Capítulo 27

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Jack estaciona frente al edificio de la constructora y me apresuro a bajar para que no vean a Gail. Tendrá que llevarla al departamento de José y volver por mi.

Esta vez tengo que hacer tres visitas, cada una más difícil que la otra. Así que voy por la sencilla, la de Gabriel Harrison.

— ¿Hola? — golpeo su puerta.

— Ana, adelante.

Me llama, así que cierro la puerta detrás de mí y me siento en la silla junto a su escritorio.

— Lamento venir así de pronto, pero necesito tu ayuda y sé que puedo confiar en ti.

— Claro, ¿Qué puedo hacer por ti?

— Es sobre Gail. Necesito que me ayudes a esconderla... De Taylor.

Por un momento me parece que Harrison contiene la respiración y palidece. Rayos, espero no haberme equivocado con él.

— ¿Ellos...? — Pregunta inseguro.

— Él la golpeó porque ella bailó contigo en la Gala que hice. Lo único que te pido es que me ayudes a ocultarla en lo que consigo un escape para ella, me preocupa que él le haga algo más... Serio.

— Bien — Gabriel presiona sus labios — Llévala a mi casa, Taylor no pensará en buscarla ahí. Pero no le digas a nadie, Ana. Si Taylor se entera...

— Lo sé, y te agradezco. Sabía que podía confiar en tí.

Estrecho su mano y salgo de la oficina, pero antes de cerrar la puerta, Harrison me advierte.

— Cuídate, sobre todo si tú padre piensa que eres una amenaza para él. Vigila siempre por encima de tu hombro.

Asiento levemente con la cabeza y voy hasta el ascensor. Un mensaje de Gabriel con su dirección hace sonar mi móvil, que rápidamente reenvío a José.

Ahora, problema 2. Christian y su asuntito que me dió la anulación. Esto definitivamente será divertido.

— ¿Christian?

Abro la puerta de su oficina sin llamar o esperar respuesta. Está sentado en su silla como de costumbre, un montón de hojas con números en sus manos.

— Querido, ¿Querías verme?

— Siéntate — Ordena.

— ¡Qué genio! ¿No dormiste bien?

— ¿Después de lo que pasó ayer crees que alguien durmió con tranquilidad?

— Bueno, ya, solo dime qué quieres. Tengo algunos millones que ir a gastar.

Christian saca del cajón tres periódicos, pero el único que reconozco es el de la Anulación que José difundió.

Los otros tienen dos notas, sobre mi:

“De plebeya a princesa”

Una foto de mi cuando recién llegué a Seattle el año pasado y otra del día que fuimos al hospital a hacer la donación.

La otra nota solo dice:

“¿Prepotente o mimada?”

Y de nuevo imágenes mías en exclusivas tiendas de ropa como Neiman Marcus. En mi defensa, solo gasté lo necesario para molestar a Taylor.

— Te estás haciendo de una fama muy interesante — Me acusa.

— Nada de eso es cierto, lo sabes.

— Claro, por supuesto que lo sé. Pero eres muy convincente cuando te lo propones, diría incluso que te pareces mucho a tu padre.

— A veces tienes que ser como él para defenderte. No me gusta ser una perra desalmada, pero si eso hace que él me respete lo haré.

Christian se pone de pie y rodea su escritorio para venir hacia mi. Estira mi mano para ponerme de pie frente a él.

— Te conozco, Ana — Toma mi rostro con ambas manos — Esta chica frívola que pretendes ser no eres tú, no es la chica de la que me enamoré.

Dejé de respirar por un momento ante el tono sincero de sus palabras. No hagas esto, Christian. Necesito odiarte.

— ¿Te enamoraste? — río con sarcasmo — Eso no es amor, cariño. Tu actitud de mierda es lo contrario al amor y te mereces todo lo que ellos dicen en esa nota.

Me libero de su toque porque mi cuerpo traidor comenzaba a temblar por la sorpresa.

— Mejor aún, ¿por qué no dejas de hacerte el bueno conmigo? Muéstrame al verdadero Christian, deja verlo, al infeliz que me abandonó en el aeropuerto.

— Lo siento...

— ¡No! — lo interrumpo — No necesito tus disculpas, no después de todo este tiempo, ¡No mereces que te perdone!

— Si me dieras la oportunidad...

— No, tuviste tu oportunidad y no la aprovechaste, no quiero seguir perdiendo mi tiempo contigo.

Me alejo hacia la puerta de su oficina para salir, pero antes de hacerlo le digo:

— Haz lo que tengas que hacer, si quieres demandar al Seattle Times hazlo. No es mi asunto, tú no eres importante para mí.

— ¡Eso es una mentira!

Grita, pero yo ya he cerrado su puerta y camino hacia la de Taylor. Es el momento de tomar al jodido toro por los cuernos.

Golpeo su puerta para avisarle que voy a entrar y pongo mi mejor sonrisa. Si voy a caer, el hijo de puta viene conmigo.

— Papá.

— Anastasia — gruñe como saludo — Siéntate.

— ¿Querías verme?

— ¿Dónde está Gail?

— En un refugio de la ciudad, ¿Dónde esperas que esté? ¿En tu casa como si nada hubiera pasado?

— No te entrometas, chica estúpida.

— ¿Chica estúpida? Vaya, eso te quita tu medalla de buen padre.

— No intentes jugar conmigo, me has ocasionado demasiados problemas como para creer que no sabes lo que haces.

— Pues no lo sé, de verdad. Creí que eras un admirable y poderoso hombre de negocios, no un maldito cobarde que golpea mujeres.

Taylor se remueve incómodo en su silla, pero la rabia es visible en su rostro enrojecido. Es el momento para terminar de alterarlo.

— Vas a dejarla en paz, ella no va a volver contigo.

Él suelta una risa de burla.

— ¿Según quién? ¿Tú?

— Si. Digamos que tengo evidencia de todas las veces que la golpeaste en mi presencia, sin contar con que en este momento un médico calificado examina sus lesiones anteriores.

Miento mirándolo a los ojos, tiene que saber qué tengo (casi) toda la evidencia que podría hundirlo.

— Ella no quiere dejarme.

— En este punto ya no se trata de lo que Gail quiera, si no de lo que vas a hacer para no ir a la jodida prisión.

Bufa tan fuerte que lo escucho, sus dedos entrelazados sobre el escritorio.

— ¿Qué quieres?

— ¿Por mi silencio? Que dejes de buscarla. Y 5 millones de dólares para mí.

— ¿Solo eso? — arquea ambas cejas.

— Si.

— Quiero toda la evidencia que tengas.

— La tendrás cuando yo reciba mi dinero.

— Mañana.

Vendetta: El Plan Perfecto (Versión Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora