Capítulo VII

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Era la primera noche que soñaba con Jon Snow desde que había dejado Invernalia. Bueno, no exactamente. Soñaba con él constantemente, pero nunca lo vio en sus sueños de cuervo.

El corazón de Lyanna se llenó de terror al ver a Jon del lado equivocado de muro, durmiendo en el suelo helado. Le vio junto a un chico regordete. Y, por un momento, quiso quedarse. Ver a su Jon reír un poco era suficiente para que Lyanna deseara huir al norte, desaparecer por la muralla y vivir en una cueva con el hermoso chico de cabello negro y ojos grises.

No le sorprendió notar que, después de todo ese tiempo, aun amaba a Jon. No como antes, no de la manera loca y desesperada en la que los jóvenes se enamoran, si no como si fuera parte de ella. Como si parte de su esencia fuera precisamente eso, amar a Jon Snow.

El chico, que ya no era un chico noto Lyanna, seguía a su lobo por el bosque. Fantasma era imponente, un lobo un poco más pequeño que Viento Gris, pero aun así gigante. Cuando el bastardo desenterró una tela negra como la noche y vio que dentro había cuchillos y puntas de flecha, Lyanna despertó.

Ese día llegaron graves noticias a la Capital, buenas para los Lannister. Renly Baratheon murió asesinado antes de la batalla con su hermano, pero Bastión de Tormentas aún no había caído. Seguía siendo protegido por uno de los abanderados de Renly.

— Mi reina, necesitamos a los Tyrell de nuestro lado —Cersei se había recuperado y acababa de salir de una reunión del consejo, el cual ahora solo estaba compuesto por Varys, Meñique, Tyrion y la reina —. Antes de que Stannis o el Norte se conviertan en sus aliados.

— ¿Y cómo haríamos eso, Lady Lyanna? —Cersei ponía a prueba a su cuñada.

— El oro no hará que los Tyrell nos juren lealtad alteza —comenzó Lyanna, tratando de esconder la emoción que la embargaba —. Pero si matrimonio. Loras Tyrell alguna vez hablo sobre su doncella hermana, una hermosa joven.

— Que estuvo casada con Renly —apuntó Cersei —. Mi hijo no se casará con las sobras de alguien más. Es un rey.

— No creo que se haya consumado ese matrimonio alteza —Lyanna le guiño un ojo a la reina —. No es por hablar mal de los muertos, pero ambas sabemos que Lord Renly... prefería la compañía de Loras encima de la de su hermana.

— Hablas como mi hermano. Y hablo del enano, puesto que Jaime no era tan brillante en ese aspecto.

Lyanna trago saliva, sintiéndose algo culpable. Se había pasado toda la noche y parte de la mañana suspirando por el chico que amo cuando era una niña, sin ni siquiera pensar un poco en su esposo, en el padre de sus hijos.

— Como ya le dije una vez Alteza —comenzó Lyanna —. Tyrion es un hombre brillante.

Una doncella se aproximó, llamando a Lyanna con urgencia hacia sus hijos. La joven madre se despidió de la reina con una inclinación rápida y se fue apresurada. Existían pocas cosas más odiosas que la mirada inquisitiva de Cersei Lannister.



Lyanna y Tyrion observaban a una valiente Myrcella Baratheon despedirse de sus hermanos y su madre antes de subir a un barco que la llevaría a Lanza al Sol.

— Crecí ahí princesa —le había dicho Lyanna más temprano —. Es un lugar hermoso y el clima es mejor que aquí. El príncipe Doran y su hermano Oberyn son muy amables, y sus hijos Quentyn y Trystane son muy buenos y educados. Su hija, Arianne, es algo difícil, pero es buena. Lo veras —por lo menos así había sido cuando Lyanna era una niña —. Y eso sin contar las hijas de Oberyn. Estarás bien.

La niña abrazo a su tía un momento antes de correr hacia los guardias que la esperaban. Lyanna no pudo evitar pensar que Myrcella, a diferencia de Joffrey, tenía mucho de Jaime en ella.

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