Nueve

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Tengo que relajarme, ¡tengo que relajarme! Fue un poco complicado recuperar el completo control de mi respiración, así que opto por hacer una pequeña técnica que me enseñó la doctora Morales cuando sufra de un ataque de este tipo

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Tengo que relajarme, ¡tengo que relajarme! Fue un poco complicado recuperar el completo control de mi respiración, así que opto por hacer una pequeña técnica que me enseñó la doctora Morales cuando sufra de un ataque de este tipo.

Cierro los ojos y me visualizo en una alberca, una muy grande llena de pelotas de colores. Imagino que me tiro un clavado a ella y me dejo hundir hasta que mi barriga toca con el fondo.

Funciona. No tardo mucho en abrir los ojos para hablar.

—Corrección, mi querido orangután, han sido reuniones de trabajo, no citas. Si hubiese sido una cita, estoy seguro que ambas partes tienen que estar enteradas de que lo son para que cuente como una verdadera.

—Ah, ¿sí? —Conrad me miró haciéndose el tonto.

Trato de no mirarlo directamente al rostro, pero es que, ay, se ve tan lindo. No sé para que estoy fingiendo que estoy molesto ni el fin de hacerme a la víctima. Muy en el fondo amo el hecho de que, probablemente, todas mis sospechas hayan sido confirmadas.

¿Cómo alguien como él se fijaría en alguien como yo?

¿Me está tomando el pelo?

Sí, que me tome el pelo y tire fuerte para que me bese con furor igual que en las novelas románticas que leo antes de dormir.

¡Ay! ¡Harry! ¡Concéntrate!

—Solo si Michael lo permite —digo.

No puedo creer que haya dicho algo como eso. Me daría un zape en la cabeza a mí mismo si eso no me dejara en vergüenza delante de tremendo papacito.

¿Por qué soy así?

Michael acerca la cabeza a nosotros desde el asiento trasero hasta que queda en medio de los dos, una escena muy parecida a la de burro, Shrek y Fiona, y nos observa fijamente a ambos, luego dice en un tono suave:

—Estás en periodo de prueba. Si eres lo suficientemente bueno para mi hermano, tendrán mi bendición.

Conrad lanza un puñetazo al aire en un gesto de júbilo.

—¡Sí, diablos, sí! Tengo la aprobación del cuñado.

—La mitad —corrigió Michael—. Tienes la mitad de mi aprobación. La tendrás completa si me compras un helado.

Volteo a ver a mi hermanito bruscamente. Entrecierro la mirada.

—Te compras muy fácilmente, hermanito.

Él sonríe con amplitud y se encoge de hombros. Al regresar la mirada al frente, un enorme letrero pasa zumbando a mi lado. Estamos en carretera y después de leer lo que aquel anuncio recitaba, abro mis ojos por completo.

Tan ensimismado estaba en la plática que no me había percatado de a dónde nos dirigíamos.

—¿Estamos yendo a Los Ángeles? —le pregunto a Conrad.

Besos Color Púrpura (En proceso de corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora