Cinco

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El día se estaba coloreando con un matiz aburrido, como el color gris de una tarde lluviosa

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El día se estaba coloreando con un matiz aburrido, como el color gris de una tarde lluviosa. Tuve clases de Física y Etimologías en la mañana. Fracasé en ambas. Las tareas fueron brutales. Salgo al receso con el alma haciendo un peligroso malabarismo sobre un hilo; mi cerebro está seco y tengo unas inmensas ganas de llorar.

—No vayas a llorar —escucho una voz a mis espaldas.

Me doy media vuelta solo para encarar a un Adam preocupado, con su cabello revuelto y despuntado; está usando una sudadera oscura con un estampado de un gatito con una sonrisa bastante extraña.

—Sé aguantármelas, Adam —le digo en un aire cansino. Él se abrió paso entre el gentío para acercarse a mí.

—¿Tan terrible estuvo la clase?

—Nefasto, soy el único que obtuvo un dos de calificación en un trabajo que valía diez puntos —alzo las manos al cielo—. ¡Soy la maldita hostia!

—¡Eminencia! —gritó Adam alzando las manos al aire; muchos nos voltearon a ver—. ¡Erudito inmortal de la ciencia!

Ambos soltamos carcajadas. Por eso somos mejores amigos, porque siempre nos seguimos las locuras mutuamente. Somos la clase de amigos que se pondrían un par de popotes dentro de cada orificio de nuestra nariz para correr por los pasillos de la escuela fingiendo que somos focas.

—Tengo la ligera sospecha de que la cafetería estará llena a morir. Vamos tarde —suelto.

—Estoy seguro que sí —dijo él.

Pero para nuestra magnífica suerte —nótese el sarcasmo— la cafetería estaba por reventar. Observo la larga fila ante el mostrador crear una larga línea como de quince metros. Hago una mueca.

—Para cuando nos toque, el receso habrá llegado a su fin —digo con un aire de desesperanza. Y lo peor de todo es que hoy es día de espagueti y siempre es lo primero que se gasta pues es una de las pocas comidas decentes que ofrece la cafetería escolar.

Si hay algo que me hace sentir mejor después de un horrible día de escuela, es el espagueti. Amo el espagueti. El espagueti cura todos los males.

¡Quiero mi espagueti!

—Ni siquiera hay mesas disponibles —me quejo. La cafetería, pese a ser un espacio amplio con suelos color blancos y paredes ligeramente manchadas de mugre, cuenta con una cantidad exacta de veintiocho mesas. Y todas estaban repletas—. Ni siquiera tendremos tiempo de comer. El receso no dura más que quince minutos.

—Hay un juego muy divertido que yo llamo: "come en el salón sin que el maestro se dé cuenta" —Adam toma mi muñeca y comienza a arrastrarme hacia la larga fila. Pero Mai llega dando un gran salto, evitando que siguiéramos avanzando.

—Ustedes, chicos, esperan con fervor un castigo. ¿Comer en el salón de clases? —Mai se cruza de brazos y con la cabeza señala una mesa—. Síganme. Sé que siempre llegan tarde a la cafetería así que me tomé la libertad de agarrar comida para ustedes. Y sí, Harry, agarré un gran plato de espagueti para ti.

Besos Color Púrpura (En proceso de corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora