Nadie lo esperaba, eso es seguro. Solo mi madre sabía el secreto, y una vez que se atrevió a confesarlo, no hubo vuelta atrás.
Es así como pasé de ser la hija de Raymond Steele, a ser la hija ilegítima de Jason Taylor, un gran empresario en el estad...
— Hija, dale una oportunidad, tal vez se retrasó en el tráfico. Después de 20 años quiere conocerte, no esperes que sea un padre excelente al instante.
— No necesito otro padre, tengo a Ray.
— Lo sé, cariño. Pero eres hija de Jason y él puede darte mucho de lo que yo no pude.
— No necesito nada, aunque si siento curiosidad por conocerlo. Saber si somos parecidos o si es que podríamos llevarnos bien.
— ¿Lo ves? Solo necesitas convivir con él, no te preocupes cariño.
— Claro mamá, te llamo más tarde.
Guardo el móvil en el bolsillo y me inclino hacia la maleta que dejé en el piso para buscar un suéter. El clima de Georgia es mucho más cálido que el de Seattle.
Vuelvo a cerrar la maleta cuando un par de lujosos y brillantes zapatos negros se detienen frente a mi. Levanto la vista, embobada por lo que veo.
— ¿Anastasia?
— Si, soy yo.
Un chico alto y delgado me sonríe. Estira su mano hacia mi para que me ponga de pie, pero estoy inmóvil en la silla mirando su rostro. ¡Es tan guapo!
— Perdón, ¿Quién eres? – estrecho su mano y me levanto.
— Me llamo Christian, trabajo para tu padre.
— ¿Él está aquí?
— No – sonríe avergonzado – Tiene una reunión importante y me envió a recogerte. Vamos, te llevaré a casa.
— ¿A mi casa?
— A la casa del señor Taylor.
Christian toma mi maleta del piso y camina hacia la salida del aeropuerto. Me apresuro para seguirlo hasta un hermoso auto y entrar con él al asiento trasero.
— ¿Fue agradable tu viaje?
— Cansado – sonrío – Demasiadas horas sentada.
— Lo imagino. Por cierto, Anastasia... – lo interrumpo.
— Llámame Ana.
— Bien, Ana. ¿Te parece si vamos primero a comer? Me imagino que no has tomado nada desde el almuerzo.
— No, yo... no – balbuceo – me encantaría ir contigo.
Rayos. Él sonríe levemente antes de mirar hacia la ventana del auto. Dios, parece que nunca he visto a un chico lindo.
— ¿Hace cuánto trabajas para él?
— ¿Para Taylor? Tres años más o menos.
Asiento con la cabeza y los labios apretados. ¿Qué más pregunto? No quiero ir todo el camino en un silencio incómodo.
— ¿Eres estudiante? – me dice.
— Si, me falta un año en la universidad. Mi mamá piensa que puedo terminarla aquí.
— La estatal de Washington es muy buena – encoge los hombros – Depende de qué carrera hayas elegido.
Antes de que pueda responder, el chofer estaciona en la acera y Christian abre la puerta. Mantiene la puerta abierta para mí, así que bajo para seguirlo.
El chico de la entrada nos lleva hasta una mesa en el rincón y nos entrega las cartas. Mi acompañante ordena el vino y los platillos para ambos.
— Espero que no te importe.
— No, está bien. Confiaré en ti.
Él vuelve a sonreír mientras pasa su dedo índice por el borde de su copa. Sus ojos tienen un color asombroso y seguro parezco una boba que no deja de mirarlo.
— ¿A qué se dedica exactamente? Tu jefe, el señor Taylor.
— ¿Te incomoda llamarlo Padre?
— Si – suelto una risita nerviosa – Honestamente, el hombre que me crió es a quien llamo papá. No sé qué esperar de todo esto.
— Créeme, para Taylor también es... Extraño – presiona sus labios mientras echa un vistazo alrededor – No sabe cómo dirigirse a ti, qué puede pedirte y qué no, y ese tipo de cosas. Supongo que tendrán una larga charla cuando llegues a su casa.
— Eso espero. Y entiendo que esto sea tan complicado para él.
Christian sirve mi copa y la suya antes de dar un gran trago. Mira nervioso su reloj cada tantos minutos y me pregunto qué hacemos aquí si pareciera que quiere estar en otro lado.
— Si tienes algo más que hacer, yo entenderé...
— No – dice rápido – Es solo que debo llevarte a casa y luego regresar a la oficina. Tu padre tiene una empresa de construcción, compramos terrenos, construimos plazas comerciales, fraccionamientos u oficinas.
— Suena estresante.
— Lo es. Hay mucho dinero en juego y Taylor odia perder – pasa la lengua por su labio inferior antes de volver a mirarme – Levantó su empresa desde cero, así que es muy exigente en cuanto a las personas que se involucran.
— Entonces tú debes estar altamente capacitado, si eres tan cercano a él.
— Su mano derecha – sonríe arrogante.
El camarero vuelve a aparecer con nuestros platillos, así que comemos en silencio. Tengo que admitir que estoy hambrienta, pero trato de comer un bocado a la vez porque no estoy sola.
Apenas terminamos, Christian pide la cuenta y entrega su tarjeta. Su chofer nos espera en la puerta del restaurante y ahora sí, tomamos rumbo hacia la casa del señor Taylor.
— ¡Vaya! Este lugar es muy bonito.
— Esta zona es residencial, la gente que vive en estas mansiones es adinerada.
— Puedo verlo, no se parece en nada al lugar en el que crecí.
El conductor para frente a una reja y presiona una serie de números en el teclado para poder entrar. Estaciona junto a la puerta principal para bajar rápidamente por mi maleta.
— Ven, Ana. Ella es la señora Gail Jones, te ayudará a instalarte.
Giro para ver a la persona a la que Christian señala. Una mujer rubia muy elegante está parada en la puerta y me sonríe.
— Gail, ella es Ana, la hija de Taylor.
— Mucho gusto, Ana – ella estira su mano hacia mi – soy la ama de llaves de Jas... Del Señor Taylor.
— El gusto es mío – estrecho su mano.
El chofer pasa por mi lado para dejar la maleta adentro y Gail lo sigue. Volteo entonces para ver a Christian, quién ya se ha situado a mi lado.
— Es un gusto conocerte Ana – toma mi mano y deja en beso en el dorso – Nos veremos pronto.
— Claro – le sonrío – eso me encantaría.
Retrocede hasta el auto y vuelve a entrar cuando el chofer sube. Permanezco ahí viendo cómo el auto se aleja hasta la reja de vuelta a la calle.
— Tal vez sea una estancia agradable.
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