la puerta, su voz se escuchaba quebrada y eso hizo que el dolor de Dabi fuera aún más grande.

- Te amo... y si tú me amas por favor abre la puerta

Silencio.

El horrible y doloroso silencio.

Ya nada había importado, Ryoko era una mujer cuerda y no iba a perdonarlo. Se levantó de sus rodillas para irse.

Ya en el auto suspiró. Miró la casa de Ryoko por una última vez. Y la puerta se abrió.

Quizás ella no estaba tan cuerda.

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Stigmatophilia - DabiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora