Capitulo: Los ojos

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Sentía su mano fuerte en su cintura, tirando de ella contra su pecho. Pronto anochecería y habían visto ya dos acantilados y mentiría si no dijera que sentía el cansancio recorriendo cada parte de su cuerpo.

Sintió como la mano de Aidan deslizándose por su vientre, hasta que su brazo la envolvió, moviéndola, acomodándola contra él. Hizo frenar a su caballo y miró a sus hombres.

-¡Acamparemos aquí! ¡Revisad el lugar y preparad todo! -cuando hablo, los guerreros asintieron dudosos, finalmente desmontaron.

-¿Vamos a acampar? -Kristal giró el rostro, para mirarle.

-Estas cansada -la miró a los ojos y ella comprendió, que el podría seguir, podría cabalgar toda la noche, días, pero que estaba velando por ella.

Aidan desmontó del caballo y girándose, extendió los brazos hacia ella. Y como se había vuelto costumbre, ella se deslizó entre sus brazos, quedado encerrada entre ellos, aun después de que sus pies tocaran el suelo. Parecía que a él le costara soltarla.

Y entonces siempre sucedía lo mismo, sus manos la dejaban suavemente, y la tomaba de la mano y prácticamente no la soltaba hasta que volvían a subir al caballo.

Miró a su alrededor, consciente de la constante mirada de los guerreros en ella, de su curiosidad. Sintió el tirón en su mano, guiándola hacia el pequeño riachuelo que había cerca de ellos. Nada más llegar Kristal se arrodillo, deslizando su mano sobre la palma de él, hasta liberarla, y sumergiendo ambas en el agua.

-Señor -uno de los guerreros se acerco -Hemos comprobado los alrededores, todo está despejado.

-Haced una hoguera, dad de beber y comer a los caballos y organizad los grupos de vigilancia para la noche -Aidan se giró y chocó con el guerrero, que dio un paso atrás rápidamente.

-Lo siento -el hombre agacho la mirada.

-Iré a cazar algo para la cena -Aidan giró el rostro, mirandola a ella, que aun agachada junto al riachuelo, tenía el rostro alzado para mirarle. Sus ojos se encontraron y de nuevo se perdieron el uno en el otro, hasta que el ruido del relinchar de los caballos les regresó a la realidad. Ella miró a los animales, guiados hasta el lago para beber y cuando volvió a mirarle, el Frío caminaba hacia el otro lado del claro, hasta internarse en el bosque.

Se incorporo y miró a su alrededor, los hombres, a pesar de que la miraban, no se dirigían a ella y no se acercaban. Vio al caballo de Aidan, parado donde ellos habían desmontado y se acercó a él. Acarició su hocico despacio, y tomando las riendas, tiró de él, llevándolo hasta el riachuelo. Lo observo beber, mientras seguía deslizando la mano por el lomo del animal.

Miró al cielo, que comenzaba a oscurecerse y se preguntó que estarían haciendo sus hermanos, sus padres, sus primos. Giró el rostro y vio a varios hombres regresando del bosque, cargando ramas y apilándolas. El que anteriormente se había acercado a hablar con Aidan, se inclino sobre estas y le vio trabajar para encender la hoguera. Vió al resto, bajando pieles de sus caballos, además de cuencos y vasos de madera. Vio como el humo comenzaba a elevarse y las llamas poco a poco prendían las ramas. Cuando el guerrero se incorporo, le vio hacer una mueca y mover su hombro. Observó su brazo, como se movía.

Cuando atravesó el lugar, caminando hacia él, todos la observaron con atención.

-Estas herido -pudo notar como el hombre se tensaba y girándose daba un paso atrás, alejándose de ella.

-Es una vieja herida, me la curaron -respondió evitando mirarla a la cara.

-Pero debería ser revisada -frunció el ceño -Déjame verla.

Los Hijos de Las Highlands.Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora