36. Adrenalina

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—Emmita, ¿pero qué estás viendo? ¡Papá y mamá se están peleando!

—Ay, no entiendes, Helga, porque eres una baby. Es un vídeo de cuando papá y mamá estaban en la Academia.

—¡Que yo no soy baby! Pero... Emma... ¿por qué estaban enfadados?

—No estaban enfadados, estaban "picados". Siempre les pasaba jugando a las cartas.

—¿Y entonces ya no se querían?... ¡Emma! ¡Que no te rías!

—Es que eres muy graciosa, Helguita... Claro que se querían, es como cuando Alejandro y tú os picáis jugando, porque los dos queréis ganar.

—Álex no se 'pica' nunca. Le da igual perder...

—Bueno, es verdad. Pero es esa sensación.

—Pues no entiendo... ¿Así quieres más a una persona? Yo solo querría matarle...

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(Helga)

David era un imbécil que parecía creerse mejor que nadie.

Lo calé desde el primer momento en que nos conocimos, en el aeropuerto. Yo en ese instante estaba diciendo algo, y entonces nuestros ojos se cruzaron. Por supuesto que yo sabía quién era él, y él quién era yo, pero como no había ido a la cena de despedida porque estaba enfermo, no nos habían presentado adecuadamente.

Y total, para qué. Porque nada más me vio..., me lanzó una mirada curiosa y pasó de mí. Y, en lugar de saludarme, fue a hacerlo a mi hermano, con quien parecía llevarse muy bien.

—Tío, mucha mierda en la gira —le deseó Álex, chocándole la mano. ¿Desde cuándo intentaba hacerse el chulito?—. ¿Estás ya recuperado? ¡Que eso hay que vivirlo al máximo!

—Y que lo digas... Menos mal que no ha ido a más, porque pensaba viajar de todas formas, estuviera como estuviese. Pero sí, estoy mejor, y para Miami espero estar ya al cien por cien, preparado para darle bien al bajo —rio él, haciendo el movimiento como si tuviera el instrumento entre las manos.

Yo no había podido evitar poner los ojos en blanco. Lo que faltaba. De manera que dejaba un Álex atrás para encontrarme con otra versión de él. ¿Es que acaso se podía tener peor suerte? Cada vez la certeza de que el viaje iba a ser una mierda era más firme, y mi deseo de escaparme en Buenos Aires, más real. En cuanto llegara a Miami y cogiera wifi, pensaba escribirle a Celeste, la prima de Lucre, para tratar de irme con ella. En principio no tenía por qué salir nada mal, y ya luego lidiaría con Esteban.

—Helga, tú no habías conocido a David, ¿verdad? —me dijo papá entonces, después de haberle estrechado la mano a este.

David me había tendido la mano con su mejor sonrisa. ¿Con que ahora sí, eh?

Pues no. No me daba la gana.

—Huy, sí. Cómo no iba a conocer a David —le respondí, en tono irónico, mientras me cruzaba de brazos para dar a entender que no pensaba saludarlo.

—Bueno, ya sabes que Helga nos va a acompañar, pero le está costando un poco hacerse a la idea. Al final lo pasará bien —continuó papá, tratando de suavizar el ambiente después de mi reacción.

Uggghhhh, lo odiaba.

David no había dejado de sonreírme, apartando la mano con delicadeza.

—Seguro. ¡Yo estoy deseando! —había sido lo único que había añadido él.

Y entonces había empezado a actuar como si yo no existiera. ¿Perdona? O sea, pasaba de mi cara nada más encontrarse conmigo, ¿y ahora me ignoraba deliberadamente? ¿Pero quién se creía que era?

Una voz compartidaWhere stories live. Discover now