El Baile

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Inés se rascó la cara, molesta con la máscara que llevaba puesta. Creía que este evento era una estupidez, pero no tenía otra que asistir y sonreír a los - no tan - misteriosos invitados. Mentalmente anotó preguntar de quién había sido la maravillosa idea de invitarla a un baile de máscaras con la élite adinerada del país. Le encantaban los eventos y patrocinar a su partido, en especial es una presentación en la capital, pero empezaba a cansarse de tener que escuchar a hombre sí y hombre también diciéndole que si no se planteaba dejar la política para ser madre o modelo. No sabía qué comentario prefería de los dos. 

Iba a coger su cuarta copa de vino de la bandeja de un camarero cuando su mirada se encontró con unos ojos marrones intenso, cuya dueña le robó la última copa. Le dedicó una sonrisa que le resultaba familiar y se fue, dejando a Inés pegada al suelo con la sonrisa reproduciéndose en su mente. Puede que fuera el alcohol lo que no la dejaba recordar dónde había visto esos ojos oscuros y esa sonrisa. Puede que también fuera eso lo que le hacía que no parara de pensar en esa mujer. Definitivamente era la sexta copa lo que la hizo ignorar a un importante empresario para buscar a la misteriosa enmascarada, sintiendo que no quería más que volver a verla. 

Al fin la vislumbró entre la multitud. No paraba a hablar con nadie y arrastraba el bajo de un largo vestido azul oscuro mientras paseaba por la estancia. Inés la siguió con la mirada durante un rato, hasta que decidió que sus pies también la siguieran. Sin embargo, no tardó en perderla de vista, e intentó ignorar el sentimiento de desazón que le invadió. 

-¿Me estás siguiendo? - susurró una voz detrás suya. 

Inés se giró, sorprendida. Esa voz...La notaba ronca y forzada, como si estuviera enferma, y le quería sonar de algo, pero no lograba situarla. 

-¿Y tú? - contraatacó la de Ciudadanos, levantando una ceja. 

La mujer misteriosa dibujó una sonrisa ladeada, como si supiera algo que Inés ignoraba. Se le habían soltado un par de mechones del recogido que llevaba y le caían en cascada sobre su cara, ayudando a ocultar su identidad. 

-Se te ve aburrida. 

Inés parpadeó ante el atrevimiento, y entrecerró los ojos, inclinándose suavemente.

-¿Quién eres? - preguntó ignorando por completo los nervios que sentía en el estómago al devolverle la mirada a unos preciosos ojos. 

Un brillo cruzó los ojos de la desconocida, como si su anonimato le proporcionara una ventaja. Sin ocultarlo paseó su mirada por la figura de Inés. 

-Estás muy guapa- Inés levantó las cejas, pero no pudo articular ninguna respuesta al cumplido, de modo que la otra mujer aprovechó y extendió la mano-. ¿Quieres bailar? 

-Nadie está bailando- dijo Inés mirando hacia el espacio vacío al lado de la orquesta. 

La mujer se encogió de brazos. 

-¿Tanto miedo te da hacer algo por ti y no por las apariencias? 

Sus ojos se encontraron, desafiantes. ¿Pero quién se creía que era esta misteriosa mujer para soltarle esas cosas? Nadie le hablaba así, y menos en un lugar como ese. Inés miró a la mano que aún le ofrecía y se mordió el labio. No se iba a dejar amedrentar por cualquiera. 

-No tengo miedo- afirmó, pero en vez de coger la mano, se giró para caminar hacia el espacio de baile. 

La mujer la siguió, y cuando llegaron, Inés se giró y se puso en posición de vals. Le puso la mano en el hombro a la otra mujer, que adoptó la posición del hombre y deslizó su mano por la pequeña cintura de Inés, provocando un ligero escalofrío al acariciarle la espalda.

No pienses (en mí) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora