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MARIAM

Estaba aprisionada por unos fuertes brazos, abrí mis ojos lentamente por la luz, me encontré con un Eros aferrado a mi, como si fuera a irme.

Se le veía tranquilo, relajado e inofensivo.

Me di el placer de observarlo detalladamente, su marcado torso descubierto mostrando algo de vello y tatuajes, su rostro con sus espesas pestañas, una reciente barba, las facciones eran rudas, en fin... un Dios, le hacía justicia el nombre.

—Sígueme mirando así y me voy a desgastar— hablo con voz ronca y los ojos cerrados.

—Buenos días— dije sonrojada.

Eros me tomo de la cintura y me coloco en su regazo.

—Ahora sí que son buenos— dijo con una sonrisa y aún acostado— ¿Te he dicho que eres hermosa?— pregunto, reí y pase mi mano por su abdomen.

—Creo que si— dije mordiendo mi labio inferior— ¿Te he dicho que quiero saber cuál es la sorpresa que me preparaste?— invertí las cartas, quizás me diga algo.

—Me lo has dicho, justamente anoche. Pero me gusta que no sepas nada, hermosa— dice cerca de mis labios.

—Solo faltan que nos interrumpan— comenté en forma de juego.

—Nadie lo hara— prometió, atacó mis labios envolviéndolos en un beso lento y profundo.

Sus manos aferradas a mi cintura bajaron por mi columna vertebral hasta llegar a mi trasero, dándole un leve apretón, el amiguito de Eros se dio a notar, el beso se profundizó con la guerra de nuestras lenguas.

El beso fue bajando la intensidad y él separó nuestros labios, y acomodo un mechón suelto.

—Vas a ir donde Beatrice y te pondrás más linda de lo que ya eres— ordenó con una sonrisa que derrite a cualquier mujer en el planeta.

—Para ponerme "más linda" debo saber a dónde vamos

Eros río, invirtió la posición en la que estábamos dejándome abajo de su fuerte cuerpo.

—El gato murió por curioso— mencionó el dichoso refrán.

—Murió sabiendo la verdad— me excuse.

—¿Darías tu vida por saber la verdad?— pregunto.

—No piensas hacerme daño, ¿verdad?— le pregunté y el rió.

—Tal vez enamorarte, y dudo que sea algo malo— sonreí ante sus últimas palabras.

—Lo estás logrando— susurré, el sonrió y sus manos rozaron mis costillas.

—Ahora ve a vestirte— dijo tratando de sonar serio, negué y sus dedos comenzaron a deslizarse en mis costilla, provocándome cosquillas.

—¡Basta!— me sacudí en sus brazos a causa de la risa.

Cuando paro, me saco de la cama y me dio una nalgada y no quedó de otra que ir a la habitación que compartían Leo y Bea.

•••

—¡Estás preciosa! Debería ser estilista— comento Beatrice mirándome— Mirate, soy excelente en esto— siguió alargándose a ella misma, en cambio yo aprecie mi reflejo.

—Insisto que me queda mejor el negro— Bea me miró seria, me encogí de hombros— Me queda bien pero prefiero el negro— admití y ella quedo más satisfecha con la respuesta.

ALPHA EROS +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora