Capítulo 29. Entrenamiento

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*Narra Hugo*

Después de ducharme, me puse ropa limpia que tenía en el armario y me dirigí hacia el despacho de Cristóbal. Al llegar toqué la puerta pero nadie respondía, intenté abrirla pero estaba cerrada. 

Han debido de acabar antes de lo que pensé.

Llamé a Vlad para saber donde se encontraban. 

- ¿Tío dónde andabas? ya ha terminado la reunión - replicó mi amigo nada más descolgar.

- Duchándome... en fin, que ha pasado? dónde estáis ahora? 

- En el campo de entrenamiento, Cristóbal ha dicho que tenemos luz verde para realizar la misión pero debemos entrenar para dominar las armas nuevas. Bueno más bien, las chicas deben hacerlo - sonó una risa de fondo - no creen que puedan realizarla con éxito porque son un poco torpes.

- De acuerdo. ¿Estáis todos entrenando?

- Nope. Faltan Zed e Iris. El muy capullo estará sobando como siempre, y Cristóbal estará hablando con Iris porque antes de salir la dijo que se quedase con él. 

- Vale. Iré a por el idiota y buscaré a Iris de paso. Nos vemos luego. 

Aunque no había dicho ninguna mentira, sabía lo que tenía prioridad en ese momento, y no era un vago durmiendo la siesta. 

Mientras cruzaba a toda prisa los largos corredores, agudicé el oído para intentar localizar a Iris. 

Me encontraba cerca de la torre norte cuando escuché un sollozo suave, casi imperceptible para el oído humano pero no para el de un vampiro. Era una chica la que lloraba, se encontraba en arriba, en lo alto de la torre. 

Me dirigí hacia allí de inmediato, tenía el presentimiento de que la había encontrado. 

Cuando subí las escaleras hasta el último piso, la encontré allí. Estaba sentada en la repisa de la ventana, acurrucada entre sus piernas para que nadie la escuchara. Su pelo largo caía por sus costados impidiendo que la viese bien. 

Me acerqué a ella con sigilo, seguro de que no había notado mi presencia. Entonces me senté a su lado y la abracé sin más. Levantó la cabeza y me miró con ojos llorosos. No se sorprendió ni me habló, pero tampoco me apartó. Depositó la cabeza sobre mi hombro derecho y yo la acaricié la mejilla con los dedos. Tan solo nos quedamos allí, mirando el cielo hasta que se decidió a contarme lo que la sucedía. 

Me contó toda la conversación con Cristóbal y como se sentía al no saber ni quién era. También me contó sobre un extraño sueño que tuvo anoche. Yo solamente me limité a escucharla atentamente. Estaba desesperada y lo único que la quedaba era llorar hasta calmarse. Yo me quedé junto a ella, no pensaba abandonarla y menos en esas circunstancias, pero tampoco podía contarla nada sobre ello por orden de Cristóbal. Él debía contárselo personalmente.

- ¿Te sientes mejor? - la pregunté con una sonrisa después de un tiempo. 

- No del todo pero, sí que me has ayudado. Al menos escuchándome... - soltó con pesar en su voz.

- No te vengas abajo, siempre hay explicación a lo que ocurre. Aunque al principio no lo entiendas, todo se esclarecerá más adelante, ya lo verás - deposité un suave beso en su frente y la miré a los ojos. A pesar de la tristeza, resplandecían con un brillo de serenidad que me alivió. Ella era fuerte, lo sabía de sobra - cuando estés lista, vuelve a hablar con Cristóbal. Seguro que no te dijo todo lo que tenía que decirte, él te ayudará a saber quién eres realmente y el por qué de lo que te está sucediendo - ella asintió convencida.

- Bien, pero por ahora volvamos al entrenamiento - se levantó y me invitó a seguirla. 

- Tú mandas jefa - solté una carcajada a lo que ella me respondió con una dulce sonrisa, entonces algo se encendió en mí.

Antes de que cruzara el umbral de la puerta, la sujeté  suavemente por la cintura y le di la vuelta. Nuestras miradas se encontraron. Sus grandes ojos del color de la esmeralda me miraban entrañados, entonces sin poder reprimir más mi deseo, aparté un mechón rizado de su cara y la di un profundo beso en sus labios rosados. 

No sabía cuanto tiempo duró el beso pero no me importaba, para mí podía durar toda la eternidad si era con ella. De repente perdido en el mar de emociones que me engullía, noté la presencia de alguien más en la torre y me aparté de Iris. 

- Bueno, bueno... se suponía que ibas a buscarme. Ya veo lo bien que buscas morreándote con la brujita tío - Zed soltó una risita burlona. 

- Cierra la puta boca - lo maldije con mi mirada. 

- Sí, tranquilo no es cosa mía. Por mí como si echáis un polvo aquí - hizo un gesto con la mano indicando la poca importancia de lo sucedido. 

- Vámonos ya - interrumpió Iris, cuyo rostro se había vuelto de un tono rojizo a causa de la vergüenza. 

Dos horas después todos estábamos entrenando como si nada hubiese pasado, aunque yo sentía aún el roce de sus labios contra los míos y los fuertes latidos de su corazón contra mi pecho. 

De verdad, que odioso es enamorarse... pero que vivo me hace sentir.

Desde mi posición, la observaba entrenar con su sombra junto al maestro Yin. Ahora era una novata pero tenía grandes dones y una profunda pureza en su alma. 

Ella poseía la luz para guiarnos entre tanta oscuridad y la fuerza para construir el mundo pacífico que ansiamos. 



La Reina de las BrujasWhere stories live. Discover now