2. Para Huir Hay Que Desearlo..

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La luz de la luna muy apenas iluminaba parte de la oscuridad de la selva. El viento lograba entrar en la espesura de la selva con dificultad. Los monos estaban asustados. Emitían sonidos de alerta. La mujer yacía aún tirada en el suelo y apenas estaba en shock por la idea de ser casi violada en medio de esa selva,¡¡por unos monos!!!

Su satén y sus bragas aún quedaban en su sitio 😏, sin embargo, su cuerpo había quedado un poco sucio de tierra y lodo.
Sarah ansiaba que todo esto fuera un maldito sueño y aún se encontrara en realidad en su tienda durmiendo, esperando a levantarse por mañana tomando un fresco jugo de naranja.

Los cobardes monos se retiraron inmediatamete del lugar. Sarah estaba totalmente expectante sin quitar la vista de aquella sombra alta que se acercaba hacia ella. Lentamente, el animal salía de las sombras. Sarah podía ver que ése simio era diferente a los que había visto antes; medía al menos dos metros de altura, contaba con músculos anchos y grandes, su apariencia era mucho más fuerte y más grande que la de un mono común. ¿Qué diablos era aquella isla?

Con un pelaje más negro que la misma noche, Sarah vio el tamaño de su torso y el tamaño de sus patas. Su rostro tenía una expresión de dureza y sus ojos oscuros eran muy profundos. Aquella mujer miraba con terror a esa criatura que en cualquier momento podría matarla. Éste exploraba la zona con su vista, como para asegurarse que no hubiera otras presencias alrededor.. Sarah no sabía lo que le esperaba, pero tenía la certeza de que correr era la idea más estúpida e inútil que podía hacer.

A pesar de eso, Sarah se levantó rápidamente y corrió con todas sus fuerzas. Sus tetas se movían arriba y abajo, rebotando al igual que sus nalgas activababan aquellas piernas firmes y bien formadas. Su cabello largo era como un halo que la convertía en una estrella fugaz, solo que ahora ningún deseo se haría realidad.

Ella quería ir en dirección al campamento. Pero se estaba alejando hacia la dirección contraria. El gran simio la persiguió confiado, como el depredador que tiene asegurada a su presa. Agitada y con mucho miedo, Sarah llegó hasta el pie de una pequeña cascada. No había salida. Se había encerrado por su misma cuenta.

Había una gran roca al lado del río donde desemboca la caída de agua. Ahí se escondió detrás. El simio se acercaba más y más a ella. Se subió de golpe a la gran piedra y tomó a la chica del brazo.
Ella empezó a gritar muy fuerte, pero el simio la levantó y la puso con fuerza boca abajo sobre la roca hasta posarse encima de ella. Le arrancó toda la ropa que le quedaba, desgarrando, como si fuera papel, la delgada tela rosa de su satén y bragas. Su cuerpo estaba completamente desnudo. En aquel momento de nada habían servido miles de años de evolución en la especie humana. Ahí, esos dos mamíferos de pulgares oponibles eran con la naturaleza y la naturaleza con ellos.

El simio le puso una pata encima de su cabeza. La movió hasta que dejó de gritar. Ella sentía el peso del animal, su calor corporal y la agitación del simio así como la de ella misma. Su corazón estaba al tope.

Él la olía con desesperación y prontamente se concentraba en la esencia exquisita que su flor vaginal expedía sin poder evitarlo. Los movimientos del simio eran bruscos, fuertes. Sarah intentaba moverse y levantarse, se sacudió y volvió a gritar, obligando al simio a poner otra vez su pata sobre su cabeza. La hembra había entendido lo comunicado: callarse la puta boca de una vez.

Un manjar en la selva  [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora