Agua y fuego se llevan bien

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-Bueno, aquí me quedo yo- dijo Irene parando junto a su puerta, con Leona tirando para entrar.

Inés alzó la vista y levantó las cejas.

-Ah, la famosa casa- exageró, provocando que Irene pusiera los ojos en blanco-. No se ve mal.

-Sí, tan famosa- murmuró. Bajó la vista y vio a Suiti con la lengua fuera, así que se agachó para acariciarla-. ¿Tienes sed?

Inés se unió a Irene, agachándose junto a los perros, y sonrió cuando Leona se apoyó en su muslo.

-Creo que no es la única.

-¿Por qué no entras y así le doy un poco de agua a todos?- propuso Irene, para sonreír y levantar las cejas-. Así puedes ver la famosa casa por dentro.

Suiti pareció entender lo que hablaban, porque se subió al escalón de la puerta y movió la cola.

-Creo que ya han tomado la decisión por mí- aceptó Inés, riéndose. Era consciente de lo mucho que significaba eso. Inés era de la oposición directa. Ciudadanos y Podemos habían peleado siempre, con apenas puntos de acuerdo entre sus ideologías, y que Irene metiera a una mujer del otro partido en su casa, la tan criticada, quería decir que confiaba en ella.

Una vez dentro los perros fueron corriendo al jardín, jugando entre ellos, y sus dueñas los siguieron. Inés vio la piscina que había, que parecía un lago natural, a su derecha y el agua cristalina hizo que deseara haberse puesto un bikini. Irene la vio y deseó lo mismo, mordiendose el labio. Inés llevaba una camiseta blanca y unos vaqueros, lo más simple del mundo, pero aún así a Irene se le caía la baba. Además, llevaba esos vaqueros que había llevado puestos la noche de las cervezas y que Irene había descubierto que eran sus favoritos.

-.... ¿no?- oyó decir a Inés, sacándola de sus pensamientos.

-Perdona, ¿qué?- se disculpó Irene, sacando dos vasos- Tenía la cabeza en otra parte.

-Decía que la piscina debe ir bien para las altas temperaturas de ahora- explicó Inés de nuevo, aceptando el vaso de agua fría que le ofrecía la otra mujer.

-La verdad es que no he tenido la oportunidad de probarla aún. Más bien la usan los perros.

Inés la miró con expresión de sorpresa.

-¿Los perros? ¿Se bañan en la piscina?

-Sí. Les gusta tirarse y correr por ahí- dijo Irene con una sonrisa en los labios al recordar a Tirso el primer día que se había tirado al agua. Cogió un bol de agua e Inés le ayudó con el otro, acompañándola al jardín de nuevo donde los perros jadeaban en la sombra. Al verlas, todos corrieron a su encuentro. Irene señaló un banco cerca de la piscina e Inés asintió, tomando asiento junto a ella.

-La verdad es que hace un día precioso- comentó, mirando al cielo despejado entrecerrando los ojos. Irene no contestó, sino que se limitó a admirar los rasgos de la otra mujer.

De repente Rumba se tiró al agua, haciendo que el sonido las sacara de su ensimismamiento, e Irene rió al ver a Suiti en el borde.

-¿Crees que se tirará?- le preguntó a su dueña, que giró la cabeza para mirar a su mascota.

-¿No decías que los perros se parecían a los dueños?

Irene apartó la vista de la perra para concentrarse en Inés, apoyando el brazo en el respaldo del banco y Arrimadas, al notar el movimiento, la imitó y sus miradas se cruzaron.

-¿Y su dueña es de tirarse a la piscina?

Sin darse cuenta habían gravitado una hacia la otra. Sus rodillas se tocaban y, ante el obstáculo, se habían inclinado hacia delante. Irene aguantaba la respiración, esperando la reacción de la otra mujer. Inés, sin embargo, notaba cómo su respiración se volvía profunda.

No pienses (en mí) Место, где живут истории. Откройте их для себя