2. La historia escrita en nuestra sangre

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Vivo aquí donde fallece el viento...
Mateo Morrison.

Aquel sería el último domingo de asueto que el Clan Lumen le concedió a la joven Linette Altamonte antes del inicio de la etapa final de su entrenamiento

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Aquel sería el último domingo de asueto que el Clan Lumen le concedió a la joven Linette Altamonte antes del inicio de la etapa final de su entrenamiento. Había vuelto a Nagua, solo para celebrar el Día del Nagüeño Ausente junto a su familia, el cual sería la última festividad que tendría con ellos, debido a que no los volvería a ver hasta cumplir los veintiún años.

Bajando a la Playa La Poza de Bojolo para despedirse del mar dominicano, se detuvo a contemplar las azuladas y límpidas aguas del Caribe que bañaban las costas de su hermoso país; y aun cuando no saldría de la isla, estaría privada del aroma y el sonido del mar por mucho tiempo.

Linette era una joven de diecinueve años, con una estatura promedio. Era dueña de una hermosa piel morena, de grandes y llamativos ojos café, cabello castaño, abundante, rizado, rebelde como la naturaleza, el cual llevaba recogido en un alto chongo, de donde se habían zafado algunos mechones. En su alargado rostro, sus cejas, nariz, pómulos y carnosos labios armonizaban a la perfección con su facciones.

Su tonificado cuerpo juvenil iba cubierto con un blusón azul que dejaba al descubierto uno de sus hombros, y cuyo borde inferior caía sobre el inicio de los bolsillos de su short de mezclilla lavada.

Sumergida en su contemplación, con las manos dentro de los bolsillos delanteros, fue sorprendida por un grupo de niños que, jugando, la rodearon. Emocionada por la presencia de los chiquillos, les regaló su atención.

Aquellas criaturas le traían hermosos recuerdos sobre su niñez, llena de alegres momentos en compañía de sus hermanos mayores: Alberto, de veinticinco años, el cual se encontraba destacado en la Coetum de Santo Domingo, desde donde eran dirigidos todos los Clanes de la República Dominicana, y José, cuyo entrenamiento terminaría en un par de meses, al cumplir los veintiún años.

—¡Lin! —saludó la más chica de todos, una preciosa morenita de ojos marrones—. ¿Te irás pronto? preguntó entristecida.

—Sí, pequeña. Pero te prometo que pronto volveré —respondió, introduciendo su mano en los rebeldes rizos de la niña.

—¿Nos cuentas la historia de la Hermandad? —pidió el mayor, un jovencito de unos once años con una hermosa piel bronceada. Este llevaba en su mano una vara de bambú.

—¿Me permites? —le pidió la vara.

El chico se la dio. Linette trazó con ella una enorme esfera en la arena: la Tierra.

—Al principio, la humanidad lo tenía todo. Vivía en igualdad de condiciones. Pero la codicia, niños, corrompió el lugar más preciado del hombre..., ¿saben cuál es?

—¿El corazón? —respondió un niño afrodescendiente de unos nueve años.

—¡Qué inteligente eres, Antonio! —lo felicitó, tomándolo de la mejilla. Todos rieron—. Sí, corrompió el corazón de algunos hombres, que llevados por la más agresiva de las avaricias, fueron capaces de despertar una fuerza tan oscura, maligna y poderosa como un huracán. —Los niños más pequeños se asustaron, mientras Linette trazaba un par de líneas serpenteadas—. El Harusdragum —señaló.

Las saetas del Tiempo - Horas [1er. Libro]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora