Diecisiete

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El cuento de hadas vivido con Conrad en el muelle de Santa Mónica me siguió como un dulce espectro hasta mi casa

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El cuento de hadas vivido con Conrad en el muelle de Santa Mónica me siguió como un dulce espectro hasta mi casa. Llegamos a las siete de la noche en punto y se despide de mí con un beso en la mejilla. La verdad es que no quiero separarme de él, pero solo con echar un vistazo al interior de mi casa, con todas sus luces encendidas, me obligó a alejarme y entrar cuanto antes.

Sin embargo, cuando traspaso la puerta de la casa, me invade una calma sobrecogedora. Al parecer, Marcus no estaba en casa, papá tampoco. Y mi hermano menor seguía en casa de su amigo, puesto que, supuestamente, la señora Derry iba a traerlo a casa a las ocho de la noche. Así que subo a mi habitación para hacer mi tarea.

El resto de la noche es historia. Mi hermano menor llega poco después. Nos preparo una cena pequeña y luego nos vamos a la cama. Una vez que mi cabeza se asienta sobre la almohada, me hundo en un profundo sueño.

Sin embargo, toda esa calma desaparece al día siguiente, cuando llego a clases. Ayer había sido un día de pura teoría. Hoy, por otra parte, requerimos el uso práctico de los conocimientos adquiridos para ponerlo a juego en un conjunto demente de ejercicios. Mi cabeza me duele, mucho.

Lo peor llegó durante la clase de cálculo, cuando la profesora McCready nos soltó un proyecto mortal repleto de ecuaciones que abarcaban casi cinco hojas. Nos hizo trabajar en parejas, lo que se me hizo un abuso. Era un trabajo tan largo que requería, al menos, unas tres personas.

—Yo formaré las parejas —anuncia la profesora haciendo que apretara las manos con fuerza. ¿Si se da cuenta que comparto salón con Jake y sus secuaces de idiotas? Si me llega a tocar con ellos, armaré un quilombo marca diablo, lo juro.

Cierro los ojos y empiezo a rogar para que me toque con Mai o con Adam, sin embargo, ningún tipo de Dios acudió a mi llamado. Mai termina siendo la compañera de Mónica Hernández, una de las mejores amigas de Cindy. Y sí, en cuanto a mí, me tocó con nada más y nada menos que con Cindy Crawford.

Al ser anunciado el nombre de mi pareja, enseguida volteo a verla. Ella me está mirando con una cara de asco, misma que le regreso con todo gusto. A mí tampoco me hace nada feliz tener que trabajar con ella en este proyecto.

Al finalizar la clase, no tengo más opción que acercarme a la chica. Este proyecto es pesado, vale muchos puntos, por lo que es mejor que nos pongamos de acuerdo en cuanto antes.

—¿Cómo nos organizamos? —es lo primero que digo al llegar a ella.

Ella me mira de arriba hacia abajo y suelta un triste suspiro.

—La primera mitad la hago yo, la segunda mitad es tuya. Bastante fastidias mi campo visual con tu horrible cojera como para tener que juntarnos para hacer este miserable proyecto y ser testigo de tu discapacidad.

—Perfecto —me doy media vuelta y me alejo lo más rápido posible antes de que me ponga a soltarle insultos de los que estoy seguro que después no me sentiré muy orgulloso.

Besos Color Púrpura (En proceso de corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora