Orgullo

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El brillo de la pantalla cegó a Irene, haciéndole entrecerrar los ojos para poder ver bien. La televisión llevaba rato encendida pero hacía tiempo que le había dejado de hacer caso. Hacía horas que le había enviado un mensaje a Inés, después de haberse cruzado con ella y la de Ciudadanos la evitara con una excusa que Irene se había creído a medias. Entró en la conversación y vio que Inés estaba en línea, pero el mensaje seguía sin respuesta. Parecía estar riéndose de ella, de cómo entraba cada 5 minutos para comprobar que su móvil no se hubiera equivocado y no le hubiera avisado de que tenía un nuevo mensaje.

Tengo tu camisa. ¿Nos vemos y te la devuelvo?

Bloqueó la pantalla de nuevo y lanzó el dispositivo al otro lado del sofá, suspirando profundamente para dejar escapar la frustración. Cruzada de brazos, miró la televisión, intentando concentrarse en la película que se había puesto, pero su mente no paraba de darle vueltas al tema.

A esas alturas había pillado que Inés estaba enfadada, pero no lograba entender el por qué. Lo habían pasado bien y no había razón para de repente actuar como si Irene no existiera. La madrileña intentó recordar si había hecho algo mal, pero con una sonrisa solo pudo recordar el tacto de la piel de Inés contra la suya. Podía pasar que se hubiera ido en algún punto de la noche sin decir nada, también podía pasar que no le hubiera dejado una nota o que no hubieran hablado durante el día en el Congreso, pero le pesaba ver el mensaje que aún no había sido leído a juzgar por la ausencia del color azul cuando claramente estaba en línea. Le parecía estúpido que Inés estuviera evitándola sin al menos decirle por qué.

En línea de nuevo. Irene resopló para sí misma y antes de volver a repetir los mismos movimientos que ha tenía aprendidos. Tirar el móvil, volverlo a coger a los 5 minutos, comprobar que Inés estaba siendo infantil, tirar el móvil. Y repetir.

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Xavi aún no había llegado, por lo que Inés aprovechó el tiempo de paz antes de la guerra. Era consciente de que tendrían que hablar largo y tendido sobre muchas cosas de manera tranquila y aclarar algunos temas, pero en ese momento a Inés le apetecía discutir. Le apetecía sacar todo lo que llevaba dentro; estallar y no pensar en las consecuencias. Entró de nuevo en WhatsApp para volver a hacer lo único que había estado haciendo desde que había llegado a casa: mirar la conversación de Irene. No había entrado aún, pero había leído el mensaje en la notificación. Movía la pierna con nerviosismo, recitando en su mente lo que decía el mensaje antes de poner los ojos en blanco y dejar el móvil a un lado para volver a cogerlo unos minutos después.

La rabia que había sentido al ver a Pablo se había retroalimentado con pensamientos que, racionalmente sabía que no eran verdad, pero no estaba en posición de darse cuenta. Se sentía estúpida al pensar que podría haber alguna oportunidad para ellas. Que Irene dejaría a Pablo y ella a Xavi, pero Montero ya había tomado una decisión y era lo que ella había visto. Y ahora le venía con un mensaje diciendo que si se veían. Inés se quejó en silencio, levantándose del sofá para coger una botella de vino, pero no había empezado a abrirla cuando oyó el sonido de la cerradura de su puerta.

-¿Inés?- una voz masculina con acento marcado la buscó desde la entrada y la de Ciudadanos se dio cuenta de lo rápido que se había acostumbrado a estar sin ella. Oyó a Suiti recibiendo a Xavi, pero ella se quedó donde estaba, sirviendo la copa con tranquilidad. Cuando él por fin llegó a la cocina, sus ojos fueron directos a la copa antes de alzar una ceja- Pensaba que no habías llegado aún.

-¿Qué tal la vuelta al trabajo?- preguntó sin veneno aparente, pero la sonrisa irónica no dejaba lugar a dudas de que iba con segundas.

-Mucho mejor en Barcelona que aquí, pero no me puedo quejar- contraatacó Xavi. Ya conocía a Inés, sabía de qué pierna cojeaba, y no se iba a dejar intimidar por esa mirada decidida y la picardía de una sonrisa que no auguraba nada bueno.

No pienses (en mí) Where stories live. Discover now