1. Ocho cero uno

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Me ha dicho: "A quien es bueno, la amargura
jamás en llanto sus mejillas
moja:
en el mundo la flor de la ventura

al más ligero soplo se
deshoja...

Juan de Dios Peza.

A pesar del frío, para Imanol aquella mañana era la más espléndida de todas

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A pesar del frío, para Imanol aquella mañana era la más espléndida de todas. A través de la ventana panorámica de una nívea habitación, se colaban con esfuerzo algunos tenues rayos solares que luchaban por imponerse al invierno azteca.

Todo era silencio y paz. La sencilla cama individual estaba cubierta por una colcha blanca, al igual que las fundas de las almohadas, solo el escritorio y la pequeña repisa de caoba le daban un toque de color a la alcoba.

En aquel escritorio reposaban, guardados, algunos viejos libros de carátulas oscuras, cuyos títulos dorados en latín resaltaba en un hermoso rotulado.

Recostado en la cama, despreocupado, Imanol movía su pie al ritmo de la música que reproducía su celular. Su piel trigueña, un poco más clara de lo habitual, restaltaba en el sweater cuello tortuga negro, el cual le llegaba al mentón. Las puntas del liso y castaño cabello caían sobre sus profundos y amplios ojos café. De frente amplia, nariz recta y ligeramente abultada en la punta, labios poco  definidos, de un grosor perfecto, resaltados por una perillita en su barba que adornaba su firme mentón. 

Imanol Rodríguez Madrigal no era un muchacho ordinario. Por sus venas no solo corría la sangre de los gloriosos y enigmáticos Mexicas sino también la herencia de uno de los Clanes más intimidantes de la Tierra: el Clan Astrum, los cuales eran conocidos como los Mártires de la Verdad, debido a que era el Clan que engendraba y formaba a los más valientes soldados de la Fraternitatem Solem.

Luego de que la Hermandad fuese restituida en la Tierra, y nuevamente bendecida por los Dones, los siete Clanes del Solem establecieron un régimen de entrenamiento obligatorio para todos sus miembros: quienes llevaban los Sellos tenían que abandonar la casa paterna a los dieciséis años y recluirse en los Institutos de Entrenamiento que funcionaban como internados, ubicados en distintas ciudades de cada país, para recibir una formación adecuada, según las necesidades de la Hermandad y las caracterrísticas de cada Clan.

La formación solía durar cinco años, tras lo cual dejaban el Instituto, la mayoría a los veintiún años de edad, realizando dos años de prácticas profesionales en un cuartel propio de la Hermandad, para luego volverse a integrar a la sociedad, llevando una vida ordinaria, pero comprometidos a dejarlo todo si la Hermandad corría peligro.

Cada Clan tenía un líder, que más allá de su preparación académica, humana y física,  era escogido por la divinidad de la Hermandad, la cual le otorgaba un Donum, un poder sobrenatural, con el cual podría luchar contra los seguidores del Harusdragum, los non desiderabilias. Estos líderes recibían el título de Primogénitos, y sin importar la posición que ocupaban dentro del Clan, cualquier miembro que fuese escogido pasaba a ser la cabeza del Clan.

Las saetas del Tiempo - Horas [1er. Libro]Where stories live. Discover now